Capítulo 57: El Eco de la Desesperación

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Axel fue arrancado de sus sueños por un grito desgarrador que atravesó las paredes de la mansión Salvatore. Los gritos de Charlotte resonaban por los pasillos como una pesadilla que se volvía realidad. Sin tiempo para vestirse, Axel bajó las escaleras apresuradamente, aún en pijama, descalzo y sin camisa, con el corazón latiendo frenéticamente por el terror de lo desconocido.

Al llegar a la entrada, se encontró con una escena que destrozaría su alma. Ahí, en el umbral de la puerta, yacía el cuerpo de Anna, inerte, sin vida, rodeada de un charco de sangre. Su cabello dorado, ahora sucio y enmarañado, se extendía como un manto alrededor de su cuerpo. Su rostro, antes lleno de vida y sabiduría, estaba pálido, vacío.

Charlotte estaba de rodillas junto al cuerpo de Anna, sus sollozos eran insoportables. Nicolás la sostenía con fuerza, tratando de consolarla, pero sus propios ojos estaban llenos de lágrimas contenidas. Las ninfas que se encontraban alrededor no pudieron contener su propio llanto, lloraban por su amiga, su hermana, quien había luchado junto a ellas por tantas generaciones. Sylphy, la reina de las ninfas, se acercaba lentamente, sus ojos llenos de una profunda tristeza, sabiendo que algo terriblemente mal había ocurrido.

Axel sintió que las fuerzas lo abandonaban, su mundo colapsaba frente a él. Cayó de rodillas en las escaleras, incapaz de respirar, incapaz de procesar lo que veía. La realidad lo golpeaba con una dureza insoportable. Anna... la figura que los había guiado, la mujer que había sacrificado tanto por protegerlos, estaba ahora allí, sin vida.

—¡Anna! —gritó Axel con la voz quebrada, acercándose tambaleante a su cuerpo. Pero sus piernas lo traicionaron, y apenas logró dar unos pasos antes de desplomarse, sus lágrimas brotaban de manera incontrolable—. ¡Anna, por favor, no! —Axel intentaba acercarse a ella, pero el dolor lo mantenía paralizado.

Sylphy, con el rostro empapado en lágrimas, se arrodilló junto a Axel, sujetándolo antes de que cayera por completo. Lo rodeó con sus brazos, intentando contenerlo, aunque su propio corazón estaba roto. Las ninfas se acercaban lentamente, formando un círculo alrededor del cuerpo de Anna, susurrando oraciones antiguas, intentando encontrar algún consuelo en medio de la tragedia.

Jacob, con los ojos rojos de dolor, se inclinó sobre el cuerpo de Anna. Sus manos temblaban mientras intentaba levantarla con cuidado. La tristeza en su rostro era evidente, pero trataba de mantenerse firme. Sabía que alguien debía tomar el control, pero incluso para él, esto era demasiado. Cada movimiento parecía una herida más profunda en su corazón.

—Anna... —susurró Jacob mientras la levantaba—. Lo siento... no pude protegerte.

Axel observaba, sintiendo que cada segundo se alargaba como una eternidad. La impotencia lo consumía, el vacío en su pecho se hacía más grande con cada suspiro que daba. Miraba a Anna, esperando que despertara, que sus ojos dorados se abrieran una vez más, pero el frío silencio de la muerte lo abrazaba.

—¿Quién... quién hizo esto? —murmuró Charlotte entre sollozos, sus manos apretando el brazo de Nicolás con desesperación—. ¡¿Quién pudo ser tan cruel?!

Nadie tenía respuestas. La pregunta flotaba en el aire, como un eco de dolor que no hallaba alivio. La oscuridad de la noche parecía haberse filtrado en la mansión, opacando cualquier rastro de esperanza. El viento soplaba a través de la puerta abierta, como si el mundo mismo llorara por la pérdida de Anna.

Las ninfas comenzaron a recitar en susurros un antiguo canto funerario, lleno de melancolía y respeto. Sylphy, con una mano aún sobre el hombro de Axel, se unió al canto, su voz temblorosa pero firme, mientras las lágrimas seguían cayendo por su rostro.

Axel apenas podía procesar lo que estaba ocurriendo a su alrededor. El dolor era un peso insoportable en su pecho. Sus dedos temblaban, sus uñas se clavaban en sus palmas mientras intentaba contener las emociones que lo sobrepasaban. ¿Cómo había pasado esto? ¿Quién había sido capaz de arrebatarles a Anna de esta manera?

—¿Por qué... por qué la dejaron aquí? —la voz de Axel era un susurro quebrado—. ¿Por qué la dejaron... justo aquí?

Jacob, con los ojos llenos de tristeza, levantó la vista hacia Axel, sin una respuesta clara. Los secretos detrás de la muerte de Anna seguían ocultos, como una sombra que acechaba, pero Axel sabía que alguien, en algún lugar, se estaba riendo de su sufrimiento.

Nadie había visto quién había dejado el cuerpo. Nadie sabía cómo Anna había llegado hasta allí. Pero lo que todos sabían con certeza era que, en ese momento, algo se había roto en el corazón de los Salvatore.

El dolor de la pérdida, el vacío de la traición, y la furia latente por la injusticia llenaban la mansión, transformándola en un lugar de duelo y tragedia.

Mientras la lluvia comenzaba a caer con más fuerza, Sylphy miró a Axel, sus ojos llenos de compasión y pesar.

—Lo siento tanto... Anna era más que una amiga... era una hermana para nosotras —susurró Sylphy con voz ahogada, apretando con más fuerza el brazo de Axel.

—La encontraremos, Sylphy —dijo Axel con el alma rota, su voz apenas audible—. Encontraremos a quien hizo esto... y pagará.

Pero en ese momento, las lágrimas, el dolor y la impotencia eran lo único que Axel podía sentir.

Sangre de Demonio: El Legado de los SalvatoreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora