Un mes entero ha transcurrido desde la llegada de los Silenciadores bajo la nueva nomenclatura de Pacificadores. Como si de un mal chiste se tratase, habían cubierto todo Dronossia en una gruesa capa de silencio. Se sentía un aura pesada de fuerte tensión en el aire, la paranoia y la extraña combinación de seguridad y desesperación flotaban por las calles cuales espíritus vengativos.
Todos, y absolutamente todos los habitantes de Dronossia debían, por mandato real, ser escoltados por un Pacificador en sus actividades diarias, únicamente otorgando privacidad a la hora del baño. Nadie debe llevarles la contraria, nadie puede llevarles la contraria, los Pacificadores son expertos asesinos de magos, por lo que no había algo ni alguien que pudiera ponerles un pare. Los mejores archimagos estaban siendo «monitoreados intensivamente» en las barracas y bibliotecas, de las cuales se habían extraídos los libros mágicos que no fueran considerados como aptos para el público. En otras palabras, los Pacificadores habían comenzado una poderosa tiranía. Y no solo era en Dronossia, todo Elvastín y una de las ciudades orcas de Oreshiam estaban bajo su control, aunque en estas no estaban las medidas intensivas que en la ciudad de Drono.
Los integrantes de «La Segunda Brecha», como el avatar de las sombras los había nombrado, yacían reunidos en la sala principal de la mansión Azureblade, restando a uno de sus integrantes. Los «resguardados», Pacificadores y sus rangos, estaban asignados de acuerdo al nivel de amenaza que suponían para la Santa Cruzada Pacificadora:
· Nathan J. Blazer – Amanda Maelstrome (Nivel 5)
· Ashley Blazer – Cassius Arcilla (Nivel 2)
· Adrien Reaper – Vlad II «Dracul» (Nivel 3)
· Benjamin A. Blazer – Maxeen Flora. (Nivel 9)
Nathan estaba con una mirada muerta, aún después de un mes de haber sido expulsado del clan Azureblade, seguía sintiendo la herida como un frío corte en su corazón, uno que no dejaba de sangrar. Ashley estaba sentada junto a él, reposando su cabeza en el hombro del chico mientras acariciaba su espalda. Tras ambos estaban sus respectivos Pacificadores.
— Has estado así por demasiado tiempo, Nate — dijo la pelirroja con su voz suave y compasiva —. Sé que ha de doler, que te traten de esa manera, pero deberías dejarlo atrás de una vez, ahora hay cosas más importantes.
— Lo tendré en cuenta... — espetó Nathan con frías palabras, demostrando poco interés. Se pone de pie y camina hasta su Pacificadora, Amanda —. Hey, ¿Puedo ir al lugar de siempre?
Amanda era alta, de cabello rubio ondulado y ojo verdes, siempre con una expresión seria, tenía un pequeño complejo de reina frustrada que solía descargar en Nathan cuando este hacía algo indebido. Sin embargo, en aquel momento, ver al chico con esos ojos rotos, faltos de brillo, le movió algo en su pacificado corazón. No era amor, pero lástima.
— Mientras que te sepas controlar — respondió ajustando su cinturón, en el cual portaba un látigo de obvio color. Se colocó la capucha de la capa silenciadora y caminó hacia afuera —. Vamos, apúrate.
— Gracias. — susurró con una sonrisa forzada, caminando encorvado hacia la salida.
Habían pasado tres días desde la última vez que Nathan comió, casi dos desde que bebió, se estaba marchitando muy lentamente. Él era muy claro de piel, pero ahora parecía una hoja de papel, pálido como la luna, y frágil como el cristal. No quedaba rastro alguno de aquel guerrero que había teletransportado a cientos de miles de personas a través de cientos de kilómetros de distancia. Ahora era una simple sombra de aquello.
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Arrasando con la Magia II: Los Caballeros del Abismo
FantasyPapá solía contarme una historia, todos los días, sobre su valiente y perseverante hermano, Ethan Azureblade, que de entre una familia donde todos tenían poderes, él los carecía. Y tras un sinnúmero de desgracias, finalmente pudo encontrar un poder...