Nathaniel salió del bar, sus pensamientos eran un caos. Sabía que lo que acababa de hacer no tenía justificación, pero el hambre, el vacío, la sed... eran más fuertes que él. Cada paso que daba lo alejaba de la realidad que alguna vez conoció. La lluvia caía con mayor intensidad, empapando su ropa y haciendo que el frío se filtrara hasta sus huesos. Quería correr, desaparecer, alejarse de lo que se estaba convirtiendo. Pero cuando dio la vuelta detrás del bar, algo detuvo sus instintos de huida.
Unos metros delante de él, un grupo de motociclistas estaba reunido, sus voces resonaban en la noche. Eran cuatro hombres, todos con chaquetas de cuero y risas burlonas. Entre ellos, una joven luchaba por liberarse, asustada y desesperada. Los hombres la rodeaban, haciendo comentarios obscenos mientras ella intentaba zafarse.
Nathaniel se detuvo, observando la escena. Su mente todavía nublada por la sed de sangre, sintió cómo su lado vampírico tomaba el control una vez más. Pero esta vez, no era solo la sed lo que lo impulsaba, sino algo más oscuro, algo más primitivo. Miró a la chica, asustada y vulnerable, y sintió una mezcla de emociones contradictorias. Podría salvarla... pero en el fondo sabía que no sería por altruismo.
Los motociclistas no se dieron cuenta de su presencia hasta que Nathaniel estuvo casi sobre ellos. Uno de los hombres levantó la cabeza, su expresión cambió al verlo acercarse.
—¿Qué demonios quieres, amigo? —preguntó el líder del grupo con una risa arrogante—. Esta no es tu fiesta.
Nathaniel no respondió. Sus ojos, ya brillando con un tono carmesí, se fijaron en el hombre que hablaba. Su parte humana intentaba resistirse, pero el vampiro en él ya había decidido lo que debía hacer. En un abrir y cerrar de ojos, Nathaniel se movió. Su velocidad era sobrehumana, y antes de que los motociclistas pudieran reaccionar, él ya estaba frente al líder.
—¿Qué demonios eres...? —el hombre intentó preguntar, pero no pudo terminar la frase.
Nathaniel lo sujetó por la garganta, levantándolo del suelo con una facilidad aterradora. El hombre luchó, pataleando en el aire, pero Nathaniel no mostró ninguna compasión. Su mirada estaba vacía, consumida por la sed. Sin vacilar, hundió sus colmillos en el cuello del hombre, y el sabor de la sangre lo llenó de una satisfacción oscura.
Los otros motociclistas intentaron huir, pero Nathaniel los interceptó sin esfuerzo. Uno tras otro, los derribó, moviéndose con una gracia letal, como si fuera un depredador en su hábitat natural. Atrapó al segundo hombre antes de que pudiera correr, bebiendo de él hasta la última gota de vida. No sentía remordimiento, ni culpa. Solo una satisfacción abrumadora mientras la sangre alimentaba la oscuridad dentro de él.
La chica, paralizada por el miedo, observaba la escena con horror. Los motociclistas que la acosaban ahora yacían muertos en el suelo, sus cuerpos desangrados, pero el verdadero monstruo estaba frente a ella. Intentó correr, pero Nathaniel levantó la mirada y, con solo un gesto, la detuvo. Sus ojos carmesí brillaban intensamente mientras pronunciaba unas palabras suaves pero imponentes.
—No te vayas... —murmuró Nathaniel, usando su poder para controlar su mente—. Quédate conmigo.
La chica, atrapada en su poder, dejó de luchar. Sus movimientos se detuvieron, su mirada perdida. Nathaniel se acercó a ella lentamente, sus pasos apenas hacían ruido en la lluvia que caía. El vampiro dentro de él rugía, ansiando terminar lo que había comenzado.
—No dolerá... —susurró, con una frialdad que lo sorprendió incluso a él.
Sujeto a la chica por los hombros, inclinó su cabeza hacia un lado, exponiendo su cuello. Nathaniel podía oler el miedo en su sangre, y eso solo lo incitaba más. Mientras sus colmillos descendían hacia su piel, una pequeña chispa de humanidad dentro de él trató de detenerlo, pero ya era demasiado tarde. La sed, la oscuridad, lo habían consumido por completo.
Con un último acto de desesperación, mordió su cuello, bebiendo lentamente, disfrutando cada gota mientras la vida de la chica se desvanecía. Ella no luchó, no gritó. Su mente estaba controlada por el poder de Nathaniel, y eso lo hizo aún más oscuro, aún más vacío.
Cuando terminó, dejó caer el cuerpo inerte de la chica al suelo, junto a los motociclistas muertos. La lluvia seguía cayendo, lavando la sangre de sus labios y manos, pero no podía lavar la mancha en su alma. Nathaniel miró a su alrededor, viendo los cuerpos desparramados a su alrededor. Sabía que había cruzado un límite del que no había retorno.
El monstruo en él había ganado. Y lo peor de todo, ya no sabía si le importaba.
Nathaniel se alejó del lugar, caminando lentamente bajo la lluvia. No miró atrás. Ya no había nada que pudiera redimirlo, nada que pudiera devolverle lo que alguna vez fue. La oscuridad lo había consumido, y ahora era solo cuestión de tiempo antes de que la sed lo llevara aún más lejos.
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Sangre de Demonio: El Legado de los Salvatore
RandomNovela de Sangre De demonio En el oscuro y misterioso pueblo de Ravenmoor, un joven llamado Axel Salvatore descubre un legado que cambiará su vida para siempre. Tras la muerte de sus padres adoptivos, Axel recibe una carta que lo conduce a este pue...