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Una vez que el humo se disolvió, se pudo ver a una mujer pálida y pelirroja parada en el centro del pentagrama. Se veía joven y sus curvas eran exuberantes.

—Es un placer para nosotras que usted esté acá —dijo una de las jóvenes que se arrodilló frente a la mujer—. Permítame presentarme...

—No hace falta, ya sé quiénes son. Nada más me preguntaba por qué tardaron tanto en llamarme.

—Disculpe, señora—. La muchacha se levantó y limpió la suciedad en la rodilla que había apoyado en el suelo.

—Decime Lilit, y podés tutearme.

—Sí, Lilit. Bueno, tardamos porque teníamos que asegurarnos de que la monja era virgen de verdad.

La mujer levantó una ceja y miró a Marta que tenía sus vestimentas sucias y chamuscadas, pero seguía con vida. Mientras su alma rondara por los pasillos del internado ella viviría para servir a los huérfanos.

—Ah... Bueno—. Miró alrededor. Todos los jóvenes la miraban, desde el entrepiso y hasta abajo en el hall. Entonces, alzó la voz. — ¡Ahora que estoy acá les voy a decir quién es el asesino!

—Pero ya sabemos que Bruno mató a su hermano —dijo la chica.

—¿Y entonces para qué me llamaron?

—Queremos que nos guíes, pero a las chicas nomás. Sabemos que los templarios quieren matarnos a todos y Andras nos contó que muchos demonios murieron. Porque también estamos al tanto de que aunque ustedes sean inmortales existen formas de encerrar sus espíritus quizá para siempre, lo que no es muy diferente a estar muerto—. La muchacha vio que sus compañeras la observaban y sus rostros delataban que compartían sus ideales. Entonces, continuó con más énfasis y seguridad. —Y tememos que Andras esté muerto y ya no sabemos qué hacer. Él quería que fuéramos su ejército, que juntos venzamos a todos los templarios y venguemos a nuestros caídos—. Las demás huérfanas aplaudieron cuando terminó el discurso. Pero después de un rato, Lilit las acalló al alzar la palma.

—Muy conmovedor y, de verdad, tengo que decirles que... Acepto—. Las señoritas estallaron en alegría y vítores. —Pero tengo una pregunta—. Se volvieron a callar para escuchar a Lilit. ―¿Por qué sólo a las chicas?

Alan en el hall puso atención, puesto que se preguntaba lo mismo.

—Tuvimos una discusión respecto al mandato y decidimos que ellos buscarían a su propio líder y nosotras al nuestro.

Lilit hizo una mueca, quizá estaba disconforme o no esperaba que le contaran eso. Alan se preguntó por qué no estaba al tanto de esa discusión, entonces, recordó que él había salido antes de aquella reunión tras la muerte de su líder.

—Perra resentida —dijo Bruno en el entrepiso mientras observaba a la joven.

—Callate asesino —le replicó Lilit en defensa de su reciente aprendiz.

Los chicos se retiraron a sus habitaciones, excepto Alan que seguía en el vestíbulo. Las chicas se agruparon con la pelirroja y empezaron a murmurar entre todas. Alan no se iba a quedar ahí, entonces decidió ir a preparar las cosas que llevaría en su próxima salida. Tenía que ir a buscar a Andras.

Se dirigía a las escaleras cuando en el entrepiso Marta se cortó el cuello con una cuchilla. Su cuerpo se cayó, sobrepasó la baranda y al final se estrelló contra el suelo. Sus extremidades se retorcieron en posiciones inhumanas y el piso se llenó de sangre. Aun así, Alan sabía que ella estaba con vida. En la otra esquina, sólo Lilit se había volteado a verla, el resto estaba acostumbrado. Marta quiso matarse varias veces para no tener que aguantar nunca más a los huérfanos.

—Vas a tener que limpiar todo eso —dijo Alan. Pasó a su lado, evitó pisar la sangre y subió a su cuarto.


Se iría esa misma noche, lo había decidido ya. Estaba en su cuarto, el cual era sólo suyo. Los chicos contaban con cuatro habitaciones y ellos eran cinco, aunque solían ser seis hasta que Bruno asesinó a su hermano. Entonces, uno de los chicos tenía que compartir su habitación con otro y Alan estaba feliz de que no fuera él.

Sacó ropa y una toalla de su armario y salió al corredor. No había nadie, por lo que decidió caminar rápido antes de que alguien saliera. Pasó al lado de la puerta doble del despacho y continuó. La que seguía era la del baño.

Entró y se encontró con dos puertas más. La de la derecha era para las mujeres y él entró por la otra. El baño del internado parecía el de un balneario y olía a cloro como uno. Sin embargo, Alan no sabía eso porque nunca había ido a un lugar así.

Caminó hasta el fondo donde estaban las duchas. Dejó sus cosas sobre un banco de madera, entró en una y corrió la cortina.

Después de unos minutos, salió y empezó a secarse. Pero, para su sorpresa, escuchó un ruido y se detuvo para envolverse la cintura con la toalla.

Se dio la vuelta para mirar por el pasillo del baño. Veía las cabinas con inodoros, los lavamanos y al final la puerta de salida. En ese momento el baño se tornó de un blanco espectral y Bruno se hizo ver desde atrás de los habitáculos. Detrás de él salieron otros tres chicos.

—¿Dónde está la espada, Alan?

—No sé.

—No mientas. Marta me dijo que vos la escondiste.

Uno de los chicos pasó a su lado y lo empujó contra la pared. Bruno se acercaba amenazante.

—No te voy a decir.

Entonces, el otro joven le dirigió a sus compañeros una sonrisa pícara que lo significaba todo. Los dos chicos avanzaron contra Alan y lo tomaron de los brazos. Bruno comenzó a golpearlo hasta que el otro decidió que multiplicarse pondría las cosas parejas. Pero el atacante ya se había preparado para eso, sacó una bolsa de plástico de su bolsillo y le envolvió la cabeza, sin dejar que el gas saliera por ningún lado y tampoco que respire.

Lo golpeó un rato más hasta que el otro muchacho, que antes había pasado hacia atrás, se colgó del tubo de la cortina de la ducha y logró arrancarlo. Entonces, con bastante impulso, le atizó fuerte en el cráneo. Alan quedó inconsciente aun con la cabeza cubierta por el plástico y los muchachos que lo sostenían lo dejaron caer. Bruno le pegó un par de patadas más y se sintió satisfecho.

—Vámonos —le dijo a sus seguidores, y entonces salieron del baño.

Mientras tanto, el joven seguía en el suelo con una bolsa en la cabeza que pronto lo dejaría sin oxígeno que respirar.


Los huérfanos del infierno #TWGamesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora