Se Acerca el Invierno

Y danzaron los dragones.

Tenemos un cap con Daenerys. Primero, y tal vez unico, de esta historia.

Espero les guste.

-X-

Daenerys I.

Transcurrieron once días desde que se enviaron las cartas cuando su sobrino, el Príncipe Aegon, acudió a ver al Rey.

-Querido padre-dijo él, arrodillándose junto al lecho regio-. Estoy aquí. Tu hijo y heredero.

Dany pensó que no por mucho tiempo, distraídamente. Su atención estaba fija en Rhaegar, que ni siquiera había reparado en la llegada de su hijo: solo se removía en la cama, gemía y se quejaba. Había un insoportable hedor a enfermedad, a pus y orina.

Se inclinó con un paño húmedo para limpiar el sudor de su frente. Tenía el cabello demasiado largo. Tal vez sería más higiénico cortárselo, al menos hasta que se recuperase.

«Tiene que recuperarse. Es un dragón, es el dragón».

-¿Cómo esta él?-pregunto Aegon, con ojos tristes-. ¿Por qué solo estas tu aquí? ¿Dónde están la Reina, Pycelle y los demás?

«Porque alguien tiene que amar al Rey», pensó Dany. Y en aquel nido de víboras que era Desembarco del Rey, Daenerys hacía mucho tiempo había aceptado que solo ella profesaba sincero afecto por Su Majestad.

-Pycelle dice que jamás ha visto enfermar a nadie tan deprisa-respondió, en cambio-. Organizamos un gran banquete por las noticias de que la esposa de Aemon está embarazada. Sí lo hubieses visto aquel día... ¡Como resplandecía de orgullo por la noticia de que sería abuelo! Y poco tiempo después cayó falta de aliento. La enfermedad le inflama las entrañas. Lo abrasa por dentro.

Rhaegar apenas comía, y durante la noche no dejaba de retorcerse y soltar gritos de dolor. Para que bebiese algo, había que humedecerle los labios. Dany notaba que su rostro estaba cada día más macilento. Cada mañana parecía tener nuevas arrugas, signos de un inmenso dolor que no estaban allí el día anterior. Y, además, el silencio. Aquel silencio la llenaba de miedo. Rhaegar no profería palabra alguna; solo quejidos, alaridos de dolor.

Ella trato de hablarle los primeros días, sin resultado alguno; había permanecido con el Rey día y noche, ocupada en atender las necesidades que lograba expresar, darle agua y la leche de la amapola cuando tenía fuerzas para beber, consolarlo cuando el dolor era evidentemente demasiado, y leerle cuando se quedaba callado. Dormía en la silla, a su lado. La Reina había asignado doncellas para tales tareas, pero Daenerys desconfió de ellas al instante y pidió permiso para licenciarlas.

-Tú has lo que desees-replico la Reina Lyanna-. Sí es tu deseo atender a un enfermo en sus últimos días, no te lo impediré.

Pycelle acudía tres veces al día, pero últimamente no tenía nada nuevo que decir o hacer.

-Él no puede morir, Aegon-suplico Dany, desconsolada-. ¿Qué será de todos nosotros si mi hermano muere? ¿Quién me protegerá?

-Yo te protegeré, tía mía-replico Aegon después de fruncir los labios con amargura-. Sí mi padre muere, yo lo sucederé como Señor de los Siete Reinos. Y tú siempre tendrás un lugar a mi lado, en mi corte. Eso, en tanto pueda contar contigo... y tu dragón.

Daenerys se sobresaltó.

-¿Rompetormentas? ¿Qué pasa con él?

-No eres ninguna idiota, Daenerys-dijo Aegon. Era guapo, más que cualquier otro hombre, pero aquellos ojos eran duros como la piedra-. Sí mi padre muere, sabes lo que sucederá. ¿Por qué si no preguntarías quien te protegerá? Confió en evitar una tragedia. Aemon es mi hermano, jamás me robaría lo que me corresponde por legítimo derecho-Suspiro hondo-. Pero sí la peor llegase pasar, tú y tu dragón serían importantes activos para mi causa. Y yo prometo ser generoso con aquellos que me apoyen.