Capítulo 2. Y ahora soy otro

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Pov Austin

Me encontraba recostado en mi cama, después de haber tenido un día agotador y no podía evitar pensar en cómo había sido que ahora era quien era. Había pasado de ser un chico totalmente normal, casi invisible a ser el mujeriego, popular e incluso el capitán del equipo de fútbol, pero en cierto modo esto estaba empezando a aburrirme, el tener toda la atención sobre mí y hacerles creer a todos que puedo dar mucho más de lo que en realidad está a mi alcance. Ahora solo deseaba ser otra vez yo, el Austin Evans sin popularidad, sin chicas detrás de mí, ser tan solo yo, sin esconder nada o fingir.

—Austin... —me llama mi madre entrando a mi habitación.

—¿Sí? ―digo viéndola mientras me reincorporo.

Mi madre es una persona encantadora que usualmente lleva vestidos formales, pero cuando no hay visitas o está descansando en casa, viste camisas holgadas, pantalones para andar en casa o pijamas y sus pantuflas favoritas de conejos rosas, con orejas y ojos incluidos, que cada vez que camina parece que está pisando a dos conejitos de algún cuento de niños.

—Tu padre quiere verte, cariño —dice con un tono amable como siempre.

—¿Y por qué no vino él? —pregunto un poco cortante, mi madre solo se limita a levantar los hombros como una niña pequeña y se marcha sin antes decir.

—Ya conoces a tu padre.

Me levanto con pereza de la cama y camino sin ánimos por el pasillo hasta bajar las escaleras, doblo a mano derecha y toco tres veces la puerta del estudio de mi padre, después de unos segundos escucho un "pase" por parte de mi padre, respiro hondo antes de abrir la puerta y entrar.

—¿Para qué quer...?

―Austin... ―me interrumpe―. Ya he visto tus calificaciones ―evito hacer una mueca, sabía exactamente a donde iba esto―. Y están bajando mucho, tú no eres así ¿Qué te sucede? ―pregunta mirándome.

Estaba preguntando que me sucedía ¿no? Ni siquiera yo lo sabía con exactitud, tal vez era la falta de ánimos o que mi padre no me apoyara ni siquiera cuando era pequeño y necesitaba su ayuda con los deberes, no lo sabía.

Mi padre siempre se la pasaba trabajando para una firma de abogados, al menos era bueno en eso tal vez hasta el mejor en la ciudad, pero nunca me había prestado la atención cuando lo necesité, no hasta que conseguí popularidad, no sé si a él solo le importa que sus hijos consigan aquello y claro que consigamos ir a una buena universidad, y todas esas cosas de padres.

—Sí, estoy consciente de eso —digo restándole importancia.

A pesar de que mis calificaciones no era realmente un asunto del cual me preocupaba mucho, a mi padre siempre parecía importarle de más, tal vez debido a su trabajo o simplemente quiere que salga de preparatoria con honores tanto académicos como deportivos.

—Austin, cariño —dice entrando mi madre por la puerta abierta.

—¿Sí? —volteó a verla.

—Llamada para ti —dice levantado en el aire el teléfono.

Me acerco hasta ella disculpándome para contestar y le doy las "gracias" en un susurro apenas audible para mi madre cuando paso junto a ella y me entrega el teléfono dándome un beso en la mejilla.

Suspiro caminando lejos del estudio, ni siquiera sabía quién podría estar llamándome al teléfono de casa, por lo general Dan y River siempre me marcan al celular, me coloco el teléfono en el oído antes de contestar.

―Hola ―digo ya lejos del estudio.

―¡Austin! ―cierro los ojos al escuchar aquella voz chillona que me provoca dolores de cabeza y no podría confundir.

―Andrea.

―¿Sí cariño?

―¿Para qué llamaste?

―Oh bueno, quería saber si... ―duda.

―Ajá.

―De casualidad conoces a...

―Andrea ―un grito de una chica la interrumpe―. ¿Por qué coño me enviaste por esa mierda? Mira nada más como quede ―la escucho reír.

―Hey ¿Sigues hay? ―digo escuchando con más atención.

No lograba saber quién era la chica con la que estaba y eso que yo conocía a muchas.

―Sí, sí es solo que... ―dice entre risas.

―Deja de reírte, no es gracioso. Estoy toda llena de lodo idiota... Ah ―escucho decir a la otra chica.

―Oh no, no ni se te ocurra, aléjate de mí.

―¿Andrea? ―pregunto sin saber qué pasa con una sonrisa en mi rostro tratando de no reír.

Aquella chica ya me caía bien por el hecho de molestar a Andrea, seguramente era alguna de sus amigas en su vecindario.

—Perdón tengo que colgar estoy en una persecución, es de vida o muerte —dice riendo.

―Oh solo ven a darme un abrazo ―escucho decir a la otra chica antes de que cuelgue.

Si bien Andrea podía tener una voz bastante chillona, debía de admitir que era divertida en algunas ocasiones o tal vez solo con la compañía adecuada ya que conmigo muy pocas veces se llegaba a comportar así. Aunque aquello no era lo que importaba en estos momentos sino ¿Quién era esa chica?

Dejo el teléfono en su lugar y subo hasta mi habitación, miro la hora en el reloj, aun no eran ni las diez de la noche, pero mañana sería un día largo por lo que sería bueno irme a dormir temprano.

Seduciendo al SeductorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora