Capítulo 31 - Herencia de Sangre Real -

2.3K 112 33
                                    


Estaban siendo destrozados, como pulgas inservibles e impotentes, aplastados sin piedad alguna. Era una batalla campal de un millón contra dos, y las cosas no estaban a su favor en cuestiones de poder. Rodeados por el sinnúmero de caballeros de placas negras y engravados carmesí, Chloe y Nathan yacían espalda con espalda. Ella sin su brazo izquierdo y él con una espada de sombras que la chica le había proporcionado, puesto que Volonté yacía rota en el piso.

— ¡¿Qué rayos se supone que hagamos ahora?! — gritó Nathan con notable desesperación y temor —. ¡No hay forma en este ni en otro mundo en que podamos ganarle a tantas personas!

— ¡Solo cállate por un momento, Nathan, intento pensar! — espetó Chloe tratando de mantener la hemorragia de su extremidad a raya.

— ¡Tú y yo sabemos que no sirves bajo presión, así que mejor perdamos nuestro tiempo en abrir una ruta de escape y menos en planearla! — esquivó un tajo horizontal que rozó su cabello, empuñó la espada con ambas manos y la clavó en la axila del atacante, allí donde la armadura no le protegía —. ¡Deberías invocar tus alas y salir de aquí!

Pero justo en ese momento la cuchilla sombría desapareció, como un suspiro de anhelos fallidos, se esfumó, como una luz que se apaga y nunca más es vista. Nathan abrió los ojos de golpe y giró su mirada hacia su compañera, para exigirle que le devolviera la espada. Sin embargo, su mirada se fue en blanco, era como si no se hubiese volteado del todo, pues a sus espaldas solo había más caballeros de sangre. Por un momento pensó que Chloe lo había abandonado para salvar su pellejo, pero con tan solo bajar ligeramente su mirada se horrorizó con la verdad. El torso de Chloe no tenía cabeza. Era una fuente interminable de líquido rojo y espeso que apestaba con un hedor penetrante. Algo tocó su pie, casi inocentemente, con la suavidad que solo un niño podría dar. Con temor descendió su atención una vez más, tratando de ignorar el porqué el resto del cuerpo de Chloe no caía al piso. Entonces sus ámbares ojos se conectaron profundamente con las platinas pupilas dilatadas de la cabeza sin vida de Chloe, a la vez que tres espadas lo atravesaban por la espalda, inyectándole un poderoso frío que recorrió cada nervio y vena de su cuerpo, paralizándolo en una eterna agonía que nublaba sus pensamientos. Lágrimas corrían por sus ojos cuales atletas, chorros de líquido prístino y puro mesclados con el espeso rubí de su sangre, acompañados de sus gritos orquestados por las cuerdas bucales que poco más podrían resistir. Y de repente todo calló, el gemido de auxilio de Nathan, los pegajosos sonidos de su sangre chorreando, todo. La sangre del cuerpo de Chloe se extendió como una serpiente hasta su cabeza, levantándola y colocándola en su lugar, pero al revés. Entonces los ojos se movieron desorbitadamente, cada uno por su cuenta, sin lógica alguna.

¡El día por fin llegó! — dijo una voz masculina, exactamente igual a la de Nathan, ligeramente más grave —. ¡Alégrense, hoy nuestro príncipe recibirá su corona y reinará sobre ustedes con su puño de fiera hipocresía! — los caballeros de sangre rieron.

Nathan quería hablar, preguntar quién era, pero sus cuerdas bucales ya no servían, estaban completamente destrozadas, y la hemorragia interna le dificultaba respirar que, sumados a un par de pulmones inundados en sangre, hacían imposible aferrarse a la vida. El cuerpo y rostro de Chloe empezó a romperse, como si miles de cortes aparecieran en su cuerpo, digno espectáculo de un Panzer. No se hace menester describir cuánto sangraban los cortes y lo mucho que deformaban al cadáver de Chloe. Entonces su cuerpo explotó, pero no en un show de sangre y huesos, sino en una literal explosión como el de la pólvora. De ahí salió un segundo Nathan, pero sus ojos eran ligeramente más rojizos, al igual que su cabello, el cual se degradaba lentamente a vino tinto en las puntas. Vestía una armadura digna de todo caballero de sangre, pero esta era especial, era una armadura más detallada, y notablemente más pesada. Consistía en una pechera de dos piezas, una que cubría la caja torácica y otra que protegía la parte superior del abdomen, ambas negras con retoques rojos y runas color naranja rojizo. Hombreras escaladas de las mismas características y dos guanteletes de placas, el de la mano derecha terminando en garras. Por otro lado, sus piernas estaban bastante desprotegidas, puesto que solo llevaba unas botas comunes y corrientes de cuero, con agujetas carmesí, y el resto descubierto. Era completamente distinto a lo que Nathan normalmente usaría, puesto que él era un luchador de agilidad, no uno de fuerza. El tipo caminó hasta el ojiámbar y se le acercó a meros milímetros del rostro, observó su miedo, era él quien lo mantenía vivo para así hacerlo sufrir aún más.

Arrasando con la Magia II: Los Caballeros del AbismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora