Un hombre alto, rubio, de prominentes músculos, protegido por una inmensa armadura blanca y manto plateado, caminaba lentamente por los oscuros pasadizos de lo que parecía ser una prisión. Los gritos e insultos de los ex-soldados dronossianos casi lo hacían ensordecer. Sin embargo, el motivo por el que alguien como él siquiera pondría un pie en tal lugar, lo mantenía firme.
Dio un giro a la derecha y luego a la izquierda, caminó unos cuantos metros y llegó hasta el lugar más recóndito de aquel sitio, uno que antaño había sido ocupado por la comandante Chloe Azureblade. Tocó dos veces la puerta de targario reforzada y con voz ronca llamó a un nombre:
— General Kevin Alistar — suspiró.
— Alto Paladín Bastei el Iluminado — respondió el otro junto con el sonido de pesadas cadenas arrastrándose sobre el piso de roca —. Es todo un honor tenerlo aquí — dijo a regañadientes con tono sarcástico.
— Guárdese sus comentarios, general, no vengo a discutir con usted.
Acto seguido, el Inquisidor convocó un sello de silencio en su maza, la cual dejó erguida frente a la puerta del antiguo líder dronossiano. El hombre se pasó una mano por su cabellera rubia y tosió una vez, haciéndole una señal con la mano al general Kevin Alistar para que se apartara de la puerta. El otro lo miró con desdén y se tiró en una esquina, haciendo un gran estruendo con los grilletes que lo ataban.
— Bueno, esa fue la visita más corta que he tenido.
Entonces Bastei se teletransportó hacia el interior de la celda envuelto en un destello blanco, lo cual alarmó al general Kevin Alistar.
— ¿Qué significa ésto? — preguntó el más pequeño de los dos.
— Una vez termine lo que tengo que decirle...decirte, tú podrás sacar tus propias conclusiones — dijo el Paladín, tomando aire antes de seguir hablando —. Kevin Alistar, oficialmente 56 años, caballero mágico con afinidad hídrica y eólica... que inusual.
— Todos dicen lo mismo.
— Miembro de una familia no muy conocida, sin antecedentes de importancia.
— Edward y yo salimos de la nada, ¿qué quieres probar?
— Quiero...corroborar...el Milagro de la Estrella del Norte, tu más famosa leyenda.
Kevin Alistar gruñó con disgusto mientras volvía la mirada hacia uno de los rincones de su celda, el cual tenía un peculiar color gris grisáceo con líneas negro celeste y blanco oscuro, acompañado de varias rayas en las paredes que contaban los días que llevaba ahí.
— El supuesto milagro no existe.
— ¿Quieres decir que tú, tu hermano y treinta soldados neo-celestinos fueron capturados por un campamento disidente de los Mana Hunters de más de quinientos y lograron sobrevivir con palos y piedras sin perder ni un solo hombre? — agregó el Paladín, cruzando los brazos —. Y no sólo eso, sino que lograron aprehender a un poco menos de la mitad de los enemigos, todo en una noche y media. ¿Cómo llamas a eso?
— Se llama suerte — interrumpió el general —. La historia es exagerada, sólo eran doscientos Mana Hunters, y la mayoría de nuestros soldados estaban propiamente armados.
— Eso no quita el hecho que ellos poseían los prototipos vacía maná que Ethan Azureblade creó para la batalla contra Tenebrarum — Bastei se acercó un poco, colocando su mano enguantada en placas de targario blanco en el hombro del general —. Kevin, tú lograste algo increíble, algo que nadie más pudo haber logrado en las condiciones en las que te encontrabas. Eso es algo que tienes que reconocer.
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Arrasando con la Magia II: Los Caballeros del Abismo
FantasyPapá solía contarme una historia, todos los días, sobre su valiente y perseverante hermano, Ethan Azureblade, que de entre una familia donde todos tenían poderes, él los carecía. Y tras un sinnúmero de desgracias, finalmente pudo encontrar un poder...