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Alan sintió como su pecho succionaba todo rastro de aire que quedaba en su cuerpo. Se le aprisionaba con fuerza, se ahogaba mientras pataleaba a todo lo que daba para llegar arriba.

En ese momento, todo parecía jugarle en contra. La espada, la mochila, incluso las zapatillas y la ropa parecían tirar de él hacia abajo. De todas maneras, lo logró.

El aire entró a sus pulmones a tropel y Alan respiró como nunca lo había hecho. Tomaba una bocanada detrás de la otra hasta que al fin se normalizó. Entonces, pudo apreciar el entorno.

Sus pupilas se habían dilatado a más no poder para lograr ver en esa caverna oscura. Al parecer estaba solo y una idea terrible le sacudió hasta el último ápice. ¿Y si todos se habían ahogado?

No tuvo mucho tiempo para pensarlo, algo le agarró del pie y tiró de él con fuerza. Se sumergió y tragó agua en un intento por respirar una última vez.

Sintió que lo agarraban más personas y empezaron a llevarlo con fuerza. Abajo era todavía más oscuro y no lograba distinguir nada.

Ya casi no tenía aire y sentía como si sus ojos fueran a salirse de sus órbitas. Quería gritar, sin embargo, la fatiga se apoderaba de él y ya no podía ni luchar por liberarse. No podía ser libre...

Sus párpados caían y lo último que vio fue un destello rojo que llegaba desde otra superficie.

Después de un rato fuera de sí, empezó a escuchar voces en la lejanía.

—¡Hay que hacerle respiración boca a boca!

—¡Antes hay que ver si despierta por sus propios medios! —respondió una voz firme y autoritaria.

Apenas terminó de escuchar esas palabras, sintió un fuerte dolor. Sus párpados se abrieron como si una grúa levantara de ellos y vio a Lilit con la palma alzada. Sentía el calor en su mejilla y su semblante era de total confusión. Detrás de ella estaban todos los demás, inclusive la Llorona.

Lilit le tendió la mano y lo ayudó a levantarse.

—¿Estás bien?

—Sí.

Todos estaban mojados y ahora ya no había más niebla. A un lado había un estanque de cemento. Al cual lo rodeaba un antepecho, pero dejaba una entrada en una esquina. Dentro, estaba lleno de agua turbia sobre la cual flotaban hojas amarillentas.

Un árbol viejo y gris estaba a un lado. Parecía ser el único, ya que, más allá todo era un erial ennegrecido. Hileras de humo salían de varios puntos y en la lejanía se llegaba a ver unas elevaciones como pequeñas montañas.

En frente al estanque había un viejo cártel que decía: "Bienvenido a 8C donde la ira se castiga... o se apremia".

—Vamos, que tenemos que cruzar las esos montes y un poco después está el cruce al número uno.

Estaban en un terreno elevado desde el cual podían apreciar todo el camino que les quedaba por recorrer. Alan ya se disponía a bajar, pero el resto ya tenía sus alas listas. A excepción de la Llorona. «Bueno, al menos no soy el único» pensó el joven.

Ciro y Miguel lo agarraron de los brazos y Lilit y una de las chicas llevaron a la Llorona.

Se elevaron por sobre el erial y se aseguraban de no chocarse a ninguna hilera de humo. Desde ahí, Alan pudo distinguir varias grietas por las cuales se asomaba un aura naranja. Algo le decía que se trataba de lava, ya que el calor que hacía en ese lugar contrastaba por completo comparado con la niebla.

Los huérfanos del infierno #TWGamesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora