Epílogo: Magnus Chase

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Magnus despertó en su habitación del Hotel Valhalla. La luz entraba por las cortinas. Estaba solo, pero había algo extraño en el ambiente; se sentía observado. Se levantó de la cama y caminó alrededor para ver si encontraba algo. Su cabeza le molestaba y se sentía con el cuerpo adolorido, pero sus instintos eran más fuertes. En el fondo de la habitación, vio algo moverse y caminó hasta ahí.

—¿Magnus, ya reviviste? —Abre la puerta Alex, como si fuera su habitación—. Espero que esta vez no te quejes como princesa por haberte cortado el cuello, otra vez.

Magnus vio a Alex y empezó a llorar. No sabía por qué, pero una nostalgia le tomó por sorpresa. Abrazó a Alex con todas sus fuerzas como si este fuera a desaparecer. Su novio le devolvió el abrazo un poco extrañado.

—¿Qué te pasa? —le pregunta.

—Nada, es que tuve un mal sueño.

Los días siguientes, Magnus no podía dejar esa sensación de que olvidó algo muy importante, además de que lo estaban observando desde lejos. Trataba de mantenerse ocupado en Chase Space, el hotel y sus amigos; pero, aún así, algo dentro de él le decía que estaba más acompañado de lo normal.

Hasta que, un día, empezaron las clases de otoño y vio a una niña con dos lazos azules caminando. Magnus se le quedó viendo, extrañado. La imagen de sus recuerdos lo atormentan y cayó en la acera. La espada Jack fue quien lo encontró desmayado.

—¡Alex! —empezó a gritar Jack, la espada.

En su habitación, Magnus veía las hojas caer. Estaba volviéndose loco. Afuera todo parecía normal, pero a él le faltaba algo. Mientras bajaba el sol en el horizonte, una figura femenina le empezó hacer señas en el patio del Chase Space.

—Jack, hay una chica allá abajo —dijo Magnus y la espada se acercó hasta la ventana—. ¡Dime que la ves!

—No la veo, Magnus. No tengo ojos —grita Jack—. Pero siento una presencia muy poderosa: Alguien ya conocido.

Magnus tomó a Jack y bajó hasta el patio, donde Dana lo esperaba. Tenía la forma de adolescente con su cabello azul trenzado.

—¡Magus! —lo llamó corriendo hacia el amanecer.

Magnus la siguió con Jack en la mano. La espada gritaba que lo estaban secuestrando, pero juntos entraron al reino del Sol. Dentro, Magnus recobró todas sus memorias; aquello que le daba dolor de cabeza desapareció y se sintió despierto después de mucho tiempo. Cuando cruzó el umbral de la luz y cayó en unas ruinas.

—¿Dónde estamos? —preguntó Magnus.

—¡Sácanos de aquí, Magnus! —grita Jack, preocupado—. Aquí nadie debe estar.

La melodía de un violín empieza a sonar, una melodía relajante que atrae a Magnus. Justo en medio de las ruinas está Equus tocando el violín. Esta vez no utilizaba ninguna máscara, ya que no era permitido.

—¿Tú eres el hijo de Percy y Annabeth? —pregunta Magnus.

—¿CÓMO? —pregunta Jack—. ¿NO SON ADOLESCENTES ESOS DOS?

Magnus lo ignoró.

—Hola Magnus —comienza Equus—. Bienvenido a la ruinas del palacio de oro de Helios.

Magnus sintió que este Equus no era el mismo de siempre. Ahora era más maduro y misterioso. ¿De dónde había sacado ese violín y qué hacía en las ruinas del palacio de un dios?

—¿Y Dana? —preguntó Magnus.

—La verás cuando vuelvas. Ella no puede entrar aquí. Solo los que tienen sangre del Sol y yo. —Equus bajó de la ruina donde estaba subido—. Acompáñame, por favor.

Magnus mantuvo su distancia con el chico; no podía confiar en él. Aún así, lo siguió hasta lo que parecía el centro de lo que fue el palacio. Ahí se encontraba un pedestal con la corona de ámbar.

—¿Esa es la corona del príncipe? —pregunta Jack—. Creí que fue destruida cuando el templo cayó.

—En teoría, solo desapareció —dice Equus ocultando una risa—. Verás que el tiempo en el espacio es muy complicado, ustedes viajaron al futuro donde la corona de ámbar se desvanece. Pero, en su presente, la corona está aquí, esperando a su portador que aún no nace.

—¿Y eso qué tiene que ver conmigo? —pregunta Magnus.

Equus saca de su bolsillo el sonajero que la diosa Hathor le había dado.

—Cuando el príncipe nazca, será apartado de sus padres. Una persona lo guiará en la senda de la magia oscura, pero tú lo encontrarás y le enseñarás a ser un digno príncipe del sol. —Equus coloca el sonajero en las manos de Magnus—. Luego, lo guiarás acá para que tome su puesto.

—¿Cómo sabes todo esto? —pregunta Magnus observando el artefacto—. Yo no soy...

Equus y el palacio desaparecieron apenas Magnus vio al frente. Nuevamente se encontraba en el patio con Jack en una mano, excepto que ahora llevaba el sonajero en la otra. El sol se ponía en su cara dejándolo un poco ciego.

—... digno —terminó su interrumpida frase.

—Eso fue extraño —comenta Jack.

—¡Magus! ¡Te encontré! —grita Dana detrás de ellos, ahora con la apariencia de una niña de seis años. Viene acompañada de Alex. Dana corre hasta sus brazos y Magnus la alza—. Hermano.

—Ustedes son muy malos para las escondidas —bromea Alex.

—Creo que es hora de cenar —dice Magnus y caminan juntos al Chase Place.

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