***
Nadie sabe esto, únicamente Strauss quien tiene mi confianza absoluta, la verdad del porqué Chloe Azureblade no puede dejar el estoque ni quería abandonar la luz.
Todo se remonta a varios años atrás, cuando mi cabello aún era plateado. Paseaba por los pasillos de mi hogar arrastrando mi muñeca favorita, era una conejita de peluche rosada con largas orejas que tenía un pequeño estoque de plástico. Hasta entonces dudo que haya despertado mis poderes, ni los de luz ni los de sombras. Pasé por la puerta de mis padres, pude escuchar el sollozo amargo de papá, naturalmente quise entrar, pero al ver que conversaban sobre mí, decidí no interrumpir. Al parecer, papá estaba muy decepcionado de mí, pensé, lloraba en los brazos de mi madre mientras mencionaba mi nombre sin parar. Mamá trataba de calmarlo, diciéndole palabras de apoyo y consuelo con su siempre dulce tono, pero nada reconfortaba a ese que era mi modelo a seguir. Entendí que él desparramaba lágrimas por lo poco que yo había heredado de él, más de una vez había escuchado a sus inferiores murmurar y chismear sobre la infidelidad que mamá obviamente había tenido, ya que era imposible que la casta Azureblade no se impusiera ante las demás. Lo llamaban imbécil, le decían prostituta a su esposa y bastarda a su hija, a mí. Por supuesto, nadie insulta a la familia de un Azureblade, y cuando me refiero a nadie, me refiero a NADIE. Podía ver las manchas de sangre en su abrigo, posiblemente aquellos buenos para nada ya no podrían combatir jamás.
Desde ese día comencé a practicar esgrima, siempre fui la peor maga del instituto, y mis facultades como espadachín no eran las mejores, pero nunca dejé de esforzarme. Mil y una veces me dieron estocadas hasta dejarme inconsciente, varias veces llegué a casa con moretones en el cuerpo que ocultaba de los ojos de papá, puesto que sabía cómo reaccionaría. Luego de que misteriosamente mi cabello se hiciera rubio, se esperaría que mi esgrima mejorara, pero parecía haber quedado estancada. No empeoraba, pero no me hacía más buena. Los moretones en el cuerpo se convirtieron en quemaduras por fuego y hielo, cortes de viento, lacerantes maldiciones oscuras, ardiente veneno y malfuncionamiento nervioso. Durante una época perdí toda sensación de dolor, mi sistema estaba saturado.
Sin embargo, nunca dejé mi estoque. Cada día seguía practicando: bajo la lluvia y el sol, cansada y con huesos rotos, nunca paré, horas y horas, me mantenía en mi posición. Y si bien, eso mejoró un montón mi condición física, mi esgrima seguía igual. Obviamente, podía moverme más rápido, pero mis reflejos eran iguales. Seguía siendo abrasada por las llamas de mis compañeros, congelada a propósito y demás. Al parecer el rumor de la «bastarda» de los Azureblade se había regado, y por alguna razón muchos quisieron humillarme. Todas las noches tuve pesadillas, y al perder el sueño comencé a pensar menos.
Pero hubo algo, o mejor dicho alguien, que hacía ese dolor más leve, con quien podía descargarme sin miedo a que tomara acción vengativa contra mis agresores. Ashley. Ella era mi luz, lo único que necesitaba, yo la quería y ella me quería, no hacía falta nada más.
Los golpes forjaron mi resistencia, los insultos mi personalidad, y el cariño de Ash...bueno, eso forjó muchas cosas, pero entre ellas mi sentido de la justicia.
Y fue así como la justicia se volvió mi centro y única verdad, la justicia de la luz, la que aquel día repartió mi padre entre los bastardos que osaron hablar mal de su esposa e hija. Sí, la justicia, eso creía.
***
Chloe abre sus ojos en medio de la oscuridad, en un lugar de cielo y tierra negra. En el horizonte se podía ver una tenue luz morada, acompañada de relámpagos lavanda que aparecían de vez en cuando. Ella no recordaba haber estado ahí, pero se le hacía extrañamente familiar. Se puso de pie e instantáneamente se rodeó con los brazos, hacía un frío abisal, tanto así que ella temblaba frenéticamente. Su aliento se podía ver con plena claridad cuando exhalaba, una nube blanca se dibujaba frente a sí. Entonces un manto negro la rodeó, quitándole todo el frío de inmediato.
ESTÁS LEYENDO
Arrasando con la Magia II: Los Caballeros del Abismo
FantasíaPapá solía contarme una historia, todos los días, sobre su valiente y perseverante hermano, Ethan Azureblade, que de entre una familia donde todos tenían poderes, él los carecía. Y tras un sinnúmero de desgracias, finalmente pudo encontrar un poder...