Tenía a Marina cogida en brazos e iba corriendo hacia el hospital, suerte que estaba cerca, eran cerca de las nueve de la noche. Tenía una herida en la sien sangrando, seguramente se dio con una piedra al caer. Entré por la puerta y fui a recepción. Había una mujer de unos cincuenta, tenía su pelo castaño ya un poco encanecido. Me vio llegar con Marina en mis brazos y se levantó de la silla.
- ¿Qué ha pasado chico? - Preguntó preocupada.
Dudé un segundo. No sabía que responderla, si decía la verdad podría ganarme problemas.
- Nos intentaron atracar, salimos corriendo pero ella cayó y se dio contra un bordillo. - Mentí.
- Está bien, hay que llevarla a traumatología.
Fuimos a lo largo de un pasillo y vimos un cartel:
Traumatología
La sala de espera estaba desierta. La mujer de recepción entró en una consulta. Unos minutos después se abrió la puerta de la consulta y salió la recepcionista, y tras ella una mujer con bata de médico. Era morena y se veía joven, de unos veinticinco y tenía el pelo completamente negro que le llegaba hasta la espalda. Me hizo un gesto de que la siguiera y volvió a entrar.
- Déjala sobre la camilla. - Dijo con amabilidad.
Obedecí. La chica se puso unos guantes de látex y cogió unas gasas, vendas, agua oxigenada y unas tijeras.
- ¿Qué ha pasado? - Preguntó mientras le curaba la herida a Marina.
Le comencé a explicar lo mismo que a la recepcionista. Ella me escuchaba pero sin dejar de prestar atención a Marina.
- Está bien, ¿les vistes las caras?, ¿sabrías describirles físicamente?
- No... iban con capucha, además estaba muy oscuro. - Volví a mentir.
Guardamos silencio. La médico empezó a vendar la herida de Marina. Cuando acabó me miró y sonrió.
- Suerte que es una herida leve, de lo contrario habría que poner puntos. - Comentó.
Volvió a reinar el silencio, esa situación me resultaba un poco incómoda.
- Muy bien, tendrá que quedarse esta noche en observación, ¿podrías avisar a sus padres?
- Sí, claro.
Ahora que lo pensaba nunca había hablado con sus padres, no sabía ni siquiera su número. Cogí el móvil de Marina y busqué en la agenda. Marqué el contacto de su madre, pero nadie respondió. Probé con el del padre, ocurrió lo mismo. Al no recibir respuesta alguna opté por mandarles un mensaje. Ojala lo leyesen.
- Bueno, ya puedes irte, ya te avisaremos cuando esté mejor. - Me dijo la chica.
- No, yo me quedo. - Respondí secamente.
- Está bien, cógela la llevaremos a observación.
La cogí y seguí a la doctora. Conforme avanzábamos miraba el rostro de Marina, estaba preciosa dormida. La verdad sólo pensaba que todo aquello era culpa mía, no pude evitar que le pegasen. Noté como corrió una lágrima por mi mejilla.
Llegamos a observación y la dejé en la cama. La chica la arropó y me agarró del hombro.
- Tranquilo, se pondrá bien, tiene suerte de tenerte a su lado. - Sonrió.
- Gracias doctora. - Le devolví la sonrisa.
- Llámame Rebeca. - Comentó. - Si necesitas algo avísame, estoy de guardia esta noche.
- De acuerdo, gracias de nuevo... Rebeca.
Sonrió y salió de nuevo por la puerta.
Me senté en una silla y volví a sacar el móvil de Marina. Los padres aún no habían respondido. Como no tenía teléfono desde el accidente aproveché y llamé a casa para explicar que no volvería a dormir esa noche. Después me recosté en la silla e intenté no dormirme, pero el cansancio me venció.
Me desperté con un dolor agudo en el cuello, dormir en una silla tenía sus consecuencias. Abrí los ojos y me fijé en que Marina me miraba fijamente. Al ver que me despertaba sonrió.
- Buenos días, mi príncipe.
- Buenos días, mi princesa. - Dije para seguir con la broma. - ¿Cómo te encuentras?
- Teniendo en cuenta que he dormido en una cama blandita y tú en una silla, creo que mejor que tú. - Respondió sarcásticamente.
- Es irónico, hace un mes yo era el que estaba en esa cama. - Dije riendo.
Me acerqué a la cama y le cogí la mano.
- Me alegro de que estés bien.
- Cómo no voy a estarlo teniendo a mi ángel de la guarda. - Dijo con una sonrisa.
Se acercó a mi y me besó. La verdad, sentía que cada vez me enamoraba más de ella.
De repente sonó como llamaban a la puerta, era Rebeca. Entró y nos saludó.
- Bueno, ¿qué tal habéis pasado la noche? - Preguntó con una sonrisa.
- Muy bien doctora, muchas gracias. - Respondió Marina.
- Sí bueno, yo creo que voy a necesitar un collarín, eso de dormir en una silla toda la noche no es que sea muy cómodo. - Dije con voz bromista.
Nos reímos.
- En fin, he venido para darte el alta, puedes irte. - Anunció Rebeca sonriendo.
- Muchas gracias. - Respondió Marina.
- No hay de qué.
Marina comenzó a cambiarse de ropa, mientras tanto la esperé fuera. Volví a mirar el móvil, nada aún ni siquiera lo habían leído. Decidí que tenía que comentarle eso, me parecía extraño. Salió sonriéndome y le entregué el móvil .
- Quería comentarte algo. - Dije.
- Dime.
- Anoche escribí a tus padres para decirles que estabas aquí, pero ninguno respondió.
Se le borró la sonrisa.
- Bueno mi padre está de viaje de negocios. Y mi madre... - Rompió a llorar.
La abracé e intenté consolarla. Me sentía idiota por haber sacado el tema.
- La sigo teniendo en los contactos desde que se fue hace dos años, sólo para sentir que sigue en mi vida. - Dijo entre lágrimas.
- Lo siento, no debería haber sacado el tema.
- No pasa nada, sólo te preocupas por mí, y por eso te quiero tanto. - Me abrazó con fuerza.
- Yo también te quiero. - Respondí.
- Hostias que ñoño se ha vuelto el niño, parece mentira que ayer le estuvieras pegando una paliza a unos chicos como un maldito psicópata. - Dijo Kaos en mi cabeza.
- Cállate y no me jodas el momento pequeñín. - Respondí con voz burlona.
- En serio gilipollas, debes controlarte más, casi destrozas a ese cabrón con el Martillo del Mal.
Kaos tenía razón, había pegado una paliza a esos chicos, perdí el control sólo con ver cómo pegaban a Marina. Tendría que aprender a controlar mi ira, y eso llevaría tiempo, mucho tiempo.
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Kaos (#Wattys2017)
Teen Fiction¿Qué ocurriría si a un chico huérfano de quince años le metieran el alma del demonio más loco y despiadado de todos los tiempos sólo para salvar los tres planos? O al menos ese es el motivo que él cree...