Capítulo 7 - De familia y otros demonios -

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A altas horas de la noche, mientras la mayoría del pueblo Tintio dormía, Miguelangel Azureblade regresó a las puertas del gran reino, se sentía un poco activo, y sabía que no se dormiría rápidamente, agregando el hecho de que sufría de insomnio. Miró a las puertas del imperio, probablemente medían diez metros de alto y treinta de ancho; eran rojas en gran mayoría, a excepción de los bordes de esta y ciertos detallitos, los cuales eran blancos o rosado claro. Varios engravados se podían detallar en esta, era como si se leyera una historia, donde el héroe batalla contra un gran dragón y sale victorioso, era irónico que esas puertas hubieran sido construidas antes de la Batalla Aloque, como si hubiesen predicho la victoria contra Tenebrarum. Entonces tornó su mirada hacia las paredes, eran de un color blanco ligeramente amarillento, había guardias en torno al lugar en donde se había penetrado la pared, discutiendo de Lemy-sabrá-qué cosas. Entonces se dispuso a entrar, saludó a uno de los guardias, el cual se veía adormecido, en cuando este detalló la presencia del general puso una cara de terror digna de recordar, como si hubiese visto a un fantasma.

- ¡Logan Edmund se reporta en servicio, Señor! – Exclamó con gritos mientras que llevaba su mano derecha hacia su frente, haciendo el típico saludo militar.

- No te preocupes, no vengo en oficio, puedes descansar – Replicó Miguelangel con tono afable –. Sé que puede llegar a ser difícil hacer guardia tanto tiempo, pero ya sabes lo que dicen: Alguien tiene que hacerlo

El guardia asintió con la cabeza, Miguelangel continuó su camino. La mansión Azureblade se encontraba bastante metida en la ciudad. Caminó derecho por la primera cuadra, giró su mirada hacia la izquierda y vio a un ladrón intentando meterse en una casa, le disparó una flecha con un ¨Arc di Silenzio¨, acertando en su pierna derecha, el ladrón se retorció de dolor y miró a su atacante, al ver quién era plantó cara de preocupación, dibujó con su dedo un círculo mágico en el suelo e intentó escapar, al parecer era mago de sombras, pero por alguna razón sus poderes no funcionaban.

- Lo siento, amigo, un Dardo de Silencio te impide castear hechizos – Dijo el general con una sonrisa –. No puedes escapar, te dejaré aquí hasta que amanezca o te encuentren.

Dispara otra flecha, esta vez una de encadenamiento, la cual se manifestó envolviendo al bandido en fieras zarzas, las cuales restringían hasta los más mínimos movimiento. Miguelangel siguió caminando, mirando las estrellas del cielo despejado, con paso lento pero seguro, pensando en su familia, específicamente en su hija, él sabía algo que solo él conocía. Después de dos bloques más, giró a la derecha, las calles estaban completamente vacías, ni un alma caminaba por allí. Miró hacia abajo, a los adoquines color anaranjado rojizo que pavimentaban los suelos de la ciudad, se veían un poco desgastados, algunos estaban quebrados. Levantó la mirada y siguió caminando. Caminó dos cuadras y giró a la izquierda, donde comenzaba el mercado. Las tiendas vacías le causaban una ligera melancolía, por alguna razón del mundo. Miró las casas, unas eran pequeñas y las otras grandes, aunque más abundaban las primeras. Después de dos cuadras, miró a su derecha, había una taberna que aún estaba abierta, y se escuchaban unos ligeros ruidos, que solo oído entrenado podría haber escuchado. El general entró a la taberna, había un elfo mesero limpiando las mesas, delgado y de cabello rubio, con una mirada despreocupada y una sonrisa afable, y el barman acomodando unos vinos, que ni se inmutó con la presencia de Miguelangel. Era un hombre robusto, con brazos fornidos y peludos, un poco barrigón, con barba de varios días y una mirada cansada, vistiendo un suéter verde oscuro y un gorro blanco.

- ¿Los de sangre azul vienen a un lugar como este? – Dijo con tono sarcástico, sacando una botella de Brandy –. ¿Se le ofrece algo, general?

Arrasando con la Magia II: Los Caballeros del AbismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora