Aeran, rey de Dragio, ha pasado su vida negando la leyenda de la Alisma: una unión mística que promete el poder absoluto a quien encuentre a su otra mitad. En su reino, la guerra se cierne como una sombra, y mientras sus enemigos se fortalecen, él s...
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El salón del consejo bullía de actividad, las voces de mis asesores se mezclaban en un coro de opiniones y debates. La larga mesa de roble, pulida hasta brillar, estaba rodeada por hombres cuyas decisiones moldearían el futuro de nuestro reino. Sin embargo, mi mente estaba dividida, atrapada entre la imagen persistente de la bruja y la preocupación constante por mis hermanos.
Thorak, mi consejero militar y jefe de mi guardia, se puso de pie, su imponente figura captó la atención de todos los presentes.
—Majestad, los informes de nuestros exploradores fueron preocupantes. Gélidia ha aumentado su presencia militar en la frontera. Debemos considerar seriamente reforzar nuestras defensas.
Neval, siempre astuto, asintió en acuerdo.
—Concuerdo con Thorak. Además, sugiero que consideremos evacuar las aldeas fronterizas. Si Gélidia está planeando un ataque, esos serían los primeros lugares en caer.
—¿Evacuar? —interrumpió Garrick, el consejero de agricultura, su rostro estaba arrugado por la preocupación—. Esas aldeas son cruciales para nuestra producción de alimentos. Si las abandonamos, podríamos enfrentar una escasez de suministros.
Baldric, el consejero de finanzas, se aclaró la garganta.
—Sin mencionar el costo económico de tal empresa. Mover a tantas personas y reubicarlas pondría una tensión considerable en nuestro tesoro.
—El costo de no actuar podría ser mucho mayor —argumentó Zephyr, el consejero de asuntos exteriores—. Si perdemos esas aldeas ante Gélidia, no solo perderemos recursos, sino también posición estratégica.
Alastair, el consejero de justicia, intervino con voz calmada.
—Debemos considerar también las implicaciones legales. Forzar a la gente a abandonar sus hogares podría ser visto como una violación de sus derechos.
—A veces, la ley debe doblegarse ante la necesidad —replicó Neval—. La seguridad del reino debe ser nuestra prioridad.
Ezran, el consejero espiritual, habló entonces.
—No olvidemos el impacto moral en nuestra gente. El miedo y la incertidumbre pueden ser tan dañinos como cualquier enemigo exterior.
—Quizás —intervino Thorne, el consejero de comercio—, podríamos considerar un enfoque más sutil. Aumentar el comercio en esas regiones, mover más mercancías y personas. Podríamos fortalecer nuestra presencia sin alarmar a la población.
Cedric, el consejero de educación, asintió en acuerdo.
—Y podríamos enviar más maestros y sabios a esas aldeas. El conocimiento es poder, y una población educada es más resistente.
—Todo eso está bien —interrumpió Thorak, su paciencia claramente agotándose—, pero no nos protegerá de las espadas y las flechas de Gélidia. Necesitamos una respuesta militar contundente.