Capítulo 40: El Sacrificio de Sangre

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El campo de batalla era un caos absoluto. El suelo temblaba bajo los pies de Axel y Nathaniel mientras el demonio de tierra avanzaba, arrasando todo a su paso. Los rayos del demonio de electricidad chisporroteaban por el aire, electrificando el ambiente, y las ninfas luchaban con todas sus fuerzas, intentando mantener a raya a los demonios que continuaban atacando sin tregua.

Axel, con las garras fuera y sus ojos anaranjados resplandecientes, luchaba al lado de Kul. Ambos atacaban sin piedad, pero el enemigo parecía interminable. A su alrededor, las ninfas caían una a una, sus gritos de dolor mezclándose con el rugido de la batalla.

—¡Axel, detrás de ti! —gritó Nathaniel, esquivando un rayo del demonio de electricidad.

Axel reaccionó justo a tiempo para bloquear el golpe de un demonio menor, pero el cansancio comenzaba a pasarle factura. A pesar de su velocidad y fuerza sobrehumanas, estaba al límite.

De pronto, un rugido infernal llenó el aire. El demonio de fuego, con su cuerpo envuelto en llamas, se lanzó directamente hacia Nathaniel. Su calor era tan intenso que quemaba el aire a su alrededor. Nathaniel intentó esquivar el ataque, pero el demonio era demasiado rápido. Con una sonrisa cruel, el demonio levantó su mano incandescente para dar el golpe final.

En ese instante, el murciélago espiritual de Nathaniel se interpuso entre su amo y la criatura, recibiendo el impacto directo del fuego. Sus chillidos de dolor resonaron por el campo de batalla mientras su cuerpo se consumía en llamas.

—¡No! —gritó Nathaniel, corriendo hacia su compañero.

Axel sintió la ira de su hermano y el dolor que lo consumía. La muerte del animal espiritual lo afectó más de lo que podía expresar. Nathaniel, con los ojos completamente rojos, se lanzó hacia el demonio de fuego, pero estaba debilitado por la pérdida de su compañero.

Momento de debilidad y clímax devastador

La batalla alcanzaba su punto máximo. Axel sentía el cansancio en cada fibra de su ser, pero no podía detenerse. Sabía que si caían, el bosque de las ninfas sería destruido, y los demonios se apoderarían de la fuente de inmortalidad. No podía permitir que eso ocurriera.

El demonio de electricidad lanzó un rayo directo hacia Axel, que logró esquivarlo por poco. Sin embargo, otro demonio menor lo alcanzó, dándole un fuerte golpe que lo mandó al suelo. Axel gimió de dolor mientras la sangre manaba de sus heridas. Kul, a su lado, aulló y continuó peleando, protegiendo a su amo.

—¡Nathaniel, necesitamos retroceder! —gritó Anna, sus alas brillaban mientras lanzaba luz divina hacia los demonios. Pero incluso su poder estaba al límite.

Nathaniel, cegado por la ira, ignoraba todo a su alrededor. Su objetivo era el demonio de fuego, el que había acabado con su compañero. Se lanzó hacia él, pero el demonio lo derribó con facilidad, clavándolo en el suelo con una mano llameante.

—¿Es esto todo lo que tienes, pequeño Salvatore? —se burló el demonio de fuego.

Axel, apenas consciente, vio cómo su hermano estaba a punto de ser destruido. Algo en su interior se rompió. El poder oscuro que siempre había temido empezó a brotar de nuevo, más fuerte que nunca. Sus colmillos crecieron más, sus garras se alargaron, y su piel se tensó mientras el control que había logrado mantener empezaba a resquebrajarse.

—¡NO! —rugió Axel, levantándose con una fuerza nueva y desatada. Sus ojos brillaban con una intensidad aterradora mientras el control sobre sus poderes se desvanecía. El suelo bajo sus pies temblaba mientras su transformación completa, el lado demoníaco y de lobo, tomaba el control.

Axel se lanzó hacia el demonio de fuego, desgarrándolo con sus propias manos. Su furia era imparable, sus garras atravesaban la piel del demonio, arrancando la carne con una brutalidad que nunca había mostrado. El demonio gritaba, pero Axel no se detenía.

El clímax de la batalla llegó cuando Axel, completamente fuera de control, destruyó al demonio de fuego. Sin embargo, el demonio de tierra y el de electricidad, observando lo que estaba ocurriendo, decidieron retirarse, sabiendo que la batalla no estaba a su favor.

Axel, cubierto de sangre y respirando con dificultad, miró a su alrededor. Los demonios habían huido, pero el costo había sido alto. El bosque de las ninfas estaba en ruinas. Las ninfas que habían caído, yacían inmóviles en el suelo. Nathaniel, herido y en silencio, se acercó a Axel, su mirada cargada de dolor por la pérdida de su compañero.

Epílogo del capítulo

El silencio que siguió a la batalla fue casi más abrumador que el caos que la precedió. Anna, con las alas plegadas, se acercó a Axel, pero no pudo decir nada. Sabía que aunque habían ganado, no se sentía como una victoria.

Axel, mirando el caos a su alrededor, sintió el peso de la responsabilidad sobre sus hombros. Habían perdido demasiado, y aunque había derrotado al demonio de fuego, no podía ignorar lo que acababa de suceder. Había perdido el control otra vez.

—Axel... —susurró Nathaniel, pero Axel no respondió. Simplemente miró hacia el horizonte, sabiendo que esta batalla no era el final, sino solo el principio.

El bosque, devastado, sería testigos de más batallas, y Axel Salvatore tendría que enfrentarse no solo a los demonios, sino a si mismo.

Sangre de Demonio: El Legado de los SalvatoreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora