Capítulo 48: La Búsqueda de Respuestas

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El frío de diciembre se colaba por las ventanas de la mansión Salvatore. Era la noche antes de Nochebuena, pero el espíritu festivo estaba lejos de alcanzarlos. La mansión, envuelta en sombras y silencio, parecía más un monumento a las tragedias del pasado que un refugio para los últimos herederos de la familia. Axel caminaba por los pasillos con determinación, seguido de cerca por Charlote, quien no había dejado de mostrar un aire de incertidumbre desde su regreso.

—Axel, ¿estás seguro de esto? —preguntó Charlote mientras descendían por la antigua escalera de caracol que llevaba al sótano.

—Más que nunca —respondió Axel, con la mandíbula tensa—. No podemos seguir sin respuestas. Si queremos entender qué nos espera, debo saber todo sobre el legado de nuestra familia.

El frío sótano de la mansión Salvatore estaba lleno de ecos del pasado, sombras de secretos olvidados. Axel encendió una antorcha, iluminando estanterías llenas de antiguos grimorios y reliquias polvorientas. Había llegado el momento de desenterrar las respuestas que su familia había enterrado durante generaciones. Cada objeto, cada palabra que encontrara, lo acercaría más a la verdad... y a su destino.

Charlote caminaba tras él, observando con cierta nostalgia el lugar que alguna vez había sido parte de su infancia, antes de que todo se volviera caos. Había algo en el aire de ese sótano, algo familiar y, a la vez, aterrador.

—Hay algo aquí... —murmuró Charlote, sintiendo un escalofrío recorrer su cuerpo.

Axel no respondió de inmediato. En su mente, solo tenía un objetivo: encontrar las respuestas que lo habían eludido por tanto tiempo. En una esquina oscura, distinguió un gran lienzo cubierto con una sábana vieja. Se acercó lentamente, con el corazón acelerado, y con un rápido movimiento, retiró la tela.

Frente a ellos, una pintura desgastada por el tiempo revelaba dos figuras: una mujer con una presencia imponente, de largos cabellos rubios y ojos dorados que brillaban con un resplandor celestial. A su lado, un hombre alto de piel pálida, cabello oscuro y ojos azul brillante que parecían perforar el alma. Su expresión era misteriosa, con un toque de serenidad y autoridad, pero lo que más llamaba la atención eran esos ojos, cargados de un poder inconfundible, tan humanos y, al mismo tiempo, tan sobrenaturales. Su cabello caía en ondas perfectamente cuidadas, enmarcando un rostro hermoso, casi angelical, pero que guardaba un profundo misterio en sus facciones.

Llevaba un traje oscuro y elegante, con detalles dorados que resaltaban su porte aristocrático. En su cabeza, dos pequeños ornamentos adornaban su peinado, dándole una apariencia casi real, como si fuese un príncipe perdido en el tiempo. La luz de la antorcha hacía que sus ojos brillaran con una intensidad inquietante, y la conexión entre él y la mujer que tenía a su lado, Anna, era innegable.

—Anna... y Bursus... —susurró Axel, reconociendo de inmediato a Anna, la figura celestial que los había ayudado tanto. Pero el hombre a su lado, ahora revelado en su forma humana, era una figura que conocía de las historias más oscuras, y verlo así, en esta forma, lo desconcertó profundamente.

Charlote, que había estado contemplando la pintura en silencio, dio un paso atrás, con la mano cubriéndose la boca. Un recuerdo enterrado durante años había comenzado a desbloquearse en su mente. Los ojos de aquel hombre en la pintura, la manera en que su sombra había caído sobre ellos cuando eran niños. Era él. Bursus.

—Axel... —la voz de Charlote tembló—. Lo recuerdo... Ese hombre... Bursus. Él estaba allí el día que murieron nuestros padres. Apareció detrás de Anna... ¡Él fue quien nos ayudó a escapar!

Axel se quedó en silencio, su mente giraba intentando procesar la información. No era posible. Bursus, el ser oscuro y demoníaco que había causado tanto dolor en sus vidas, había sido su salvador... ¿o había algo más detrás de esa ayuda? ¿Por qué Anna, un ser celestial, estaría casada con alguien como él? Las preguntas se amontonaban en su mente, y la pintura parecía ser la clave de un pasado que Axel apenas comenzaba a entender.

Charlote, temblorosa, tocó la pintura con cuidado, como si al hacerlo pudiera revivir ese recuerdo perdido. Una ráfaga de imágenes llenó su mente: Bursus cargando a un joven Axel mientras Anna luchaba para abrir un portal. Sus padres gritando en la distancia, sacrificándose para que ellos escaparan. Bursus fue el hombre que los guio, pero la duda ahora era inevitable. ¿Por qué? ¿Qué había ganado con salvarlos?

—Todo lo que creímos... todo lo que sabíamos está... ¿equivocado? —murmuró Charlote, incapaz de aceptar lo que estaba viendo.

Axel, con los ojos fijos en la pintura, asintió lentamente. —Esto cambia todo.

La verdad que habían estado buscando no solo estaba enterrada en los secretos de la familia Salvatore, sino en una traición más profunda, un misterio que conectaba a Anna y Bursus, y quizás, su propio destino. Pero la pregunta más urgente que Axel no podía dejar de hacerse era: ¿Qué más les estaba ocultando Anna?

La noche antes de Nochebuena, un tiempo que debería estar lleno de paz y esperanza, se tornaba en un laberinto de sombras y secretos que podrían cambiar el destino de los Salvatore para siempre.

Sangre de Demonio: El Legado de los SalvatoreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora