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Miguel pasó a su lado, lo miró, pero decidió que no podía perder tiempo en ayudarlo. El ángel se metió a la mansión dispuesto a ayudar a Lilit.

Alan no podía quedarse ahí a la espera de ayuda, así que hizo su mayor esfuerzo. Le crecieron sus garras y su piel empezó a volverse rojiza y más dura. Su rostro se estiró y se oscureció, y un gran par de cuernos creció en su cabeza. Por último, dos alas se expandieron en su espalda y lo ayudaron a empujar. Sus bíceps empezaron a hacer toda la fuerza que podía y por fin pudo levantar la puerta. La mantuvo y se arrastró hacia atrás. Ni bien liberó sus extremidades bajas, dejó de hacer fuerza y la puerta cayó.

El joven, ahora un demonio de pies a cuernos, se paró. Sentía una fuerza caliente que era liberada por todo su cuerpo. Agarró su espada que estaba tirada por ahí, después, expandió las alas y las agitó en un intento por volar. Para su suerte, se trataba de una habilidad innata para ellos y estuvo en el aire en un pestañeo.

Descendió en picado y se metió por la puerta. Volar era algo innato, pero aterrizar no. Logró poner los dos pies en el suelo, pero siguió de largo y se estampó contra una pared.

Se estabilizó rápido y guardó sus alas. Su visión era más aguda y clavó los ojos en Lilit y Astarot de inmediato.

Los dos estaban a un lado del vestíbulo enfrascados en una fuerte lucha de espadas, pero no había rastro de Miguel.

Alan se lanzó a correr y arremetió con su espada. Astarot logró detenerla y desviarla antes de que Lilit volviera a atacar. Estaba casi arrinconado, pero luchaba de una manera que parecía que jamás lograrían vencerlo.

Lilit y Alan atacaron a la vez. Astarot saltó para esquivar el golpe bajo de Alan y al caer lanzó una patada a Lilit que la hizo trastabillar hacia atrás. Entonces, el demonio atacó al más joven. A duras penas podía detener sus sablazos y Alan sentía como se desvanecía el poder demoniaco que antes lo había invadido.

Sus espadas chocaron y era cuestión de usar toda la fuerza para que los brazos no cedieran, empero, Astarot era más fuerte. Alan sabía que si perdía en esa le daría una ventaja a su enemigo que significaría letal. Sus espadas parecían a punto de quebrarse y el chico se inclinaba hacia atrás, no sabía cuánto más aguantaría.

Antes de que ninguno de los dos ganara, llegó Lilit en pleno vuelo y arremetió con los dos pies juntos. La patada lanzó a Astarot contra una pared a la cual le hizo un agujero y pasó a la habitación contigua.

Alan miró a la pelirroja y pudo esbozar una sonrisa.

—Gracias.

Lilit estaba muy seria y tenía el rostro lleno de preocupación. Escucharon un grito de una de las chicas antes de que Alan pudiera decirle algo más. Salieron al patio principal y se encontraron con una escena caótica.

Leviatán ya no estaba y el ejército de Lilit había sido doblegado. Una de las jóvenes estaba muerta. Ciro y la muchacha que restaba eran los únicos en pie que luchaban por mantener a raya a los demonios. Además, no había rastro de Miguel.

Alan saltó la baranda y cayó de la plataforma. Aferró fuerte su espada y atacó a los demonios a diestra y siniestra.

Lilit, por otra parte, volvió a entrar a la mansión; tenía que encontrar a Miguel.

El vestíbulo estaba destrozado por la pelea que habían tenido. Una escalera ancha en medio subía a un entrepiso. Lilit fue detrás de los peldaños y se encontró con una puerta doble. Pasó por ella y caminó por un corredor con muchas ventanas que daban a los jardines. Al final, había otra puerta doble y Astarot esperaba junto a ella.

Los huérfanos del infierno #TWGamesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora