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Alan estaba abajo, atento a la espera de Astarot cuando él llegó. Volaba junto con los otros dos semi-demonios. Sin más apuntó y disparó.

Astarot esquivó el proyectil con facilidad, pero el chico que iba a su lado no tuvo la misma suerte. Recibió el impacto y explotó en el aire. La onda expansiva hizo que el demonio perdiera el control y salió despedido hacia abajo. Se estrelló contra una ventana del primer piso e ingresó al hospital.

El otro semi-demonio, subió hasta la terraza y allí se encargó de cortar el suministro eléctrico del hospital.

Entonces, los templarios llegaron por el frente y llenos de furia con sus espadas al ristre se disponían a irrumpir dentro del edificio.

Los anarquistas salieron de sus escondites, armados y listos para luchar. Uno llegó con Alan y lo ayudó a recargar el lanzacohetes. Se disponía a disparar contra los guerreros, pero el hombre le dijo que lo tenían controlado, que no desperdiciara el último proyectil.

Cocteles molotov volaron por los aires y, de pronto, el ruido de las balas que impactaban en las armaduras templarias inundó el aire. Los anarquistas lograron contener el ataque durante unos minutos.

Un instante después, empezaron a avanzar y los hombres y mujeres caían abatidos o sin municiones. Las llamas en el frente empezaban a extinguirse y los soldados irrumpieron dentro del hospital. Alan, sin nada que poder hacer, esperó a que todos ingresaran y junto con un par de médicos fue a ayudar a los anarquistas heridos.

El clon con la espada y Lilit bajaron para buscar a Astarot. Mientras que Ciro y las dos chicas fueron a la planta baja en un intento por contener a los templarios.

Las luces de emergencia iluminaban los pasillos y los cuartos. El tercer clon se quedó con Martín en su habitación mientras él se vestía y se preparaba para irse.

El hombre castaño ya casi estaba listo cuando Alan escuchó que alguien venía. Se asomó al pasillo y recibió un golpe en el rostro que lo hizo caer de espaldas.

En el suelo, pudo ver a quién lo había golpeado, era el otro semi-demonio. El que, dada la casualidad, le había asestado un golpe con el tubo de la ducha en el internado, cuando casi lo asfixiaron con una bolsa.

Lilit y el otro clon de Alan salieron al corredor por las escaleras. Las luces lo iluminaban todo a lo largo y en el fondo pudieron ver a Astarot que se levantaba del suelo lleno de vidrios.

Alan desenfundó su espada y se lanzó a la carrera. Lilit sacó sus garras y lo siguió. Juntos, se lanzaron contra el demonio. El joven le hizo un tajo en la espalda mientras que la pelirroja le arañaba el pecho. Pero, entonces, él extendió sus alas y se quitó a Alan de encima. Y con ambas manos apretó los pechos de Lilit con tanta fuerza que el dolor la hizo parar.

El muchacho se reincorporó y aprovechó el momento para clavarle la espada por la espalda a Astarot, pero Bruno llegó sin que pudiera verlo y desvió su hoja.

Entonces, Lilit se enfrentó al demonio y Alan a su viejo peor enemigo.

Ciro y las chicas cubrían el pasillo que daba a las escaleras y de ninguna manera dejarían que los templarios pasaran. Lograron neutralizar a algunos y se hicieron con una espada cada uno. Así mantendrían lejos las hojas templarias y estarían más seguros.

El olor a quemado llegaba desde afuera. Los guerreros se formaron y marcharon hacia el corredor. Ciro y las jovenes repelían todo tipo de ataques y dejaban fuera de batalla a un soldado detrás de otro, pero no sabían cuánto aguantarían.

El semi-demonio se le abalanzó con las garras afuera y Alan levantó la pierna para detenerlo justo de un golpe en el estómago.

Aprovechó que su enemigo estaba abatido y se levantó. También sacó sus garras y se abalanzó contra él. Intentó rasgarlo por arriba pero le detuvo el brazo y le clavó sus zarpas. Pero, con celeridad, le clavó las suyas por en el abdomen bajo e intentó subir, in embargo, él usó su mano libre e intentó desgarrarle el cuello, por lo que tuvo que retroceder.

El semi-demonio se inclinó hacia adelante con levedad, los brazos extendidos hacia atrás y las garras filosas y amenazantes; estaba listo para embestirlo. Entonces, Martín llegó detrás de él con una pistola en la mano. La apuntó a su cabeza y disparó, el joven cayó muerto.

Alan estaba algo impactado, jamás había visto morir a alguien con tal facilidad. En el fondo le preocupaba la posibilidad de que para ese chico no todo estaba perdido y que podría haber terminado de otra manera. Pero, de todas formas, si Martín no lo mataba él lo habría hecho, así que, alejó esos pensamientos.

—Vámonos —le dijo el hombre.

Le dio una palmadita en el hombro y salió por la puerta. Alan se apresuró a seguirlo.

Lilit se había convertido en toda una demonio. Tenía un afilado y grande par de cuernos en la cabeza, las garras negras más filosas que nunca y unos amenazantes colmillos. Su cuerpo entero parecía haber enrojecido.

Y así se enfrentaba a Astarot, que tampoco se molestaba en limitar sus fuerzas. Los arañazos iban y venían, los puñetazos y las patadas tampoco faltaban, la pelea no parecía mostrar un ganador.

A unos metros, Bruno y Alan estaban enfrascados en una lucha de espadas. Alan sabía que en el fondo, su enemigo sólo simulaba estar con Astarot. Aunque, de vez en cuando, lo hacía dudar de la falsedad de su lealtad.

Al final, Alan le provocó un corte en la pierna a Bruno. Cuando se inclinó, aprovechó y le tajeó un brazo, entonces, él soltó la espada. Por último, le pegó una patada en el otro muslo, que se le había lastimado en el accidente del restaurante y el chico cayó contra la pared.

Alan pateó la espada en el suelo en dirección a Lilit. Ella empujó a Astarot y tomó el momento para levantar la hoja. Entonces, el demonio se vio amenazado por dos relucientes filos templarios, dispuestos a matarlo y enviarlo a nadar al río Estigia.

Sisearon las espadas y le produjeron diversos cortes mientras lo obligaban a retroceder. Al final, se encontró con el hueco en el frente de vidrio a sus espaldas.

—¡No tenés salida, putito! —le dijo Lilit.

—Las posibilidades de que salga de ésta todavía no son ínfimas.

—Tu pene es ínfimo —replicó la pelirroja.

El otro clon de Alan estaba afuera del hospital. Sostenía alto un saco con suero que estaba inyectado en el antebrazo de una mujer vestida de negro, una anarquista. Mientras que un doctor y una enfermera intentaban parar la hemorragia en su abdomen.

—¿Se va a salvar? —preguntó Alan.

—Si no la llevamos a una sala de emergencias, yo diría que esperemos lo peor.

—¡Vamos a llevarla!

—Pero... está lleno de templarios, no vamos a poder pasar —espetó la enfermera.

—Yo me encargo de ellos, ustedes suban a esta mujer a una camilla.

La enfermera corrió hacia una ambulancia estacionada a un lado y sacó la camilla que estaba plegada adentro. Con la misma celeridad, se dirigió a ellos. Mientras que Alan, iba a buscar el maletín donde el lanzacohetes y el último proyectil estaban listos.

Los templarios habían hecho retroceder bastante a Ciro y a las chicas, pero todavía no los habían sobrepasado. El joven apenas llegó a ver sobre los yelmos a Alan con el lanzacohetes. Detrás de él, un doctor y una enfermera llevaban a alguien en una camilla.

—¡Retrocedan! —le gritó Alan que ya lo había visto.

Entonces, disparó el proyectil hacia los templarios. La explosión llegó a varios tanques de oxígeno y se expandió por toda la planta baja. 

Los huérfanos del infierno #TWGamesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora