Preparar un baile no era tarea sencilla. Implicaba invitar a las casas nobles del reino, sabiendo que no todas aceptarían la invitación. Sin embargo, estaba seguro de que al menos tres de ellas honrarían el evento con su presencia. La responsabilidad de asegurar que todo saliera perfecto. Debía dar indicaciones precisas, instruir a mis hermanos en el protocolo adecuado, coordinar con las doncellas para que todo estuviera impecable, y asegurarme de que cada persona que diera vida al baile entendiera su papel.
El castillo se había convertido en un gallinero de actividad frenética. Los sirvientes corrían de un lado a otro, cargando pesadas telas para decorar el salón principal. El aroma de los manjares que se preparaban en las cocinas inundaba los pasillos, mezclándose con el sonido metálico de la cubertería siendo pulida. Las voces se elevaban en un crescendo de preguntas, órdenes y, ocasionalmente, quejas.
En medio de este caos orquestado, sentí la necesidad imperiosa de encontrar un momento de soledad. Anhelaba un instante de paz donde pudiera escuchar mis propios pensamientos, lejos de las demandas incesantes de mis responsabilidades reales. Mis pasos me llevaron, casi sin darme cuenta, hacia mi sala privada.
Allí, en la esquina, como un fantasma de tiempos pasados, descansaba el arpa que había abandonado hacía tantos años. La vi y sentí cómo mis dedos cosquilleaban, ansiosos por acariciar sus cuerdas una vez más. Siempre había sentido esta añoranza al ver a Avery tocar, pero ahora la sensación era más intensa, como si una inspiración largamente dormida hubiera despertado de repente. Y, en efecto, así era.
Con un movimiento fluido, me senté en el taburete, colocando el arpa sobre mis piernas e inclinándola ligeramente. Cerré los ojos y tomé una respiración profunda, dejando que los recuerdos fluyeran a través de mí. Mis dedos se posaron sobre las cuerdas para acariciarlas.
La primera melodía que brotó de mis manos fue el latido de su corazón. El ritmo constante y único de Nefely, que no abandonaba mis pensamientos, que mis dedos habían estado recreando inconscientemente durante días. Comencé a tocar, y los latidos de su corazón se transformaron en música bajo mis manos.
Las notas vibraron en la sala, llenando el espacio con una melodía que era a la vez familiar y completamente nueva. Cada acorde parecía resonar con la esencia misma de Nefely, capturando su fuerza, su calidez, su misterio. La música me envolvió, transportándome a un lugar donde solo existíamos ella y yo, unidos por esta sinfonía nacida de su propio ser.
Cada nota que arrancaba del arpa me relajaba más, me conectaba más profundamente con Nefely, aunque ella no estuviera presente. Era como si, a través de la música, pudiera tocar su alma.
Cuando la última nota se desvaneció en el aire, supe que no podía permitir que esta creación se perdiera. Con manos temblorosas por la emoción, busqué pergamino y pluma para transcribir la melodía. Cada nota, cada pausa, cada crescendo y disminuyendo... todo quedó plasmado en el papel, un testimonio de mis sentimientos.
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El Canto de la Alisma
FantasyAeran, rey de Dragio, ha pasado su vida negando la leyenda de la Alisma: una unión mística que promete el poder absoluto a quien encuentre a su otra mitad. En su reino, la guerra se cierne como una sombra, y mientras sus enemigos se fortalecen, él s...