El invierno ha llegado.

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¡Buenas!

Este capitulo es algo largo, pero espero les guste. Transcurre más o menos entre mediados del 299 y principios del 300.

-X-

Harry XXXIX

El caballo favorito de Harry trotaba con suavidad por el patio mientras abandonaba la comodidad de Fuerte Pardo hacía la ciudad del Valle Oscuro, con sus olores a sal y brea, bajo un manto blanco de la nieve que había caído la noche anterior. Tenía guardias con él, con capas blancas y cascos en forma de huargos, que le seguían de cerca.

Atravesaron las concurridas calles de la ciudad. La Guardia Civil del Valle Oscuro tenía posiciones bien ocupadas entorno a las calles para evitar que alguien se acercase sin su permiso, aunque no estaba particularmente ocupado por eso, sino por los pequeños pajaritos que podía haber ocultos entre la muchedumbre. Solo el día anterior, había descubierto dos pequeños espías de la Araña tratando de husmear entre sus asuntos.

«Son bastante fastidiosos».

Avanzaron hacía la zona de los herreros. Un comediante subido en unos zancos se movía entre la multitud como un insecto gigantesco, entre el griterío de una horda de niños descalzos que lo seguían; debían tener los pies helados pero aquello no los detuvo. Cerca de allí, un par de niños que no serían mayores que Damon, su hijo de tres años, casi cuatro, se batían en duelo con palos, rodeados por los gritos de ánimo de unos y las maldiciones furiosas de otros. Cuando lo vieron acercarse los niños se disculparon y corrieron de regreso con sus padres, poniendo fin a la contienda.

Harry se río entre dientes.

«Mi querido pueblo».

A la sombra del muro los granjeros pregonaban la mercancía de sus carretas: «Manzanas, las mejores manzanas, serían baratas aunque costaran el doble»; o «Melones, dulces como la miel», o «Patatas, cebollas, ajos, que se acaban, que se acaban». Como de costumbre, a Harry siempre le ofrecían de regalo unas cuantas; las acepto, y luego ordeno a sus guardias que les pagasen tres veces el valor de los alimentos.

Harry se alejó de la plaza hasta llegar a la Casa del Acero y del Carbón, donde el gremio de herreros de aquella ciudad tenía su sede, en medio de fraguas al aire libre, un calor inmenso y golpeteos de martillos. Cuanto más ascendían, más grandes eran los edificios. La sede gremial era una gran casa de madera y yeso cuyos pisos superiores descollaban sobre la calle estrecha. La doble puerta de la entrada era de ébano y arciano, y tenía tallada una escena de caza. Un par de caballeros de piedra montaban guardia en la entrada, sus armaduras eran unas hermosas obras de brillante acero rojo que los transformaban en un lobo y un león.

Entró a la casa.

-¡Lord Aryan Stark, Señor de Invernalia y del Valle Oscuro!

Los herreros, armeros y comerciantes de hierro hincaron la rodilla en el suelo.

«Son muchos, más que la última vez», no dejo de notar.

Supuso que era de esperar. En los últimos tiempos se había corrido la voz de que lord Aryan Stark estaba contratando herreros y, especialmente, armeros, a los cuales pagaba diez veces más de lo normal por sus servicios. También les proveía de hierro, cobre y carbón muy barato, con lo que la industria metalúrgica en los territorios de los Stark se había disparado, en detrimento de Desembarco del Rey y Lannisport.

«Y los quiero solo por un objetivo».

-Sé que todos estamos muy ocupados, así que no perdamos más tiempo-dijo Harry sin detenerse a saludar ni nada. Les indico que se levantasen-. Maestre Sallador, su reporte.

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