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Matthew, ya en casa, despertó de golpe, su pecho subía y bajaba como si acabara de correr kilómetros.

Se sentó en la cama, el sudor frío le empapaba la frente. La penumbra de su habitación apenas se rompía con los débiles rayos de luz que entraban a través de la cortina mal cerrada.

El recuerdo del sueño aún lo atenazaba, tan vívido que podía sentir el calor de unas manos que no eran reales... pero habían parecido serlo. 

En el sueño, Alex había estado allí, tan presente como lo había sido en aquellos años que intentaba olvidar.

Podía ver sus ojos de nuevo, ese azul que siempre le había costado enfrentar, la sombra del resentimiento siempre latente.

Estaban en un espacio que no reconocía, pero que se sentía como un lugar seguro, su lugar seguro, un espacio compartido.

Matthew recordaba haber sentido el tacto de las manos de Alex recorriéndole la espalda, la cintura, e incluso la parte interna de los muslos, un toque ardiente y familiar, casi demasiado para soportarlo.

Cada movimiento había sido tan real que su piel aún parecía arder. 

— Te extrañé — había susurrado Alex en el sueño, su voz era tan suave como grave y cargada de emoción reprimida.

Matthew no había respondido, incapaz de hacerlo. Solo recordaba haber cedido a un beso desesperado, casi hambriento, como si ambos intentaran llenar el vacío de esos cinco años en un solo instante. El sabor, el aroma, incluso el ritmo del corazón de Alex, todo seguía tan intacto en su mente que lo asustó. 

Y entonces despertó. 

Ahora, en la oscuridad de su habitación, se llevó una mano temblorosa al rostro, intentando calmar su respiración.

Sus labios seguían hormigueando, como si hubieran estado realmente allí, como si todavía lo sintiera. La idea lo aterró hasta los huesos.

— No... no otra vez — murmuró entre dientes, la voz se quebraba por el peso de las memorias — Es patético tener estos sueños húmedos y lúcidos a MI edad.

La noche seguía siendo implacable. Matthew se levantó de la cama con movimientos torpes, sintiendo las piernas débiles.

Caminó hacia la ventana, apartó ligeramente la cortina y dejó que el aire frío de la madrugada lo tocara, buscando algo, cualquier cosa que le devolviera la sensación de realidad. 

Alex.

Alex había sido su todo y, de repente, también su nada. La imagen de aquel día lo golpeó de lleno.

Cinco años atrás, vestido con aquel impecable traje, con un velo en su cabeza y un ramo sencillo de rosas blancas, listo para caminar hacia el altar, pero su pecho se había sentido como si estuviera atrapado en una habitación con paredes que de a poco le comprimía el pecho con voracidad. El miedo había sido más fuerte que el amor, y antes de poder procesarlo, había huido.

Desde entonces, ambos habían existido en mundos paralelos.

Pero últimamente, los encuentros con él  lo habían forzado a enfrentar lo que nunca había resuelto.

La tensión entre ellos era palpable, como una cuerda tensada a punto de romperse.

Alex, el médico deportivo brillante, dedicado, y Matthew... el cobarde que nunca se había perdonado a sí mismo. 

Se dejó caer en el pequeño sofá junto a la ventana, apoyando los codos en las rodillas y la cabeza entre las manos.

El sueño lo había hecho tambalearse.

[FANFIC/AU] Prometo Hacer Las Cosas Bien: ACTO II (Jinx)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora