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Lilit caminaba por el corredor que pasaba por detrás del hall. Ahí se cruzó con Astarot, que venía por el pasillo que iba a la salida de atrás. La pelirroja entrecerró los ojos, sospechaba de él. Lo conocía desde hacía ya mucho tiempo y nunca le había caído bien.

Ella pasó a su lado sin más. Él se dio la vuelta y le apretó una nalga. Antes de que el demonio pudiera arrepentirse, el puño cerrado de Lilit le corrió el rostro hacia un lado.

—Veo el futuro y puedo predecir que vamos a terminar juntos, querida mía.

—Primero muerta.

—Bueno, la necrofilia nunca fue algo que me desagradara del todo...

—Pelotudo—. Continuó su camino con la mejor cara de póker y Astarot se quedó parado con una sonrisa. Pero, de pronto, la borró de su rostro y fue detrás de ella.

Los dos salieron al vestíbulo. Astarot, aferró fuerte a Lilit, puso su cuerpo delante del de ella y se disponía a lanzarse al suelo. Sin embargo, la pelirroja lo apartó de un empujón y un segundo después, la pared del frente estalló.

La onda expansiva la empujó hacia atrás y por acto de sus reflejos se cubrió el rostro. La polvareda nubló todo y apenas pudo apreciar las siluetas de los templarios que ingresaban al internado.

Pero había algo más, alguien. Estaba parado al frente y resaltaba entre todos, extendió sus alas y a medida que el polvo caía Lilit lo pudo apreciar.

—El arcángel Miguel vuelve a visitarme ¿Seguís en busca del perdón de tu padre?

Astarot, detrás de ella, se levantó y subió las escaleras con alta celeridad.

—Síganlo —ordenó el ángel. Cuatro templarios acataron la orden y fueron detrás del demonio.

Miguel tenía el pecho desnudo a pesar de que era otoño. Una tela blanca le cubría un poco debajo de la cintura, sus risos rubios parecían haber sido laminados con oro y, además, del espacio entre sus omoplatos salían dos grandes alas con plumas grisáceas.

—Pensé que tus alas eran blancas —dijo Lilit con picardía.

—Lo eran, hasta que me pervertiste en contra de mi padre.

La pelirroja no pudo evitar reírse y cuando se calló, se escuchó el chocar de las hojas en el piso de arriba. Avanzó unos pasos y se dio la vuelta para ver hacia el entrepiso.

Astarot se dio a ver. Corría con la empuñadura bien aferrada y la clavó en el estómago de un templario, después otro y otro; era una brocheta humana. Detrás de él, un templario decapitó a uno de los chicos. Bruno llegó enseguida y cobró venganza al hacerle lo mismo. Miguel ordenó que subieran más.

Algunos fueron por las escaleras a la izquierda y otros a la derecha. Bruno contuvo a los de un lado, mientras tanto, Astarot trataba de sacar su espada de los tres estómagos. Hizo un movimiento brusco y los cuerpos con su espada se cayeron contra la baranda, la sobrepasaron y se desplomaron en la planta baja.

Resignado a recuperar su hoja, extendió sus dos pares de alas y los otros tres jóvenes lo imitaron. Los cuatro se agitaron sus alas, salieron por el hueco del frente y se perdieron en el aire.

Lilit pensaba en lo cobarde que era ese tipo cuando sintió la punta de la espada de Miguel que le pinchaba la zona lumbar. Fue entonces cuando sus chicas aparecieron en tropel, derribaban y mutilaban templarios en el entrepiso y se abrieron paso hasta ella.

Los huérfanos del infierno #TWGamesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora