Era verano, el sur de Últeon atravesaba por una de las peores ondas de calor en toda su historia. Los altos comandos tintios, incluidos el general Miguelangel Azureblade y el director militar Ash Blazer, debatían acerca de los recientes incidentes involucrando extrañas formaciones terrestres que tendían a aparecer junto a poblados masacrados. Habían contemplado la posibilidad de dragones pétreos saliéndose de control, pues había reportes de una nueva cepa de la Plaga de Sangre, la cual era conocida por ser especialmente afín a los elementales rocosos.
— ¿Entonces nos enfrentamos a una nueva oleada de Caballeros de Sangre? — preguntó Red, cruzando los brazos y recostándose sobre la pared de concreto tapizada rojo carmesí, soltando un suspiro de cansancio, cualquiera lo haría al llevar dieciséis horas trabajando sin descanso.
— Es posible, aún no podemos asegurar mucho — respondió Miguelangel Azureblade, retirando su gabardina color madera con bordes plateados, el calor lo estaba matando —. En todo caso, debemos estudiar estos abismos repentinos más a profundidad.
Red soltó una pequeña carcajada.
— A profundidad... — susurró.
— Ash, tómate esto en serio — reclamó la cabeza de los Azureblade —. Van tres pueblos borrados de la faz de Gaia en solo dos meses, podríamos estarnos enfrentando a una amenaza del tamaño de Cerbero, y Rypserk ya no está aquí para decirnos qué hacer.
— ¿Y eso qué? — respondió Red, parándose erguido —. Si es algo de la magnitud de Cerbero, entonces los Anti Magos seremos suficientes.
— No vuelvas a usar ese nombre frente a mí — exclamó Miguelangel mirando con ojos fogosos al alto pelirrojo.
El director militar Red Blazer encendió su brazo izquierdo en llamas color carmesí, soltó un soplido sobre los mechones de cabello que caían en su frente y sonrió.
— Si quieres hacerlo, yo te sigo — susurró amenazantemente —. He deseado una buena pelea desde que luché con Ethan en la sala de Thanalitos.
Miguelangel Azureblade lentamente llevó su mano derecha al pomo de su estoque legendario, La Marca del Comandante. El calor, el estrés y toda la cantidad de responsabilidades que recaían sobre sus hombros lo estaban volviendo loco, y necesitaba sacar todo eso que revoloteaba en su interior. Sin embargo, justo en ese momento, alguien tocó la puerta de la sala de conferencias dos veces, abriendo la puerta de caoba pulida de forma rápida. Un mensajero bastante bajito, vistiendo el uniforme de las milicias tintias, se excusó por interrumpir mientras le delegaba una carta al general Azureblade. Solo con ver el sello de cera que la cerraba era más que suficiente para salir espantado de la sala.
— Debo salir, vuelvo en uno o dos días — dijo tomando su abrigo y poniéndoselo rápidamente —. Ash, te agradecería que se lo comunicaras a Lyte.
— ¿Frostte?
— Frostte.
Red suspiró, calmando el fuego en su brazo izquierdo. Extendió su mano derecha con el pulgar arriba y sonrió amablemente.
— Cuenta conmigo — respondió —. Sam y yo la sacaremos por ahí unos días.
— Gracias, Ash.
Dicho lo anterior, el general del ejército tintio abrió la ventana del recinto, invocó sus majestuosas alas doradas y surcó rápidamente los cielos. Rompió el sello de la carta, la cual era color lavanda azulado con finos bordados plateados, y comenzó a leer.
«Respetado general Miguelangel Azureblade,
Cordial saludo.
La presente es para informarle que, en los recientes días, los habitantes de la Isla de Frost han tenido problemas con las tormentas gélidas que han aparecido recientemente.
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Arrasando con la Magia II: Los Caballeros del Abismo
FantasyPapá solía contarme una historia, todos los días, sobre su valiente y perseverante hermano, Ethan Azureblade, que de entre una familia donde todos tenían poderes, él los carecía. Y tras un sinnúmero de desgracias, finalmente pudo encontrar un poder...