Capitulo 12

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Ya era lunes de nuevo, no había podido dormir bien, mi mente no me dejaba en paz, lo que mas me atormentaba así yo no quisiera era Tina, se que cometí un error pero los amigos no se alejan de esa manera, los amigos están ahí para ti así seas una monja o un delincuente, claro, los verdaderos, me dolía enfermizamente su actitud, porque se que yo en su lugar no la hubiese dejado así, e ignorado cada vez más, es decir, sabia que mi error tenia peso pero me dio miedo contarlo y que tomara una actitud mala, justo como la que estaba tomando ahorita, y me dolía aunque no quisiera, porque para una persona que va perdiendo todo poco a poco perder a un amigo que se considera un hermano es desastroso.

Aun recuerdo cuando nos conocimos, nuestras madres eran muy amigas y eso llevó a que yo la conociera, teníamos casi la misma edad, yo tenia 11 y ella 10, nuestras madres nos mandaron a jugar y solo eso basto para ser inseparables, me encantaba jugar con ella, y la sentía como la hermana que nunca tuve ya que mi único hermano era un chico, fuimos creciendo y nos dimos cuenta que nuestra amistad no se acababa con el transcurso de los años, y era feliz, y todo estaba bien. Obvio que teníamos nuestras diferencias y de vez en cuando discutíamos, pero no eran cosas que después no solucionábamos, no podíamos estar separadas ni molestas.

Estuvimos para la otra en cada situación difícil por la que pasábamos, incluso cuando murieron mis padres y el dolor era insoportable, me apoyó incluso cuando dejé de estudiar por un año porque sentía que no me concentraría en las clases y gracias a eso estamos en el mismo curso.

Supongo que de eso se trata la amistad, de que a pesar de que estés en un momento difícil o en una simple locura sepas que a tu lado estará un amigo que no te dejara por nada, supongo que un amigo no te dejará a la intemperie porque algunas situaciones se pusieron difíciles, y supongo que un amigo no se alejara de ti por ninguna otra persona.

Pero la realidad es esta, y esa misma estúpida realidad es la misma que te cachetea cada vez que puede.

—¿Charlott?—Dijo Carla con insistencia.

—Dime Carla.—Dije con pesadez.

—¿Te sientes bien? Te notó lejana y triste.

Carla muy pocas veces se interesaba por el estado de ánimo de cualquiera y cosas así pero debo estar como la mierda para que ella lo haya notado y me haya preguntado.

—No tengo nada Carla tranquila. —Dije mordiéndome el labio para no llorar.

—Oh no, eso si que no, a mi no me vengas con eso de “no tengo nada carla”  —imitó mi voz.— Se que algo te pasa Charlott, no soy tonta, y aunque creas que soy una jodida sin sentimientos, yo te tengo mucho aprecio, y me preocupas, y ¿Sabes por que te tengo aprecio? —La mire curiosa. —Porque eres una persona real, porque sabes cual es le valor de las cosas y por sobre todo, sabes cual es el valor de una amistad y eso no lo sabe cualquiera. Así que ahorita mismo me dices que te pasa mi querida Charlott.

Y justo en ese momento me di cuenta que cuando se van personas de tu vida llegan otras mucho mejores, y que a pesar de que con la persona que se fue de tu lado viviste momentos extraordinarios no quiere decir que no vivirás momentos mejores con otras personas.

Y la abracé antes de echarme a llorar en su hombro, agradecí que no hubiera nadie en la cafetería porque apenas hacia nada que habíamos abierto.

—Oh bonita no llores... —Dijo sobandome la espalda mientras me abrazaba.

—Es que... Que...

No podía hablar bien ya no eran simples lágrimas, era un llanto desgarrador, Carla me miraba preocupada mientras me hacia un chocolate caliente, yo ya respiraba por la boca, parecía que estaba preparándome para un parto.

Me dio el chocolate después de haberlo enfriado un poco apto para pasar por una garganta, y comencé a tomarlo mientras me calmaba, nos sentamos en una de las mesas, una delante de la otra, mientras yo me calmaba y tomaba pequeños sorbos de chocolate.

—Pasa de todo Carla. —Dije mas calmada.—Mi vida es un asco total, es decir, mis padres murieron, mi hermano me odia a muerte, me siento culpable porque prefería a un completo idiota que me uso en vez de ir con mis padres a ese puto viaje. —Las lágrimas comenzaron a salir de nuevo. —Y me odio por eso carla ¡Maldita sea! Yo debí estar ahí, con ellos, no teniendo sexo con un imbécil. Me siento sucia porque después de eso busque bajo las sabanas de muchos hombres mierdas que no encontraría en ellos, buscaba amor Carla. —Me quede mirando el humo que desprendía el chocolate. —Y lo que hice fue ensuciar mi dignidad. Creí que Tina era mi amiga y con todo el miedo del mundo le conté lo que te acabo de decir, y lo que gané fue su rechazo y que se alejara de mi, pensé que era mi hermana ¡maldita sea! Pensé que había un vinculo mas fuerte que los errores, pero me equivoque... Pense que la amistad iba más allá de muchas cosas, pero esta claro que no tenemos el mismo concepto de amistad. Me desplomo cada día más. —Apreté la taza con fuerzas. —Me caigo a pedazos cada día mas y de eso nadie se da cuenta.

Carla me miraba atónita, su mirada era de tristeza y preocupación, rodó su silla para estar cerca de mí, pasó su brazo por encima de mi hombro dándome apoyo, y sentí como una lágrima se escapaba de sus ojos.

—Oh no llores Carla, no es tu culpa. —Le dije mas calmada y apretándole una mano.

—No chiquita no lo es, pero me duele, me duele que te haya tocado tan duro en la vida, no es justo. —Limpió sus lágrimas. —¿Sabes? Perdiste a Tina, y tal vez yo no tenga tu misma edad o tus mismos gustos, pero quiero que sepas que aquí tienes una amiga, y que esta amiga te quiere, aunque no me consideres tu hermana ni nada por el estilo, quiero estar contigo en tus momentos difíciles y en tus locuras. No es tu culpa muchas cosas nena, las personas se van de nuestro lado porque quieren o porque les queda grande la palabra amistad, y no eras psíquica cielo, no sabias que ese día morirían tus padres, y es de humanos cometer errores, no te atormentes, solemos buscar en lugares errados las cosas que nos faltan, eres una humana y es entendible, solo no llores más ¿Si?—Dijo secandome las lágrimas que no sabia que habían salido. —¿Por favor? —Hizo un puchero de lo más tierno.

Y sonreí, la abracé, y sus ojos perfectamente grises brillaron.

—Esta bien, no lloraré más Carla, te quiero, gracias. —Dije sonriendo en su hombro.

—Oh no agradezcas cariño, para eso estamos los amigos y me guiñó un ojo.

Una rosa con espinasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora