La onda expansiva lanzó al joven hacia atrás y como si fuera un reflejo automático se cubrió el rostro. Voló hacia afuera del hospital con las manos y brazos quemados y la ropa chamuscada.
Los cristales que habían quedado sanos estallaron también. Alan estaba aturdido, sólo escuchaba un intenso pitido. Y con la visión distorsionada alcanzó a ver al doctor y a la enfermera que entraban con la camilla. Había acabado con los templarios, casi destruido todo el hospital y con suerte salvarían una vida.
Intentó levantarse, pero estaba muy adolorido.
Ciro y las chicas habían logrado correr hacia las escaleras y se alejaron lo suficiente de la explosión y las llamas. Alan no pudo haber llegado en un mejor momento, ya que por poco e iban a ser superados.
Salieron otra vez al corredor que tenía las paredes negras y un olor a quemado insoportable. Se dirigieron a la salida y pudieron comprobar que no había personas lastimadas por la explosión, bueno, excepto los templarios y Alan, que seguía en el suelo. Los tres fueron hasta él en un intento por socorrerlo, entonces, vieron a Astarot en el cielo, se alejaba muy herido.
Alan y Lilit lo habían tenido acorralado, sin embargo, la explosión hizo que todo temblara y que bajaran la guardia. El demonio aprovechó eso para darse la vuelta e irse.
Entonces, el otro clon bajó junto con Martín. Los dos se unieron en un mismo Alan y junto con Lilit y el anarquista bajaron las escaleras. Pero también dejaron a Bruno ahí, en el suelo, como si se hubieran olvidado de él.
Llegaron hasta afuera donde Ciro, las chicas y el clon chamuscado esperaban. El joven deliraba en el suelo y de vez en cuando se quejaba del dolor. Alan se acercó a él, se disolvió en humo, lo absorbió y se volvieron uno solo.
Los médicos ya se habían organizado. Metían a los anarquistas heridos al hospital y los atendían en las salas que todavía estaban en buen estado. La electricidad volvió y trabajaron con verdadero ímpetu.
—Parece que las cosas por fin nos salieron bien —mencionó Martín.
Bruno los observaba desde el vidrio roto del primer piso. Entonces, descendió con las alas extendidas.
—Más les vale irse rápido, porque Astarot mandó más templarios para acá —les advirtió. Entonces, el joven agitó las alas y se alejó por el aire, en la misma dirección por la que se había ido el diablo.
En ese momento, el teléfono de Alan sonó. Lo sacó rápido y vio que tenía un mensaje.
«¿Dónde están, Alan? La puta madre, los templarios nos encontraron» se trataba de su amiga. El joven leyó otra vez el mensaje, ahora en voz alta y miró a Lilit.
—La concha de la lora, era una trampa. ¡Van a liberar a Miguel!
La pelirroja extendió sus alas y Ciro y las chicas lo hicieron también. Mientras que Alan se dividió en dos.
—Yo voy con ustedes —dijo uno.
—Y yo me quedó con Martín.
Entonces, las chicas despegaron. Ciro tomó un brazo de Alan, Lilit el otro, y entonces, ellos también ascendieron.
—¿Y nosotros a dónde vamos ahora? —preguntó el joven.
—Un auto está por llegar, nos va a llevar a la guarida anarquista.
A penas acabó sus palabras, seis templarios llegaron frente a ellos. Se volvió a dividir y uno desenfundó la espada. Todavía no habían chocado las espadas cuando el auto negro llegó y atropelló a los soldados por la espalda. La puerta de atrás se abrió y escucharon una voz desde adentro:
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Los huérfanos del infierno #TWGames
ParanormalDos años después de que Andras, el demonio de los asesinos, desaparece del internado abandonado donde se encargaba de custodiar a un grupo de jóvenes semi-demonios, uno de ellos decide salir a buscarlo. Alan, quien durante años quiso ser libre, se...