Capitulo 41 - Un sueño muy realista

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Se oyeron disparos y gritos de lucha. Diez minutos más tarde llegaron las dos Guardianas, cortaron mis ataduras, extrajeron el puñal de mi hombro y me cogieron de los hombros. Salimos del lugar que parecía ser una fábrica abandonada y fuimos a la furgoneta. Entramos y salimos a toda mecha dirección al cuartel. Las dos sonreían porque creían que el plan iba a la perfección, pero yo era el único que sabía la verdad.

- Espero que no te hayan dado mucha caña. - Dijo Marina sin despegar la vista de la carretera.

- Eh.. No, estoy bien, solo un poco... cansado. - Dije intentando parecer convincente.

- Bueno, de momento el plan va bien, ¿les has dicho dónde está Eloy no? - Preguntó Ángela.

- Sí, iban a por él ahora mismo.

- Pues ahora sólo tenemos que esperar a que Marina sienta que Eloy está en apuros para ir a por él.

- Sí, esperemos que salga bien. - Dije.

- Eso espero, si no, moriremos todos.

- Moriremos de otra forma si no lo solucionamos. - Pensé.

- Tú ahora no te ralles, centraté en la misión. - Me respondió Kaos.

Llegamos al cuartel y bajamos a la Sala de Preparación. Me vendaron las heridas y me dieron agua del Edén. Las heridas terminaron de curarse dos horas más tarde, cada vez sanaba más rápido. Esperé con impaciencia, estaba deseando un poco de acción. Me puse a jugar con el móvil para entretenerme, pero me llegó un mensaje, era Elías.

- Sergi, Trucha se ha escapado, hemos puesto carteles de búsqueda por todo el barrio, pero no te hagas ilusiones, lleva mucho tiempo desaparecido, por favor avisa a Eloy de mi parte.

Mierda, el día estaba empeorando por momentos, prácticamente me había criado con ese gato, y ahora ya no estaba. Me deprimí bastante, Trucha era un gran amigo, uno que no habla, claro, pero si que te apoya en los malos momentos.

Decidí olvidarme del tema y concentrarme para lo que me esperaba, si lo que Mesistófeles me había dicho era cierto, Eloy estaba en serio peligro, porque, si era poseído por Satán Estados Unidos soltaría la bomba y comenzaría una guerra nuclear, probablemente la Tercera Guerra Mundial.

Me tumbé en la cama y me dejé envolver por el sueño.

Estaba en una especie de edificio abandonado. A mi lado estaban tres personas que no conocía para nada. Una chica rubia que tendría aproximadamente mi edad daba vueltas a un kunai en su dedo, un chico también rubio un poco más mayor, tendría unos dieciocho, que tenía una coleta y metía cartuchos en dos escopetas correderas, y la sobrante en un cinturón de munición que cruzaba su pecho. Por último un hombre de unos treinta, muy musculado, de pelo castaño corto con un tatuaje en un brazo de una calavera atravesada por un cuchillo, que tiraba una pelota de tenis una y otra vez contra la pared. Había un espejo, tenía mis ropas de combate, pero había algo diferente en mí, estaba más alto, tenía una cadena que estaba enrollada alrededor de mi pecho y dos katanas a la espalda, pero lo que más me sorprendió fue el tatuaje que tenía en mi brazo, era una serpiente negra, enroscada por todo el brazo que terminaba en el dorso de mi mano, donde se encontraba cabeza, con un pentagrama dibujado en ella, y sus ojos eran de color verde esmeralda.

De repente se oyeron pasos en la calle. Las personas que estaban conmigo se pusieron en guardia, la chica guardó sus kunais en su cinturón y cogió su pistola, el hombre del tatuaje cogió un fusil de francotirador apoyado en la pared, y el rubio accionó la corredera de sus dos escopetas. Me miró y sonrió.

- Que empiece la fiesta.

Salimos corriendo hacia afuera, al origen de los pasos. Había un montón de soldados, pero eso no me aterrorizó, lo que de verdad me infundió terror fue ver el entorno donde estábamos, era una zona en ruinas: edificios derruídos, escombros por todas partes y sobretodo, cadáveres por todas partes.

Mis compañeros se lanzaron a por el regimiento que se nos acercaba, yo desenfundé mis katanas y me uní a mi grupo. Los soldados caían como moscas, yo era el único que no tenía un arma de fuego, pero claro no me hacía falta, tenía a Kaos. Comencé a cortar gargantas, miembros y cabezas, sobre todo lo último, me encantaba ver salir el chorro de sangre por el agujero de su traquea, como si de una fuente se tratase. Mientras tanto mis compañeros no perdían el tiempo, el del tatuaje, mataba a los soldados con tiros en la cabeza sin desperdiciar una sola bala, y el de las escopetas llevaba una a cada mano, las manejaba como simples pistolas. En cambio la chica se arriesgaba mucho más, llevaba un kunai en una mano y la pistola en la otra, tenía la misma habilidad con el arma blanca que con el arma de fuego, reventaba cabezas con sus disparos y cortaba las gargantas de los ingenuos que se acercaban a ella con esperanzas de al menos herirla.

Acabamos con el regimiento en seguida. El chico de la coleta se acercó y me dió una palmadita en la espalda.

- ¿Cuántos? Yo por lo menos veinticuatro. - Dijo riendo.

- ¿Sólo? Yo treinta y dos. - Reí.

- Claro, ese pequeñín te da ventaja cabrón. - Dijo fingiendo envidia.

- Sabes que ya no preciso de él a no ser que sea una urgencia. - Contesté.

- Bueno pero las ventajas están ahí. - Rió.

Un ruido interrumpió nuestra conversación. Una persona aterrizó en frente nuestra. Lo que vi me dejó sin habla, era Eloy. Me miró y sonrió.

- Hombre, hacía mucho tiempo que no nos veíamos... Hermano. - Dijo recalcando la última palabra.

- ¿Tú que haces aquí hijo de puta? - Preguntó el chico de la coleta.

- Ya veo que tienes a otro perrito faldero, es lo que tienen los débiles, necesitan unirse si quieren igualar el poder de alguien fuerte. - Dijo con aires de superioridad.

El chico cogió las escopetas y descargó toda la munición apuntándole a él. El cuerpo de Eloy estaba como un auténtico colador, él miró al chico y sonrió. Sus heridas comenzaron a sanar como si nada. De repente desapareció.

La chica y el del tatuaje cayeron de golpe, después sin oportunidad a reaccionar, recibí un golpe en la espalda, al instante dejé de sentir las piernas. Eloy apareció detras del chico, este se dio la vuelta instintivamente. Él le agarró del cuello y lo levantó con un solo brazo. El chico no tenía miedo, me miró y no vi terror en sus ojos, sino aceptación a su destino.

- Sergi, sálvalos.

- Oh que bonito, me vas a hacer llorar. - Dijo con ironía.

De un puñetazo le atravesó el pecho y le salió por la espalda.

- ¡¡¡Dani!!! - Grité.

Me levanté con las pulsaciones por las nubes. Me miré en el espejo, no había rastro del tatuaje de la serpiente, eso sólo significaba que había sido un sueño, un sueño muy realista, demasiado.

Kaos (#Wattys2017)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora