Capítulo 46: El Regreso de Charlote

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La lluvia había cesado, pero el ambiente seguía cargado de un aire pesado y sombrío dentro de la mansión Salvatore. En la biblioteca, Axel, Anna y Jacob se encontraban sentados en un incómodo silencio, mientras las sombras de la chimenea bailaban en las paredes. Charlote, la hermana mayor de Axel, estaba de pie frente a ellos, con la mirada firme pero distante. A pesar de los años, había en ella algo diferente, una frialdad que la separaba de todo lo que alguna vez compartieron.

Axel aún no podía procesarlo del todo. Su hermana mayor, a quien creyó perdida para siempre, ahora estaba frente a él. Pero la distancia entre ambos era evidente, algo en su interior había cambiado para siempre. Finalmente, Charlote rompió el silencio.

—Supe que estabas aquí, Axel —comenzó, con un tono tranquilo pero firme—. Lo sentí. Fue como un frío que recorrió mi cuerpo y entonces, la única foto que tenía de nosotros cuando éramos niños cayó de la pared. Sabía que algo estaba cambiando... que ya no podía seguir ocultándome. Mi zorra espiritual, Vixia, también lo sintió. Se alteró de repente, como si algo en el otro mundo hubiera sido arrancado.

Axel la escuchaba atentamente, tratando de encontrar algo familiar en su tono, en sus gestos. Pero había una distancia emocional que él no lograba cruzar.

—¿Cómo llegaste aquí? —preguntó Axel, con una mezcla de confusión y curiosidad.

Charlote suspiró, sus hombros se tensaron como si estuviera a punto de revelar algo que había guardado durante demasiado tiempo.

—Huí —admitió, su mirada se desvió un momento hacia el fuego—. Después de la muerte de nuestros padres... no pude soportarlo más. Todo lo que nos rodeaba era muerte, oscuridad y caos. No quería saber nada de ese mundo. Así que me uní a un aquelarre, un grupo de brujas que mantienen el equilibrio de la naturaleza. Ellas me ayudaron a sellar mi otra naturaleza, mi parte vampírica. Lo único que quedó de mí fue la magia de bruja.

El aire se volvió más frío tras sus palabras. Axel sintió un nudo en el estómago. Anna, que había permanecido en silencio, no pudo ocultar más su enojo.

—¿Sellaste tu naturaleza? —preguntó, su voz cargada de incredulidad—. ¡Charlote, eres una Salvatore! ¿Cómo pudiste simplemente dejar de ser lo que eras? ¡Pensé que estabas muerta! ¡Te busqué! —Anna apretó los puños, su mirada llena de frustración—. Te protegí cuando eras niña... y tú decidiste esconderte, como si no existieras.

Charlote la observó en silencio, sus ojos reflejaban una tristeza profunda, pero no había rencor en su respuesta.

—Lo hice porque no veía otra salida —contestó Charlote, su voz más suave pero cargada de dolor—. Perdimos a nuestros padres, y vi cómo la oscuridad nos consumía a todos. No quería esa vida para mí. Sabía que si me quedaba, solo terminaría muerta o perdiendo lo poco de humanidad que me quedaba.

Jacob, que había estado callado todo este tiempo, no pudo evitar intervenir, claramente molesto por lo que estaba escuchando.

—Señorita al sellar tu otra naturaleza, estás rechazando lo que representa ser una Salvatore. No puedes simplemente huir de ello, Charlote. Su linaje es parte de algo demasiado grande, no algo de lo que puedas escapar.

Axel, sintiendo la tensión en el aire, decidió intervenir antes de que la discusión se intensificara más.

—Ella tiene derecho a hacer su elección —dijo Axel, mirando tanto a Anna como a Jacob—. Mi hermana ha sufrido tanto como nosotros. No podemos juzgarla por querer encontrar su paz de una manera diferente. Este mundo... —Axel hizo una pausa, pensando en todo lo que él mismo había vivido—. Este mundo está lleno de muerte, oscuridad y dolor. No la culpo por haber querido escapar.

Anna apretó los labios, claramente frustrada, pero finalmente asintió. Sabía que, aunque no compartía la decisión de Charlote, Axel tenía razón. Vivir en el mundo sobrenatural era una carga pesada.

Charlote, que había mantenido una actitud firme hasta ese momento, bajó la mirada un momento. En sus ojos brillaba algo parecido a la gratitud. Agradecía que, a pesar de todo, su hermano menor no la hubiera juzgado.

—Gracias, Axel —dijo con sinceridad, su voz temblaba ligeramente—. Tal vez nunca lo entiendan, pero huir fue la única forma que encontré de sobrevivir.

Axel asintió, sus emociones encontradas, pero sabiendo que, a pesar de todo, Charlote seguía siendo su hermana. Aunque sus caminos los hubieran separado durante años, ahora estaban juntos de nuevo, aunque fuera temporalmente. No obstante, algo oscuro seguía acechando en la distancia, algo que ninguno de ellos podía ignorar por mucho tiempo.

La tensión en la biblioteca parecía disolverse poco a poco, pero el peso de las palabras de Charlote y las emociones no resueltas seguían presentes en el aire. Axel miraba a su hermana, sabiendo que su regreso traería más preguntas que respuestas.

Sangre de Demonio: El Legado de los SalvatoreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora