Capítulo 4 - La promesa

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Entré en clase y pasé el resto de las horas abstraído, pensando. Las cosas me iban demasiado bien, algo iba a salir mal.

A la salida esperé a Eloy y Ángela para irnos en autobús. Mientras lo hacía comencé a mirar el móvil, algo me sorprendió. Había un número desconocido que me había mandado un mensaje:

<< Hola, soy Marina. Quería enviarte mi dirección para la fiesta de mañana. Enlace. >>

- ¿Quién le habrá dado mi número? Seguramente fue el cabrón Eloy. - Dije para mis adentros.

Estuve esperando cinco minutos y ellos no venían. Llamé a Eloy, comunicaba. El autobús llegó y ellos aún no habían llegado. Llamé a Ángela, ella si lo cogió.

- Dime papichulo. - Dijo ella.

- ¿Dónde estáis? El autobús ya está aquí, además, ¿por qué Eloy no coge el puto móvil? - Dije enfadado.

- Está hablando con su madre, le he invitado a mi casa ésta tarde, porque estoy sola en casa. Nos recoge mi madre. 

- Ah, está bien. - Contesté. - Adiós, pasadlo bien.

- Adiós papichulo, un beso. - Y conforme lo dijo, colgó.

Me subí al autobús. Ya sabía lo que Ángela le había dicho a Eloy antes de que empezase la carrera: Si ganaba le invitaría una tarde en su casa. Empecé a jugar Candy Crush en el móvil. Nunca lo había hecho, pero era la primera vez que volvía a casa sólo. De repente sonó un ruido estridente y el bus empezó a derrapar, se había pinchado una rueda. El autobús comenzó a patinar sobre el asfalto. Todos los que íbamos dentro comenzamos a gritar, íbamos a caer por un barranco. El bus cayó y yo sólo podía esperar mi final. Empecé a ver mi vida entera ante mis ojos. Vi mi infancia con Eloy y Ángela. El día que conocí a Esther, Abel y Alex. Mi vida con mis padres y... aquella noche. 

Me levanté en una habitación blanca, parecía un hospital. Me dolía la cabeza, al parecer me había dado un golpe al desmayarme. Me incorporé. Vi un hombre que me miraba fijamente, tenía una placa amarrada a su cinturón, era policía. Era un hombre delgado de unos treinta años con el pelo alborotado y una barba de tres días. Vestía con una camisa blanca remangada y una corbata negra. Llevaba unos vaqueros ajustados y unos mocasines. Cuando me vio incorporarme me sonrió.

- Hey, ¿que tal campeón? te has dado un buen golpe.

- ¿Qué... qué ha pasado?¿Dónde están mis padres?¡Quiero ver a mis padres!

Al hombre se le borró la sonrisa, se veía que la había forzado para hacerme sentir mejor.

- ¿Cómo te llamas pequeño?

- Sergi, Sergi Llamas. - Respondí nervioso.

- Verás Sergi, soy el inspector Román de homicidios. - Dijo con voz calmada pero claramente amarga. - Anoche, entraron en tu casa a lo que parecía un robo, bueno, más bien un intento, no parece que se hayan llevado nada. - Hizo una pausa, se veía que le costaba decirlo.

- No entiendo, ¿les ha pasado algo a mis papás? - Dije preocupado, sabía la respuesta pero tuve toda esperanza de que hubiese sido una pesadilla.

- Sergi, no sé como decirte esto..... tus padres fueron asesinados anoche.

Una ola de ira, miedo, desconsolación... todo se apoderó de mi en una décima de segundo.

- ¿Sabéis?, ¿sabéis quien lo ha hecho? - Pregunté con voz fría.

El inspector Román suspiró.

- No, de momento estamos barajando sospechosos pero todos tienen una coartada sólida.

Una idea iluminó mi mente, me acordé de aquellos ojos verdes brillantes que me miraban con odio.

- Yo.... vi quien lo hizo. - Balbucee.

Al inspector Román se le iluminó la mirada, parecía que esas palabras habían captado su atención.

- ¿Sí?¿En serio?¿Podrías decirme como era? - Dijo con entusiasmo.

- Sí pero estaba oscuro. Era un hombre alto, corpulento y...

- ¿Y? - Me instó el inspector.

- Tenía unos ojos verdes que brillaban en la oscuridad. - Dije con seriedad.

- ¿Estás seguro? - Me preguntó el inspector poco convencido.

- Sé lo que vi, esos ojos.... eran terroríficos.

- Está bien, descansa nos has ayudado mucho.

- Inspector. - Le llamé.

- ¿Sí?

- Si encuentran al que lo hizo... quiero verle, quiero verle y preguntarle el por qué.

El inspector Román suspiró 

- Está bien, conforme lo encontremos te avisaré. - Me guiñó un ojo y me sonrió. - Pero ahora lo más importante es enviarte a vivir con una familia, ¿tienes idea de con quién podrías ir?

En ese instante me acordé de Eloy y su familia, vivían en Getafe y a veces me iba a su casa en vacaciones. Era lo más parecido que podía tener a una familia en esos momentos.

- Creo que me hago una idea inspector.







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