Extendió su mano hacia mí con una orden silenciosa que no admitía réplica.
Tomé su mano, sintiendo la calidez de su piel contra la mía. Sin mediar palabra, me llevó al centro de la pista, colocando su otra mano en mi cintura con firmeza. Comenzamos a movernos al ritmo de la música. Yo guardaba silencio, negándome a confesar lo incómoda que me había sentido bailando con otro, aunque sabía que él lo había notado.
—¿Te diviertes? —preguntó Aeran.
—Bastante. ¿Y tú? ¿Disfrutas observando desde tu trono?
Sus dedos se tensaron ligeramente en mi cintura, acercándome más a él. Nuestros cuerpos estaban ahora tan cerca que podía sentir el calor emanando de su pecho.
—No particularmente. —No dejaba de mirarme directamente a los ojos—. No cuando tengo que ver cómo otros te tocan.
Sentí un escalofrío recorrer mi espalda ante la intensidad de su mirada, pero mantuve mi expresión desafiante.
—Oh, qué pena —dije con falsa simpatía—. Quizás deberías buscar una pareja de baile. Estoy segura de que hay muchas damas ansiosas por una oportunidad.
Aeran me hizo girar bruscamente, atrayéndome de vuelta a sus brazos con más fuerza de la necesaria. Su rostro estaba ahora a centímetros del mío.
—Sabes muy bien que no puedo evitar las propuestas si no estoy casado.
—Y tú sabes que no puedo rechazar a otros si no estoy con nadie —contraataqué, clavando mis dedos en su hombro.
Seguimos moviéndonos al ritmo de la música, nuestros cuerpos iban en perfecta sincronía a pesar de la tensión.
—¿Es eso lo que quieres? ¿Estar con alguien? —Su voz se tornó grave, casi peligrosa, como si la mera idea le causara un dolor físico—. ¿O es que disfrutas torturándome con la idea de verte en brazos de otro?
Sentí cómo su mano en mi cintura se deslizaba lentamente hacia mi espalda baja, un gesto sutil, pero íntimo que envió una corriente eléctrica por todo mi cuerpo. Tragué saliva, porque aquella pregunta era muy difícil; conociendo mi futuro, no sería justo para nadie.
—Quizás. ¿Y tú, Aeran? ¿Qué es lo que quieres?
Su mirada se intensificó, recorriendo mi rostro como si quisiera memorizar cada detalle. Sentí cómo su pulgar acariciaba suavemente la piel expuesta de mi espalda.
—Quiero que dejes de jugar con fuego, Nefely —murmuró, inclinándose para hablar directamente en mi oído—. No sabes lo que provocas en mí. Cada sonrisa tuya me consume, cada roce accidental me enloquece. Estoy al borde de un abismo, y tú eres la única que puede salvarme o empujarme al vacío.
—¿Yo? —pregunté, fingiendo inocencia mientras deslizaba mi mano desde su hombro hasta su pecho, sintiendo el latido acelerado de su corazón—. ¿Cuántos matrimonios te han ofrecido en una sola noche? ¿Y a ti te molesta que yo pueda bailar con otro?
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El Canto de la Alisma
FantasyAeran, rey de Dragio, ha pasado su vida negando la leyenda de la Alisma: una unión mística que promete el poder absoluto a quien encuentre a su otra mitad. En su reino, la guerra se cierne como una sombra, y mientras sus enemigos se fortalecen, él s...