Salimos del hospital y fuimos a casa de Marina. Durante el camino no dijimos ni media palabra, todo por mi culpa, de verdad soy realmente idiota. Cuando llegamos a la entrada me disponía a irme, pero Marina me detuvo.
- No quiero estar sola, por favor quédate conmigo. - Dijo con voz triste.
- Está bien. - Respondí acariciando su mejilla.
Entramos y subimos al segundo piso donde estaba el dormitorio. Nos tumbamos en la cama. Ella se recostó en mi pecho mientras yo la abrazaba. Estuvimos callados un largo rato hasta que por fin Marina habló.
- No te lo llegué a preguntar, ¿qué pasó al final? - Preguntó.
- ¿Con qué?
- Con esos gilipollas que nos intentaron pegar, ¿al final qué ocurrió?.
Se me heló la sangre, podía haber mentido a Rebeca y la recepcionista, no estaban ahí. Pero con Marina era diferente, tenía que inventarme otra cosa.
- Bueno pues... digamos que.... tuve que enfrentarme a ellos. - Acabé diciendo, no se me ocurría nada más.
- Pero si no tienes moratones o heridas. - Dijo confusa.
- Si.. bueno... tengo buenos reflejos.
Me miró fijamente como intentando ver mis pensamientos para descubrir que le ocultaba.
- Bueno, tuviste que dejarlos a todos fuera de juego para poder cogerme y llevarme al hospital.
- Sí, en ese momento sólo me importabas tú. - Dije con una sonrisa.
Ella se sonrojó y volvió a recostarse en mi pecho. Al cabo de un rato se durmió. Miré el reloj, eran las cuatro y media, tenía que volver a casa. Me intenté levantar sin despertarla, cogí una manta y la arropé. La miré durante unos minutos, viendo como dormía, parecía tan indefensa. En ese momento me dí cuenta de algo, cuando viniesen a por Eloy y a por mí todos nuestros seres queridos estarían en peligro, y tenía que protegerlos, a todos. Me acerqué a ella y le di un beso en la mejilla. Por un segundo vi cómo sonreía. Salí por la puerta y fui directo hacia casa. Cuando llegué no estaban nadie más que Eloy y Trucha. Al verme mi amigo se quedó pálido.
- ¿Qué haces aquí tan pronto? - Preguntó.
- ¿Pronto? He pasado toda la puta noche fuera. - Respondí confundido.
Eloy fue a abrir la boca pero no dijo nada, Angela había aparecido con una toalla que la cubría hasta el pecho y el pelo completamente mojado.
- Eloy, ¿dónde tienes el acondicionador? - Dijo. Al verme se ruborizó. - Hola papichulo.
- En el armario blanco arriba a la derecha. - Respondió tímidamente Eloy.
- Gracias...
Conforme dijo esto fue corriendo hasta el baño y se encerró ahí. Eloy y yo no dijimos ni media palabra, estábamos demasiado cortados como para decir nada. Al final fui yo quién rompió el silencio.
- Tío, cómo te aprovechas de los momentos. - Dije intentando sonar gracioso.
- Sí.... no te esperaba tan pronto la verdad. - Respondió en voz casi inaudible.
- Bueno, yo no he visto nada. - Comenté guiñándole un ojo.
- Está bien, tendrás que decírselo a ella también, ya sabes cómo es.
- No hace falta que me lo recuerdes, aún recuerdo el día que me pilló en calzoncillos cuando vino a casa por primera vez. - Respondí a carcajadas.
- Sí tío, ese fue un trauma muy grande para ella. - Rió.
Al rato llegó Angela con una camisa de cuadros roja y unos vaqueros, le sonreí pero ella bajó la mirada.
- Eh tranquila, ya estamos en paz. - Reí.
Ella sólo sonrió y volvió a mirar a Eloy.
- ¿Nos vamos? - Dijo con timidez.
- Claro. - Respondió Eloy.
Iban a irse pero se paró a mi lado.
- Luego me cuentas todo lo que ocurrió ayer, pero todo eh puta. - Susurró.
- Está bien pedazo de perra luego hablamos. - Respondí contento.
Salieron por la puerta y yo me fui con Trucha al sofá a ver la tele. Sonó el teléfono de casa, me levanté y lo cogí.
- ¿Diga?
- Hola, soy yo. - Dijo Marina.
- Hola, ¿estás bien? - Pregunté.
- Sí... es solo que... te hecho de menos. - Dijo tímidamente.
- ¿Quieres que vaya para allá?
- Vale. - Dijo contenta.
- Muy bien, dame quince minutos.
- Te espero.
Cogí las llaves le llené el cuenco de la comida a Trucha y salí a la calle. Al cabo de un rato me entró sed así que fui a una máquina expendedora a comprar un refresco. Cuando saqué el dinero vi el ticket que me había dado la camarera ayer, Clara. No sé por qué pero no tiré el papel, lo volví a guardar y saqué el dinero. Cuando por fin tuve mi bebida volví a emprender la marcha hacia casa de Marina. Al llegar llamé al timbre y me abrió. Iba en bata de estar por casa y me recibía con una sonrisa.
- Pasa. - Dijo sonriente.
Le di un beso y entré hacia el salón, pero estaba diferente. Las persianas estaban bajadas y la única luz que nos alumbraba era la de unas velas. Había una música relajante que envolvía el ambiente y un ligero olor a incienso.
Nos sentamos en el sofá.
- Joder, sí que me echabas de menos. - Dije sonriente.
- Tenía que agradecerle a mi héroe que me salvase de alguna manera. - Me besó y empezamos a quitarnos la ropa.
Bajo la bata sólo tenía ropa interior. Comencé a quitarme la camiseta, gran error. Al quitármela por completo Marina vio con ojos desorbitados la marca de mi pecho, la verdad es que saltaba a la vista.
- ¿Qué es eso? - Preguntó preocupada.
- Es que eres gilipollas, en vez de pensar con la cabeza piensas con la polla. - Dijo Kaos.
Mierda, no sabía qué hacer. No podía contarle la verdad, aún no.
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Kaos (#Wattys2017)
Teen Fiction¿Qué ocurriría si a un chico huérfano de quince años le metieran el alma del demonio más loco y despiadado de todos los tiempos sólo para salvar los tres planos? O al menos ese es el motivo que él cree...