Siempre lo supe, desde el fatídico día en que me nombraron regente de un reino inexistente, lo sabía, no era algo de lo que pudiera escapar. Aquel espíritu encerrado en esa espada, Blut, que me entregó esta carga, nunca me abandonó, siempre tuve la sospecha, pero ahora lo sé. No tengo escapatoria, fui arrancada de mi linaje y corrompida hasta el alma. Caballera de Sangre, así me nombran los que están a punto de pasear con Caronte cuando mi espada atraviesa su piel y hueso. Vago sola por el mundo, tratando de vivir con mis errores y los de mi familia.
Voy caminando por una extensa llanura, probablemente sea más de medianoche, no tengo ni idea de qué día es, tampoco es que me importase. Llevo conmigo no más que una espada, la voz que me tienta a cada hora y un mensaje, uno que podría cambiar el curso de esta batalla contra el abismo. A mi derecha no hay nada, a mi izquierda tampoco, solo estamos las estrellas, el espíritu que me corrompió y yo, tratando de mantenerme en pié, pues lo que tengo que entregar es más importante que mi vida misma. Estoy cansada, llevo días caminando sin descanso, siempre con el miedo de ser atacada durante la noche o de perder el control de mi misma y todo termine reducido a cenizas, este mal de sangre me está volviendo loca, hay días en que ni recuerdo quién soy...días como este, he olvidado por completo mi nombre, quien es mi aliado y quién mi enemigo, para mí todos son iguales, carne que espera ser cortada.
— ¿Aún caminas, niña? — Preguntó Blut, la única persona, si es que se le puede llamar así, que me acompaña siempre —. Tú y yo sabemos que esto no va a funcionar.
— Cállate, Blut, te apesta la boca.
— Creo que ya perdiste completamente la razón, yo ni siquiera tengo boca.
— Era un decir, tonto — Camino hasta un árbol y me recuesto en él —. ¿De dónde rayos salió este árbol?
— No sabía que eras maga de tierra con especialización en plantas, niña — Su grave voz es como un taladro para mis oídos.
— Blut, en serio, necesito que...te calles —Abrazo mi espada, pues es la única que siempre ha estado allí para mí —. ¿Te importaría dejarme dormir un poco sin tomar mi consciencia?
— Oh, claro, claro — Se ríe malévolamente —. Tienes mi palabra.
Sonrío, no me vendría mal confiar en Blut de vez en cuando, así que cierro mis ojos y caigo dormida con prontitud, el cansancio acumulado de varios días cayó sobre mis hombros cual yunque, noqueándome al instante. Comencé a soñar, sobre mis días de juventud, recuerdo a varias personas, pero sus rostros se ven muy borrosos, sin embargo, la mayoría se viste de colores muy distintivos, hay dos de blanco, uno con luces verdes, otro de rojo, una de café que por alguna razón me molesta verla y otro de negro, este último me hacía sentir una paz impresionante, no podía distinguir su rostro, pero habían dos brillos azules ahí, supongo que son sus ojos, son hermosos, es todo lo contrario de mí, que los tengo naranja. Los miro y miro, pero no puedo despegar mi mirada, algo me mantiene apegada a ellos, como si un hilo invisible nos atara, pero no puedo recordar quién es el señor de tales brillantes zafiros. Entonces todo se borra de repente, estoy flotando en un vacío profundo, solo podía ver unos pequeños pilares de ascuas rojas como la sangre, una figura humanoide aparece frente a mí: Era un poco más alto que yo, apenas y podía distinguirlo del resto de la oscuridad, puesto que su apariencia era bastante parecida a la de un elemental de las sombras, a excepción de que su cuerpo estaba marcado por tatuajes de color azul claro, al igual que sus ojos.
— Así que en esto terminaste — Respira profundo —. No tenemos tiempo, la vida de todos está en juego.
— ¿Dobimoc La'vie? — Susurré, sentía mucho sueño y apenas podía hablar, pero aquel era un sujeto que se aparecía de vez en cuando en mi consciencia —. Tenías meses sin hablar conmigo, y eso que nos conocemos desde la sala de... ¿cómo era?
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Arrasando con la Magia II: Los Caballeros del Abismo
FantasyPapá solía contarme una historia, todos los días, sobre su valiente y perseverante hermano, Ethan Azureblade, que de entre una familia donde todos tenían poderes, él los carecía. Y tras un sinnúmero de desgracias, finalmente pudo encontrar un poder...