El aire invernal de diciembre cubría las calles de Ravenmoor con una fina capa de nieve, mientras las luces navideñas parpadeaban suavemente en las ventanas de las tiendas y casas. A pesar del ambiente festivo, la batalla reciente aún dejaba su sombra sobre Axel y sus amigos más cercanos. Aunque el pueblo estaba envuelto en la magia de la temporada, la mansión Salvatore guardaba un silencio nostálgico.
Axel despertó esa mañana con una sensación de vacío. Nathaniel se había marchado, dejándole solo una carta. Aún podía sentir el peso de la despedida de su hermano, la ausencia era como un eco en las paredes de la mansión. Al abrir el sobre, las palabras de Nathaniel resonaron en su mente.
"Axel,
Necesito alejarme. Después de la batalla, siento que la oscuridad está tomando más control sobre mí del que puedo soportar. La pérdida de mi fiel amigo ha dejado una herida profunda, y temo perder lo que queda de mi humanidad. No quiero ser una carga ni para ti ni para los demás.
Necesito tiempo para sanar, para entender mi lugar en todo esto. Prometo que volveré, pero hasta entonces, confío en que mantendrás el legado de nuestra familia.
Hasta pronto, hermano.
Nathaniel."
Axel dejó caer la carta sobre la cama. Sentía una mezcla de tristeza y comprensión. Sabía que Nathaniel necesitaba tiempo para recuperarse, para procesar la pérdida de su animal espiritual y las heridas emocionales que la batalla había dejado. Sin embargo, su ausencia dejaba un vacío difícil de llenar.
Al bajar a la sala, Jacob lo esperaba con noticias.
—Amo Axel, informé a la alcaldesa de nuestra victoria en el bosque de las ninfas —dijo Jacob—. A pesar de nuestras pérdidas, logramos evitar que los demonios atacaran el pueblo. La alcaldesa ha ofrecido su apoyo en lo que necesitemos.
—Gracias, Jacob —respondió Axel, su voz algo distante—. Es un alivio saber que contamos con su ayuda, pero las pérdidas... nada las compensará.
Jacob asintió solemnemente, sabiendo que el joven amo cargaba con más de lo que estaba dispuesto a mostrar. Mientras el día avanzaba, Axel decidió que necesitaba un momento para relajarse, y se reunió con sus amigos en el café del pueblo, un pequeño refugio donde todos se sentían un poco más humanos.
Nikole, Marcela, Emiliano, Davon y María lo estaban esperando. Las decoraciones navideñas del café irradiaban calidez, y las luces doradas daban una sensación de confort. Axel sintió una ligera sonrisa en sus labios al ver a sus amigos allí, esperando para el intercambio de regalos.
—¡Mira quién decidió honrarnos con su presencia! —bromeó Emiliano, levantando su taza—. Justo a tiempo, Axel. No puedes perderte los regalos.
Axel se sentó junto a Nikole, quien le sonrió tímidamente, aunque sus ojos aún reflejaban una mezcla de preocupación y alivio. Ambos habían vivido tanto en las últimas semanas, y aunque no habían hablado mucho sobre lo sucedido en la mansión, el lazo entre ellos era más fuerte que nunca.
—Aquí tienes —dijo Nikole, entregándole un pequeño paquete envuelto con un lazo dorado—. Espero que te guste.
Axel abrió el paquete lentamente, encontrando dentro un pequeño colgante de plata en forma de luna. El detalle era sencillo pero significativo, y Axel supo en ese instante que Nikole había puesto mucho de sí misma en ese regalo.
—Gracias —dijo con una sonrisa sincera—. Es perfecto.
Nikole sonrió, pero antes de que Axel pudiera decir algo más, sacó su propio regalo para ella. Era una caja pequeña, envuelta con cuidado. Nikole la abrió, encontrando una fina esclava de oro con un dije de un lobo en el centro.
—Axel... es hermosa —murmuró Nikole, con los ojos brillantes mientras lo miraba—. No tenías que...
—Quería hacerlo —respondió él—. Este lobo... representa todo lo que me has ayudado a entender sobre mí mismo. Eres mi ancla, Nikole.
Nikole, visiblemente emocionada, se inclinó y le dio un suave beso en la mejilla. Sus amigos los observaban con sonrisas de complicidad. Maria, sentada al lado de Marcela, le dio un codazo en el brazo.
—Se ven perfectos juntos, ¿no crees? —susurró Maria.
—Sí, pero me preocupa lo que puede venir —respondió Marcela, con una mirada de comprensión.
El ambiente festivo se intensificó a medida que intercambiaban más regalos. Axel entregó a Marcela un libro antiguo que había encontrado en la biblioteca de su familia, con historias de leyendas sobre el pueblo. Marcela, visiblemente conmovida, le agradeció con un abrazo.
Cuando llegó el turno de los chicos, Axel también les tenía regalos preparados. Le entregó a María un disco de AC/DC, lo que hizo que sus ojos se iluminaran de alegría.
—¡Es el disco que siempre he querido! —exclamó María, abrazando a Axel con entusiasmo.
A Emiliano le dio unos guantes de piel negros, perfectos para el invierno. Emiliano los probó de inmediato, sonriendo ampliamente.
—Gracias, amigo. Son perfectos —dijo Emiliano mientras mostraba sus manos enguantadas.
Por último, Davon recibió unos boletos para ver a su banda favorita. El joven casi no podía contener su emoción.
—¡No puedo creer que consiguieras estos boletos! —gritó Davon, agarrando a Axel en un abrazo efusivo—. Esto es lo mejor que me ha pasado.
El ambiente era ligero y lleno de alegría. Aunque las sombras del pasado aún pesaban, estos momentos de felicidad con sus amigos lograban que Axel se sintiera más conectado con una vida normal, aunque fuera solo por un rato.
Emiliano, siempre el bromista, levantó su taza en un gesto festivo.
—¡Por nosotros! —dijo Emiliano, brindando con todos—. Que esta Navidad sea el comienzo de tiempos mejores.
Axel sonrió, pero en su corazón aún sentía la carga del deber y la inminente amenaza que sabían que aún no había terminado.
Ya casi al final de la reunión, Nikole miró a Axel con una mezcla de cariño y preocupación.
—¿Cómo te sientes? —le preguntó suavemente, sus ojos buscando una respuesta honesta.
Axel tomó su mano con suavidad y la miró directamente a los ojos. —Estoy mejor, gracias a ti y a todos ustedes. Pero esto no ha terminado. Sé que se avecinan más batallas, pero ahora... ahora sé que no estoy solo.
Nikole asintió, apretando su mano, y por un momento, solo existieron ellos dos en ese pequeño rincón del café, mientras la nieve continuaba cayendo fuera, decorando el pueblo de Ravenmoor con un manto blanco y silencioso.
De regreso en la mansión Salvatore, Axel entró en su habitación y se quedó mirando la carta de Nathaniel una vez más. Aunque su hermano se había ido, sabía que eventualmente volvería. Hasta entonces, tendría que cargar con el legado de los Salvatore por su cuenta. Pero con sus amigos a su lado, Axel sintió que quizás, solo quizás, podría encontrar la fuerza para enfrentarse a lo que estaba por venir.
El viento soplaba suavemente a través de la ventana, y una sensación de paz llenaba la mansión, aunque los ecos del pasado y del futuro aún se sentían en las sombras. Mientras las luces navideñas titilaban en la distancia, Axel supo que, por ahora, todo estaba bien.
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Sangre de Demonio: El Legado de los Salvatore
De TodoNovela de Sangre Y Fuego En el oscuro y misterioso pueblo de Ravenmoor, un joven llamado Axel Salvatore descubre un legado que cambiará su vida para siempre. Tras la muerte de sus padres adoptivos, Axel recibe una carta que lo conduce a este pueblo...