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El aire se llenó de alegría y la música empezó a sonar, las luces a danzar con la misma celeridad y ritmo.

Ciro lo abrazó con fuerza y le dijo al oído:

—Feliz cumpleaños, boludo.

Se separaron y Alan admiró el lugar durante unos segundos mientras avanzaba. La cancha de básquet hacía de salón de fiestas a la perfección.

Empezó a ver los rostros de cada persona, todos mostraban auténticas sonrisas. Vislumbró a las huérfanas, con lindos vestidos cortos y tacones. Al igual que él, se veían contentas por una fiesta diferente.

Observó también a Lilit, llevaba un vestido de un morado oscuro y con varias vueltas de una cinta roja en la cintura. Miguel estaba a su lado, ahora era libre y vestía un elegante traje; se lo veía contento y más calmado.

Al final, vio a Bruno. Tenía un pantalón gris, un chaleco que combinaba y debajo una camisa morada. A pesar de una profunda tristeza, la pasaba bien. No parecía ser el mismo Bruno que junto con su padre lo habían intentado matar. Eso llevó a Alan a reconfirmar que hacía unas pocas horas había sufrido alucinaciones.

Llegó al centro de la cancha y ahí se encontró con Martín. Lo rodeó con un fuerte abrazo mientras le deseaba un feliz cumpleaños.

—¿Todo esto fue idea tuya? —preguntó luego de que se separasen.

El hombre se limitó a sonreír con modestia. Eso provocó en Alan una sonrisa, no sabía por qué, pero le pasaba con pocas personas.

—Gracias.

Ciro se quedó con Martín y luego de decirles que ya volvía, Alan se retiró. Se movió entre el tumulto de gente que bailaba o charlaba mientras bebían, hasta que llegó con Bruno.

—Hola, pibe —lo saludó con su tono de superioridad que solía usar siempre.

—Hola—. Alan alzó una ceja, cada vez que se encontraba con él se comportaba de una forma diferente, y eso lo confundía.

—Eh, no seas seco, era joda—. Bruno le puso una mano en el hombro y lo acercó para saludarse con un beso en la mejilla.

Alan soltó una leve risa antes de responderle:

—¿Cómo estás?

—Bien. Astarot sabe que no soy leal a él, pero dice que no le importa. Parece estar muy seguro de cómo van a salir las cosas y supongo que es porque ya vio cómo va a terminar todo esto—. Paró para tomar una bebida alcohólica de color rojo, en su vaso flotaba una rodaja de naranja. —¿Te enteraste lo de Lucifer y el trono?

—Sí, Lilit me lo contó.

—Astarot tiene pensado partir mañana mismo hacia el infierno. Vamos a ir a buscar el trono de Lucifer. ¿Lilit ya sabe cuándo?

Alan se quedó con la vista fija mientras pensaba. Hasta que empezó a negar con la cabeza, una y otra vez. Miró a Bruno ahora y contestó:

—No, no sabe. Hay que decirle...

—Sí, pero pará que no te cuento todo todavía. Un día después de que entremos nosotros, va a llegar un ejército templario. Van a empezar a impedir el paso en las fronteras de cada porción y otros van a seguirnos hasta la batalla.

—Así que nosotros tenemos que entrar antes que los templarios.

—Ajá—. Bruno asintió, bebió otra vez y le pasó el vaso a Alan.

El joven lo miró un rato, tomó un buen trago y lo sintió algo fuerte. Apoyó el vaso deprisa en la mesa que tenían a su lado y antes de que Bruno la agarrara le sacó la rodaja de naranja.

Los huérfanos del infierno #TWGamesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora