No me separé de Kieran en todo el día. Permanecí a su lado, observando cada respiración, cada movimiento, temiendo que en cualquier momento el veneno pudiera reclamar su vida. A medida que pasaban las horas, su rostro iba recuperando color, por fin volvía a tener su color saludable. Sin embargo, la mejoría física no era igual a su estado emocional.
Antes de dormirse, Kieran había estado llorando y pataleando, sacudiendo su pequeño cuerpo por una rabia que nunca antes había visto en él. Estaba frustrado, dolido y muy enfadado, más de lo que nunca le había visto.
—¡Quiero ver a Nefely! —gritaba una y otra vez, con una voz ronca por el constante lloro—. ¡Prometiste que podría quedarse!
Cada vez que pronunciaba el nombre de la bruja, me enfurecía, no soportaba escucharlo. ¿Qué le había hecho a mi hermano pequeño? ¿Qué tipo de hechizo había usado para ganarse su confianza de esa manera?
—Kieran, por favor, intenta entender. Esa mujer es peligrosa. No puedes confiar en ella.
Pero mis palabras solo parecían irritarlo más. Su mirada reflejaba una profunda decepción, al tiempo que me desafiaba con los ojos, como si mis opiniones carecieran por completo de valor.
—¡Tú no lo entiendes! —gritó, golpeando la almohada con sus pequeños puños—. ¡Ella es mi amiga! ¡Me salvó!
—Te salvó del veneno que ella misma te hizo tomar.
En cuanto las palabras salieron de mi boca, me arrepentí. Vi cómo el rostro de Kieran se contraía de dolor, como si lo hubiera golpeado físicamente.
—¡Mientes! —sollozó—. Nefely nunca me haría daño. Eres... eres cruel, Aeran. ¡Te odio!
Nunca, en todos sus años de vida, Kieran me había dicho algo así. Sentí cómo el mundo se tambaleaba bajo mis pies. ¿Realmente me merecía aquello? Solo intentaba protegerle.
No comprendía bien qué era lo que la bruja le había hecho, pero estaba seguro de que todo era culpa suya. Había embrujado a mi hermano, había plantado ideas en su cabeza inocente, había envenenado no solo su cuerpo, sino también su mente.
Mientras Kieran finalmente caía en un sueño intranquilo, agotado por el llanto y el malestar, me quedé sentado a su lado, observando su rostro. ¿Cómo había llegado a esto? ¿Cómo podía proteger a mi hermano de una amenaza que él no podía ver?
Mis ojos se posaron en sus manos, ahora limpias de las bayas que casi le costaron la vida. ¿Cómo se le ocurrió salir con su dragón? La pregunta se repetía en mi mente, mezclándose con una culpa que amenazaba con ahogarme. ¿Cómo es que nadie se dio cuenta? Yo, que había jurado protegerlo, que había prometido a nuestros padres cuidar de él, había fallado de la manera más evidente.
Los «y si» se agolpaban en mi mente, cada uno más aterrador que el anterior. Podía haberle pasado algo mucho más grave, podía haberse caído de las alturas, podía haberse perdido en el bosque sin que nadie lo supiera. La imagen de Kieran, solo y asustado, enfrentándose a peligros que ni siquiera podía imaginar, me atormentaba.
ESTÁS LEYENDO
El Canto de la Alisma
FantasiAeran, rey de Dragio, ha pasado su vida negando la leyenda de la Alisma: una unión mística que promete el poder absoluto a quien encuentre a su otra mitad. En su reino, la guerra se cierne como una sombra, y mientras sus enemigos se fortalecen, él s...