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Todo se oscureció y Alan esperó a ser masticado. En cambio, sintió como caía en un colchón esponjoso, como si de algas se tratara.

—¡¿Lilit?! —gritó con desesperación.

De pronto, el joven pudo ver una luz. La pelirroja estaba parada frente a él y en su mano llevaba un encendedor.

—Estoy acá... Tranca.

—¿Un monstruo de los mares nos comió y vos me pedís que esté tranca?

—El río Paraná no es un mar, Alan—. La mujer rodó los ojos.

—No importa... ¿Por qué mierda estamos acá?

—¿Pa' qué querés saber eso?—. Soltó una leve risa. —Saludos.

Corrió hasta la gran caverna que se alzaba a sus espaldas. Se trataba nada más ni nada menos que de la garganta de la bestia y Lilit saltó por ella.

Alan se apresuró a seguirla. Mientras más se alejaba la oscuridad empezaba a alcanzarlo y no quería perderla. Corría detrás de ella cuando se dio cuenta de que sus pies pisaban una gigantesca y húmeda lengua. Se sintió asqueado, pero se limitó a seguir.

Al asomarse por la garganta pudo ver a la pelirroja que miraba por las paredes de la tráquea del monstruo.

—¿Qué buscás? —le dijo desde arriba.

La bajada no era muy pronunciada, por lo que Lilit podía volver cuando quisiera.

—Los pulmones, pero me parece que Leviatán no tiene.

—¿Para qué querés encontrar sus pulmones?

Entonces, Leviatán emitió un grave y aterrador sonido.

—Quiere fumar. Pero bueno, no importa—. Se dio la vuelta e hizo una pausa. —Seguime.

Alan no estaba muy seguro, pero tampoco quería quedarse solo. Así que bajó y fue detrás de ella. Juntos, se adentraron hacia el estómago del Leviatán.

Los anarquistas y los semi-demonios estaban sentados en una larga mesa mientras comían. Martín se había sentado junto a los jóvenes.

—Y... ¿Qué se supone que hacen acá?

—Peleamos, seguimos con la pelea —dijo con una sonrisa y mucha motivación detrás.

—¿No hay anarquía ya? ¿Qué más quieren? —preguntó una de las chicas.

Martín se rió antes de contestar, una carcajada tranquila.

—Declarar la anarquía fue el primer paso. Una vez que logramos asentarnos después de ese breve caos... El país tenía que seguir. Así que a lo único que se llegó fue al capitalismo. Un libre y brutal capitalismo ¿Saben lo que es?— Los miró a la espera de una respuesta mientras llevaba a su boca un poco de ensalada.

Ninguno le respondió y él pareció algo decepcionado.

—Es una forma de organización... Podría decirse. Es lo que tenemos ahora, en un sistema capitalista se manejan con una moneda y lo más importante parece ser tener una fortuna. Digamos que este sistema es algo duro para con muchas personas—. Hizo una pausa para llevarse más comida a la boca y esperó. —La cuestión está en que ahora que no hay Estado que regule al capitalismo, es nuestro deber hacer que no nos maten a todos de hambre. Aunque, en cuanto podamos deshacernos de ellos... Las cosas van a ser diferentes.

Sus palabras se perdieron en la cena. Todos continuaron en silencio y en sus mentes pensaban en lo que les acababan de decir.

Alan estaba impresionado, de verdad, empezaba a idolatrar a ese hombre.

Lilit y el otro Alan llegaron al gran estómago de Leviatán. Se trataba de una gran caverna la cual no dejaba apreciar sus paredes a causa de la oscuridad. Pero en la leve penumbra vislumbraban el lago de ácido y en medio de una gran úlcera con forma de isla... Había una casa.

—Leviatán es un hogar para sus aliados, una fortaleza andante.

El chico estaba sorprendido. Lilit extendió sus alas, le pasó el encendedor al joven y lo tomó de los brazos. Volaron sobre el lago de ácido estomacal y llegaron hasta la pequeña cabaña.

Alan estaba impresionado en serio. Entraron a la casucha y se encontraron con un hermoso living en perfecto estado. Un baño, con ducha incluida, una cocina-comedor y tres dormitorios.

—¿De dónde llega el agua?

—¿Pa' qué querés saber eso?— Lilit volvió a reír, se sentía como en su hogar.

—¡Fua! También hay electricidad —exclamó mientras encendía todas las luces—. Es del diablo esta casa.

—Está dentro de uno... así que...

Alan fue hasta la heladera y la encontró llena de cosas. Tanto que, con la ayuda de Lilit, cocinaron su propia cena. Treinta minutos después comían y observaban el lago ácido por una limpia ventana.

—Alan... Tengo que contarte algo.

—Decime ―balbuceó con la boca llena de fideos.

—¿Sabes quién es Lucifer? —preguntó sin saber por dónde empezar.

El joven asintió y Lilit continuó:

—Bueno, él está muerto y ahora su trono en el infierno está vacío.

—¿Y qué con eso?

—No hay nadie que proteja a quienes están enjaulados a los lados del trono. Tampoco nadie que tome el control con verdadera... Responsabilidad.

—¿Quiénes...?

—No importa—. Alzó una mano para que no siguiera.

—Bueno, ¿Y eso en qué me afecta?

—Astarot quiere tomar el trono... Y yo también lo quiero —confesó la pelirroja.

Alan se quedó callado, a la espera de que prosiguiera.

—Necesito ayuda... Él le lavó el cerebro a los templarios y los tiene a sus pies. Y también a todos los demonios que lo sirven. En cambio yo...

—No tenés a nadie —concluyó Alan.

—Eh, no, no pará —se quejó ella—. Tampoco estoy tan así, tengo un grupo de diablas dispuestas a luchar por mí, pero no son suficientes.

—¿Y pensás que yo voy a hacer la diferencia?

—Todo suma —respondió con una extraña positividad.

—Bueno, en los casi diecisiete años de mi vida, maté y peleé con tantos demonios y templarios. Supongo que unos pocos más...

Lilit sonrió e hizo que Alan también lo hiciera. Ella levantó su vaso que contenía cerveza y él también. Chocaron sus vasos con energía y Alan se volcó un poco sobre la mano.

—Por la victoria.

—Por la victoria —repitió el chico en voz más baja.

Al terminar de comer, Lilit se puso a gritar dentro del estómago de Leviatán. Le pidió que los llevara hasta el estadio. Después de un rato, el monstruo emitió el mismo sonido otra vez.

Alan quería saber la hora, pero su teléfono lo tenía la otra mitad. De todas formas, eso le vino bien ya que si lo hubiera tenido se habría mojado en el río. Al final, concluyó que debían ser las once.

El Parque de la Costa ya había cerrado, a pesar de que con la anarquía estaba abierto hasta más tarde, eso no los hacía exagerar. Tigre se veía algo oscuro y eso jugaba a su favor.

Leviatán, un demonio con forma de una gran ballena, salió a la superficie de un salto. Extendió un gigantesco par de alas y se elevó en el aire, en dirección al Estadio Monumental.




Los huérfanos del infierno #TWGamesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora