Capítulo 61: La Brecha Creciente

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Unas cuantas horas habían pasado desde la brutal pelea entre Axel y Nathaniel, pero el eco de sus palabras aún resonaba en los pasillos de la mansión Salvatore. El ambiente estaba tenso, y aunque la mansión parecía haber vuelto a la normalidad, bajo la superficie todo estaba a punto de explotar.

Axel, sentado en su habitación, recordaba cada detalle de esa pelea. Había enfrentado a su hermano con una furia que no creía posible, pero las palabras de Nathaniel, especialmente las acusaciones de debilidad, seguían haciendo eco en su mente. Cada vez que cerraba los ojos, volvía a ese momento, a los golpes, a los insultos. No sabía cómo volver a conectarse con Nathaniel después de lo que había pasado.

Miró por la ventana. El invierno había cubierto el bosque de Ravenmoor con una capa de nieve fresca, pero en su interior solo sentía un frío que no podía deshacerse con el fuego de la chimenea.

Nathaniel, por su parte, había decidido aislarse. Pasaba las mañanas entrenando con su espada en los terrenos de la mansión, golpeando muñecos de madera con una furia que solo crecía cada día. Sabía que había exagerado en su confrontación con Axel y Charlotte, pero no podía evitarlo. La presión de proteger a su familia y al pueblo lo estaba consumiendo.

Esa mañana, mientras golpeaba un maniquí de entrenamiento, Jacob se acercó desde la mansión. El mayordomo lo observó en silencio durante unos momentos antes de hablar.

—Amo Nathaniel, no es mi lugar intervenir —comenzó Jacob con un tono respetuoso—, pero es evidente que esto no puede continuar. La pelea con Axel... va más allá de lo físico. Si siguen así, podrías perder a tus hermanos para siempre.

Nathaniel detuvo su ataque y miró a Jacob, apretando los dientes. —Jacob, no entiendes. Axel no está preparado, y Charlotte se niega a aceptar su destino. Los Salvatore no podemos permitirnos esas debilidades. Cada día que pasa, el enemigo se fortalece, y nosotros nos debilitamos.

—Lo entiendo, pero ellos no son tus enemigos. No los puedes empujar hasta romperlos —respondió Jacob con suavidad, aunque su mirada se mantenía firme—. Cada palabra que dices, cada vez que los empujas hacia la oscuridad, los estás alejando de ti, y al final, podrías estar luchando solo. Y eso, amo Nathaniel, sería una derrota mucho más dolorosa.

Nathaniel lanzó una mirada cargada de frustración. Sabía que Jacob tenía razón en alguna parte de su mente, pero no podía permitir que el miedo lo dominara. —Jacob, ya no puedo darme el lujo de preocuparme por los sentimientos de mis hermanos. Cada momento que pasa sin que se fortalezcan es una oportunidad más para que el enemigo los destruya.

—¿Y qué sucede si ese enemigo termina siendo el miedo que siembras en ellos? —preguntó Jacob con gravedad—. Si sigues empujándolos hacia un lugar oscuro, puede que ya no regresen. Y cuando finalmente necesites a tu familia, no estarán a tu lado.

Antes de que Nathaniel pudiera responder, Axel apareció en la escena. La tensión en el aire se intensificó al instante. El menor de los hermanos se acercó, con una expresión de frustración en su rostro.

—Jacob tiene razón, Nathaniel —dijo Axel, mirando a su hermano con una mezcla de rabia y tristeza—. Todo esto está desgarrando nuestra familia. Nos estás llevando al límite, y todo por una guerra que ni siquiera has intentado ganar juntos.

Nathaniel miró a Axel con desprecio. —¿Crees que esto es un juego, Axel? ¿Que todo se resolverá si somos una familia feliz? No entiendes lo que está en juego. Tú sigues aferrado a tu vida humana, a Nikole, a tus amigos. Mientras tanto, el enemigo se acerca, y tú ni siquiera lo ves.

Axel frunció el ceño. —No soy ciego, Nathaniel. Entiendo lo que está pasando, pero eso no te da derecho a tratarnos como soldados que puedes mandar a tu antojo. Somos tu familia, no tus peones.

—¿Familia? —Nathaniel soltó una risa amarga—. La familia no es débil, Axel. Tú y Charlotte no pueden seguir con estas ilusiones de tener una vida normal. No va a suceder. Esta es nuestra realidad. Somos Salvatore. Y si no lo entienden, morirán.

Antes de que Axel pudiera replicar, Charlotte apareció, habiendo escuchado la conversación desde la distancia. Su mirada estaba cargada de frustración y dolor. Ya no podía permanecer callada.

—¡Basta! —gritó Charlotte, interrumpiendo el enfrentamiento entre sus hermanos—. ¿Es que no se dan cuenta? Esta guerra, esta presión que sentimos... Nos está destruyendo desde adentro. No necesitamos enemigos, Nathaniel, si tú sigues empujándonos al borde.

Nathaniel la miró, furioso, pero Charlotte no se detuvo.

—Sé que te sientes responsable por nosotros, pero no puedes controlar cada aspecto de nuestras vidas. No soy una cobarde por no querer romper el sello, y Axel no es débil por amar a Nikole y proteger a sus amigos. Tú eres el que no está viendo el panorama completo.

Nathaniel apretó los puños, pero antes de que pudiera responder, Charlotte continuó. —Y no te atrevas a llamarme cobarde otra vez. Sé lo que soy y lo que he pasado. No huiré más, pero tampoco me dejaré arrastrar por esta guerra sin sentido.

El silencio cayó entre los tres, pero estaba claro que la fractura entre ellos solo se estaba haciendo más profunda. Axel miró a Charlotte, agradecido por su intervención, pero sabía que las palabras de Nathaniel no desaparecerían tan fácilmente.

—Nathaniel, no podemos seguir así —dijo Axel, dando un paso hacia su hermano—. Si seguimos luchando entre nosotros, no habrá nada que los enemigos necesiten hacer. Nos habremos destruido por nuestra cuenta.

Nathaniel no respondió de inmediato. En su interior, la lucha entre proteger a su familia y el miedo a perderlos lo consumía. Finalmente, dejó caer la espada que sostenía con un gesto frustrado y se dio la vuelta, alejándose de sus hermanos sin decir una palabra más.

Jacob observó la escena con una mezcla de preocupación y tristeza. Sabía que, aunque las heridas estaban expuestas, curarlas sería un proceso largo y doloroso.

Axel y Charlotte se quedaron en silencio unos momentos, hasta que Axel rompió el silencio.

—Esto no puede seguir así —dijo, mirando a su hermana con determinación—. Tenemos que encontrar la forma de unirnos, antes de que sea demasiado tarde.

Charlotte asintió, sus ojos llenos de lágrimas no derramadas. Sabía que Axel tenía razón, pero también sabía que el camino hacia la reconciliación sería largo y doloroso. Sin embargo, no tenían otra opción.

El enemigo acechaba en las sombras, y los Salvatore tendrían que enfrentarlo unidos, o caerían uno por uno.

Sangre de Demonio: El Legado de los SalvatoreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora