Capítulo 35. ¿No hay detención?

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Pov Mag

Desde que Ted se había ido muchas personas me habían empezado a hablar como si Ted hubiera sido ese algo por lo que no me hablaban, hasta Lucke me había vuelto a hablar todo normal como antes y Austin, bueno él era Austin siempre tan como si estuviera en sus días.

Mire sobre mi hombro hacia el pasillo solo para saber que nadie nos miraba, últimamente éramos el centro de atención ya que bueno Austin aun no terminaba conmigo y los rumores estaban corriendo. Lo cual podría decirse era un punto a mi favor porque bueno todos sabrían quien le rompió el corazón.

―¿Qué haces? ―escucho decir a Austin a mi lado mientras saca sus libros de su casillero.

―Sabiendo que no me observan ―respondo―. Es incómodo.

―Siempre nos están mirando ―dice normal―. Pensé que ya te habías acostumbrado a eso.

―Lo sé, pero a veces nos miran raro ―digo metiendo todo lo necesario a mi mochila.

―¿Cómo?

―No sé, raro ―frunzo el ceño y niego con la cabeza mientras cierro mi casillero―. Como si fuéramos alienígenas en apareamiento ―ríe.

―¿Y crees que si te beso dejen de mirarnos así? ―pregunta con una sonrisa traviesa tomándome por la cintura provocando que unas pocas personas en el pasillo se detengan a mirar como si fuéramos los animales de un circo o lo más bello que nunca han visto.

―Tal vez ―respondo con una sonrisa ignorando las pocas miradas puestas en nosotros.

―Quiero intentarlo ―dice sin dejar de sonreír antes de besarme.

―¡Señorita Converse y señor Evans! ―escucho la voz de un profesor y nos separamos. Puedo ver como todos los que miraban se notan sorprendidos al ver a un profesor por los pasillos y más por ser el de química―. ¡Saben que no deben de estar dándose cariño en la escuela y menos en público! ―nos grita indignado el profesor a lo que reímos por sus palabras, tal vez si lo dijera de otro modo lo tomaríamos más en serio―. Con que mucha risita ¿no? ¡A la oficina del director! ¡Ahora y díganle lo que hicieron! ―nos dice asiendo señas con las manos mientras yo sonrió intentado evitar que una risa se me escape―. ¡¿Qué espera?! ¡Váyanse!

―Pinche viejito y me caía bien ―se queja Austin de camino a la dirección.

¿Cuántas veces ya había visitado a Frank en lo iba del año? ¿Cuatro? ¿Cinco? Bueno no creo que importará tanto eso, al fin y al cabo lo iba a ver ¿no?

―Cariño ¿me escuchas?

―Sí, dime.

―¿Ya habías ido antes con el director? ―pregunta.

―No tienes idea ―respondo recordando las veces que el profesor de química me ha mandado.

―Y yo que pensé que eras una buena chica ―dice y no puedo evitar reír.

―Lo soy ―afirmo―. Que el profesor de Química me odie es otra cosa.

Yo me consideraba una chica buena sin importar todo lo de las venganzas y pequeñas bromitas que hacía, al fin y al cabo, ayudaba personas, y me gusta pensar aquello. Ayudar personas, sí, suena bien.

―Como digas ―dice pasando un brazo por mis hombros.

En cuanto llegamos a la oficina del director y estuvimos dentro no pude ignorar la mirada de Frank hacia mí, parecía molesto, y no de un modo que se le pasara sino, molesto, molesto, muy molesto.

―¿Tendré que llamar a tu madre? ―pregunta Frank serio una vez Austin y yo tomamos asiento frente a él.

―¿Qué? ―alcanzo a decir sorprendida.

Seduciendo al SeductorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora