Capítulo 37 - Guerra -

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Mi nombre es...bueno, en realidad carezco de uno, al igual que todos mis hermanos. Nací hace unos días de la mano de su majestad el Príncipe, quien impartió vida sobre mí con su poderosa arma. El primer recuerdo que tengo es salir de una poza repleta de un espeso líquido, estaba desnudo y confundido, mas no era el único, viendo como más y más personas despertaban de pozas similares a la mía. Una vez me puse en pie, se me fueron implantadas tres únicas instrucciones:

1. Soy un Caballero de Sangre a la disposición del Príncipe.

2. Le debo completa y absoluta lealtad al Príncipe.

3. Soy reemplazable, por ende debo dar la vida por el Príncipe de ser necesario.

Cada una de estas instrucciones mencionaba a un «príncipe», pero nunca he visto a tal persona, ¿será él un caballero de sangre como yo?, ¿qué lo hará diferente a mí?, entiendo que es el Príncipe quien nos dio la vida, pero preferiría conocerlo antes de tener que luchar por él. Sin embargo, no puedo decir esto en voz alta, vi a otro de los caballeros de sangre hacerse estas mismas preguntas, uno de los veteranos le pidió que volviera a la poza y esperara nuevas órdenes. Si quiero saber más sobre este príncipe, no puedo quedarme en un mismo lugar todo el tiempo.

Nos condujeron a los primíparos a través de una serie de salones subterráneos en los cuales nos dieron ropa, armadura y armas. Todos tenemos la misma armadura, unos con más placas que otros, pero es básicamente la misma. A mí se me entregó un arco, doscientas veintiún flechas y un cuchillo. Posteriormente me dirigí, o más bien, me dirigieron hacia un campo extenso, debía ser alrededor de doscientos metros, luego vi un pequeño pedazo de madera colgado en la pared que tenía escrito «180m», por lo menos no estuve tan lejos.

Aparentemente tengo buena puntería, de las diez flechas que tuve que disparar, seis acertaron cerca del centro, dos en los bordes y dos fallaron (las cuales fueron las primeras que disparé). Ante mi aparente habilidad, uno de los instructores me llevó hasta una última sala, donde nos reunieron a los demás caballeros de sangre, éramos tantos que a duras penas podíamos movernos, todos susurraban cosas, hablaban unos con otros haciéndose las mismas preguntas, al parecer yo no era el único desconcertado por tanto alboroto.

— ¡Hagan silencio! — exclamó una voz dominante, profunda y poderosa, todos callamos ante el llamado —. Sé que muchos tienen dudas sobre dónde están, quiénes son, por qué están aquí y qué deben hacer, dos de estas han sido respondidas en su nacimiento, se encuentran ahora mismo en la Poza Matriz, donde sus nuevos hermanos nacen con el paso del tiempo — hizo una pequeña pausa, nos miró a todos con el seño fruncido y soltó un largo exhalo —. Todos nosotros somos Caballeros de Sangre, fuimos creados con el único motivo de servir a nuestro Príncipe, y la mayoría de ustedes, los primíparos, serán enviados directamente al conflicto en la superficie, donde se enfrentarán a las sombras rebeldes por la voluntad de su majestad el Príncipe — tosió fuertemente y se acomodó la armadura —. Quienes obtengan mejores resultados en el campo de batalla, se les serán otorgados dos privilegios: Primero, ascenderán en rango, lo que les permitirá estar cada vez más cerca de su majestad el Príncipe; y Segundo, se mantendrán vivos junto con los escasos recuerdos que hayan acumulado hasta el momento.

Alguien levantó su mano.

— Uh, ¿qué pasa si no obtenemos buenos resultados en batalla? — preguntó alguien con voz delicada y aguda.

— Serán devueltos a la Poza Matriz, donde sus esencias serán limpiadas y nacerán de nuevo, dicho de otra forma, perderán todas las memorias que tengan y se les será instruido nuevamente, para así obtener los mejores resultados posibles.

Arrasando con la Magia II: Los Caballeros del AbismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora