Capítulo 11

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Era un jodido momento de tensión.

De completa idiotez.

Odiaba cuando me ponía nerviosa porque me convertía en el ser mas torpe en la faz de la tierra, y Carla tampoco ayudaba en nada, la muy cínica me hacia mofas detrás de Christian, era tan vergonzoso que creo que un tomate era pálido delante de mi, me despedí como pude de Christian, y salí prácticamente corriendo de ahí, cerré las puertas a mis espaldas, y tomaba grandes bocanadas de aire tratando de que mi corazón se calmara, él muy jodido quería salir corriendo de mi cuerpo.

-Oh no, no, no, ni se te ocurra morirte en mi cocina. -Dijo Silvia riéndose.

La mire mal, pero seguía tratando de calmarme.

-Okey Charlott, ahora toca ser la amiga comprensiva, ¿Qué te sucedió? -Preguntó aun con una sonrisa en la cara.

-Solo se me aceleró el corazón, no es nada Silvia.

-Deberias chequearte Charlott, eso no es muy normal. -Ahora hablaba con preocupación.

Tomé agua, toda la que pude.

-Tranquila Sil, no es nada.

Y salí antes de que empezara el gran sermón de mi vida.

En la barra ya no estaba Christian, y no sabia si sentirme mejor o si no, es frustrante, cambie con Carla, ella en las mesas yo en la barra, trabajé toda la tarde, de repente comenzaron a llegar varias personas y el lugar comenzó a llenarse, y yo feliz por distraer mi mente.

Luego de cerrar decidí caminar a mi casa, y todos los recuerdos volvieron a mi mente, otra vez, les juro que traté de no llorar, pero los recuerdos me daban cachetadas muy fuertes, mis padres, mi hermano, él idiota de Dyland, hasta Tina, hasta ella me había abandonado, antes era feliz, les juro que así era, sonreía de verdad, vivía en una burbuja rosa demasiado bonita para durar tanto, porque ¿Quién corre con la suerte de tener los padres más cariñosos y comprensivos del mundo y con el mejor hermano de todos?

Porque Matt me quería, me protegía, eramos unos de esos pocos hermanos que no peleábamos, y mis padres... Oh dios como los extraño.

Yo era tan sociable, tan linda con todos, pero mi estúpida burbuja rosa explotó, y vi la realidad frente a frente, y me golpeo de la peor manera, quitándome todo, todo lo que me hacia feliz, y he cometido tantos errores que ya arrepentirme es tan poco.

Seguí caminando, y lo hice mas rápido porque estaba oscureciendo, y recordé a alguien, a alguien que sin conocerme me ayudó bastante, alguien que me veía con cariño sin siquiera ser mi amigo, ese era Raúl.

Hay momentos en la vida en los que personas desconocidas sin querer te salvan en algún momento determinado, te ayudan, porque es que a veces alguien desconocido te ayuda más que alguien que se supone conoces de toda la vida, es algo irónico viéndolo así, pero es la realidad de muchas situaciones, y cuando tu mundo se derrumba aparece la persona que menos esperas y te echa una mano.

Seguí caminando tranquila, o lo medianamente tranquila que se suponía debía caminar, pensando en miles de cosas a la vez, es decir, cualquier persona que pasara por mi lado vería a una simple muchacha de 20 años caminando tranquilamente para llegar a casa, pero si pudieran ver mi alma, se horrorizarían con solo respirar el mismo aire que yo, y muchos se acercaran a darme un abrazo con miedo de que me cayera a pedazos en algún momento y mirándome con toda la lastima del mundo, cosa que odiaba, porque nadie tiene derecho de ver con lastima a nadie, por mas penosa que sea la situación.

Un auto iba al mismo paso que yo e inmediatamente sentí como hasta el ultimo hueso de mi cuerpo se tensó, y no era para menos, es decir, de noche, una mujer indefensa, con las calles aparentemente solas a su al rededor, con un auto siguiéndola, definitivamente echarse a correr no era la mejor opción.

Paré en seco, y con la poca valentía que aun tenia mire al auto de frente y crucé mis brazos si moría, moriría digna, y no lloriqueando ni llorando como una bebé.

Bajó el vidrio del copiloto, y me tensé aun más como si eso fuera posible, encendió la luz de adentro del auto, y unos espectaculares ojos verdes me miraban divertidos mientras una sonrisa acompañaba el gesto.

Solte todo el aire que llevaba acumulado, destense cada uno de mis huesos y supire.

-Hola bonita, ¿Qué haces por aquí tan sola? -Dijo con una gran sonrisa mostrando sus perfectos dientes.

Sonreí aliviada.

-Oh pero pensando en el rey de Roma y el que se asoma, ¿Como estas Raúl? -Dije con una sonrisa estampada en la cara.

-Muy bien Charlott, pero no tan bonito como tu. -Y no pude evitar sonrojarme.

-Ja ja que gracioso Raúl.

-Oye si quieres te llevo a tu casa, por mi no hay problema, además ya es como tarde y no me perdonaría dejarte aquí así y que te pase algo.

¿Suele ser muy protector o son ideas mías?

-Oh claro que acepto Raúl. -Dije algo nerviosa.

-Que bueno porque el otro plan era montarte a la fuerza y no me parecía tan bueno. -Y luego de eso echo una carcajada a la que yo me uní también.

-¿Este es el momento en el que debería preocuparme por un secuestro o algo?-Dije medio en broma medio en verdad.

-Jaja que cosas dices Charlott. No soy un psicópata, y si lo fuera no eres tu a quien quisiera hacerle daño, eres muy dulce para eso.

Sonreí y me derretí, era lindo, pero ¿Dulce yo? Deje de ser así hace mucho.

-Y cuentame ¿Cómo te fue hoy? -Dijo con interés.

Y solo eso bastó para recordar a Christian, me gustaba si, y bastante, su mirada me perforaba de una manera que ni Dyland fue capaz, pero había algo que me decía, que eso era de alguna manera algo imposible.

-Yujuu, ¿Tan mal te fue Charlott? -Dijo con una sonrisa burlona.

-Eh... No... Me fue bien, sabes el trabajo y esas cosas, fue mucha gente, estuvo bien. -Dije con una sonrisa ladeada.

-Me alegra, ¿Oye tienes hambre?, iba camino a comer antes de encontrarte, hay un sitio por aquí cerca que venden unas hamburguesas buenisimas.

Me lo pensé.

-No tranquilo, estoy bien. -Dije antes de que el hambre feroz que increíblemente me había dado se notara.

Justo en ese momento mi estomago rugió, como si llevará un león hambriento ahí.

Me sonroje, si, patético.

Raúl se carcajeó hasta que no podía con su estomago, y luego de limpiarse algunas lágrimas, me miró.

-¿En serio? Yo creo que tu estómago esta en discrepancia. -Dijo aun riéndose levemente.

Yo seguía roja. Sin hablar. Cortada. Con ganas de que la tierra me tragara.

-Tranquila Charlott, iremos a calmar a ese león, digo, a comer. -Y volvió a reír mientras yo seguía con la garganta entrecortada y soltando balbuceos.

Iba mirando, por la ventana las diferente ramas, arboles y casas que dejábamos atrás, llegamos a un sencillo pero bonito lugar y nos dispusimos a comer, él pidió una hamburguesa de carne, mientras yo pedí una de pollo con patatas fritas y una coca-cola, devoré la hamburguesa, porque comer es dar mordiscos delicadamente, yo mientras tanto devoraba la hamburguesa como si en realidad yo fuera un león comiéndose una indefensa presa.

Raúl me miraba sonriente y divertido, mientras yo me iba avergonzando, tomé la servilleta limpié mi boca, y tomé de la coca-cola que aun no había tocado y le baje el ritmo a la manera de comer.

-Oh bonita no te pares por mi, te ves tierna cuando devoras la comida. -Dijo divertido y yo lo mire mal, luego de eso nos echamos a reír.

Me dejó a unas casas de mi casa ya que no quería que Matt acabara con su bonito auto, luego de un abrazo y un beso en la mejilla nos despedimos.

Una rosa con espinasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora