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Alan pensó que vagaría por la niebla por horas, pero Lilit estaba más familiarizada que cualquiera y enseguida logró que un camino de tierra apareciera frente a ellos.

—A ver, como se los explico... El infierno es un gran círculo con otros dos más chicos adentro —dijo mientras se ponía a caminar—. Y esta circunferencia está cortada y forma ocho porciones, que a su vez están divididas en tres. Cada una de esas tres es llamada por una letra: A, B o C. Y cada una de las grandes porciones tiene un número asignado, del uno al ocho.

—Qué loco —dijo una de las chicas.

—El infierno es más complicado que el ciclo menstrual —murmuró otra.

—Ahora estamos en la siete A, y en la C podemos pasar a la ocho. Allá tenemos que volver a la A para pasar a la uno. Y así hasta llegar a la porción seis, ahí está la ciudad donde vivimos los demonios y ahí está el trono.

—Era posta cuando dijiste que iba a ser un largo viaje —agregó Ciro.

La pelirroja se limitó a sonreír con inocencia y continuó la marcha.

—No piensen en cosas feas, no acá. Porque se pueden hacer realidad —les advirtió poco después.

Todos guardaron silencio y caminaron por el mismo sendero hasta que un estrecho y destartalado puente de madera se hizo ver. La tierra se hundía en un interminable precipicio debajo de él y, a un lado, un cartel oxidado decía "Usted está por cruzar a la 7B".

—Vamos —dijo Lilit.

Tomó de la mano a Miguel y cruzaron. Después fueron las chicas, Ciro y por último Alan. Estaba a mitad del puente, éste se tambaleaba y crujía mientras que el joven hacía todo lo posible por no pensar en que podría caerse.

No quiso hacerlo, pero miró hacia abajo. Estaba aferrado a la idea de controlar sus pensamientos y no lo logró, le pasaron tantas cosas por la cabeza, como si de una avalancha se tratara.

El puente tembló y un leve traqueteo empezó a escucharse desde la profundidad del abismo. El resto ya notaba que algo no iba bien y Ciro decidió acercarse, pero antes de que diera un paso, los vieron ascender.

Una bandada de cuervos emergió de las profundidades y confluyeron para rasguñar y picotear a Alan. El puente iba de acá para allá y algunas maderas empezaban a caerse, no podían dejarlo atrás y nadie perdió más tiempo.

Todos extendieron sus alas y se dirigieron al nubarrón negro que formaban las aves. Desenfundaron sus espadas y trituraron cuervos a diestra y siniestra, mientras que Ciro logró agarrar a Alan de un brazo y lo puso en la superficie del 7B.

Ni bien el semi-demonio puso los pies en tierra firme, las pocas aves que quedaban completas volvieron a las profundidades.

Lilit aterrizó a su lado y enfundó la espada. Por consiguiente, le puso una mano en el hombro y dijo:

—No intentes controlar tus pensamientos. Nada más tratá de pensar en una sola cosa, algo lindo.

Alan asintió, se encontraba pálido y muy callado. No le gustaba para nada esa parte del infierno y era la única que conocía.

Respiró e intentó mantener la calma. Continuaron la marcha y Alan enfocó su mente en una hermosa motocicleta negra, una ruta en medio del campo y un viaje que hacer. Era todo lo que quería para su vida, irse lejos, muy lejos. Y estaba seguro que una vez que Lilit tomara el control del infierno y los templarios fueran vencidos, él podría hacer lo que de verdad quería. Estaba casi seguro.

Mantuvo su mente en eso, respiró y caminó. Ya faltaba poco.

Una hora después ya avistaban el próximo puente. De hecho, ese era un árbol gigante y ladeado que cruzaba sobre un abismo un poco más ancho, pero menos profundo.

Los huérfanos del infierno #TWGamesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora