Capitulo 45.

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Pasamos una noche muy divertida entre todos, pero nos encontrábamos cansados, en especial los chicos, quienes habían dado un show ese mismo día.

Volvimos al hotel, y rápidamente subí a la habitación para quitarme aquel vestido de una vez por todas. Estaba sin aire.

Me puse un cómodo pijama, y respiré con profundidad. Luego me tumbé en la cama, a la espera del rubio.

Niall llegó al cabo de unos minutos, se puso algo cómodo al igual que yo, y se acostó a mi lado.

Su dulce aroma no tardó en llegar a mi nariz.

— ¿La pasaste bien? —preguntó, mientras giraba hacia mí.

—Demasiado bien —dije, sonriendo.

Niall estiró su brazo, y apoyé mi cabeza sobre el mismo. Deslizó su otro brazo sobre mi cuerpo, y me presionó con delicadeza. Entrelacé mis piernas con las suyas, y chocamos nuestras frentes.

— ¿Sabes que eres muy importante para mí? —pregunté en un susurro.

Él sonrió con dulzura.

— ¿Sabes que por fin encontré a mi princesa? —balbuceó con voz ronca.

Sentí un escalofrío desde la cabeza a los pies.

— ¿Sabes que eres el irlandés más hermoso de todos? —dije, regalándole una sonrisa.

Él se hizo el pensativo por unos segundos, y enseguida respondió.

—Sí, lo sé, lo sé.

Una suave risa se me escapó de la boca, y aproveché a darle un leve empujón. En ese instante, Niall me tomó de la cintura, y me acomodó, mientras él se colocaba sobre mi cuerpo.

Sentí como el corazón retumbaba en su pecho, y como nuestras respiraciones se volvían más dificultosas.

Nos miramos, y con aquellas miradas nos dijimos absolutamente todo.

«Una mirada vale más que mil palabras»

Me besó como nunca antes lo hizo. Sentí como sus suaves labios se perdían en mi boca. Lentamente su lengua comenzó a juguetear con la mía, pero de repente sentí algo dentro de mí.

Y Niall lo notó.

Me aparté de él con brusquedad, y ambos quedamos boca arriba mirando al techo.

— ¿Qué fue eso? —preguntó asustado, debido a mi extraña reacción.

—No lo sé —me volví para verlo a los ojos. —Pero fue absolutamente raro. —dije a continuación.

Bajó su mirada a mi panza, y me dio unos cariñosos golpecitos.

—Ve a comer algo antes de que me comas a mí —dijo riendo.

— ¡Niall! —chillé riendo. —No rugió mi panza, sino más bien fue otra cosa...

—Si claro —dijo, acariciando mi cabello.

—Discúlpame, pero el que se come todo eres tú —contraataqué de repente.

Él arqueó una ceja.

—Pero por lo menos no engordo —inquirió. —Tienes que dejar las tortas de chocolates. Mira esa dulce barriga —murmuró, con una agradable risada.

Quise decir algo, pero comencé a sentir cómo lentamente algo comenzó a subir dentro de mi cuerpo.

—Creo que... —comencé a decir, pero me levanté de un salto de la cama, y salí corriendo al baño.

Me incliné hacia el retrete, y comencé a vomitar. Vomité los camarones que había comido hacía unas horas. Me quedé unos segundos mirando, mientras tiraba de la cadena. Acto seguido, me limpié la boca, y Niall entró al baño con el ceño fruncido.

—Eso estuvo del asco —dije sin aliento.

—Emily —Niall me miró preocupado. —Tú no estás bien.

—No te preocupes, solo vomité —dije, restándole importancia.

—Tienes que ir de inmediato a que te vea un médico —murmuró, tomándome de la mano.

—Claro que no Niall, estoy bien. Como dije antes, solo vomité, nada fuera de lo común —apenas balbuceé.

—No se dice más Emily.

Y esas fueron sus últimas palabras.

Me vestí rápidamente, aunque seguía insistiendo que era una tontería llevarme al médico. No era tan malo vomitar, si no lo hacía continuamente, claro. Pero bueno, por un lado me sentía tan bien, al saber que realmente Niall se preocupaba por mí. De una manera un poco exagerada, ya que sigo sosteniendo que apenas fue un vómito.

En fin.

Mejor prevenir que lamentar. Así decía el famoso refrán.

Niall tomó uno de los coches, y en menos de diez minutos llegamos a una clínica privada.

Entramos, y rápidamente una mujer, de aproximadamente cincuenta años, comenzó a tomar nuestros datos.

Niall comenzó a explicarle el episodio que habíamos vivido hacía tan solo uno minutos. La mujer no paraba de mirarme, y sentí como su mirada me examinaba con cautela. Por un momento llegué a intimidarme.

—Bien —murmuró, aquella señora con algunas canas, y su cara algo arrugada por el paso del tiempo. — ¿Semanas o meses? —preguntó, mirándonos a ambos.

Quise preguntarle a que se refería. De entrada no había entendido su pregunta, pero Niall se apresuró en responder.

—Hace un tiempo también vomitó, pero fue porque comió casi una torta de chocolate ella sola —informó Niall, sonriéndome con cariño.

La señora negó con la cabeza, y sonrió con ternura.

—No cariño —dijo con un tono suave. — ¿De cuánto es esa hermosa pancita?

Niall frunció el ceño, y enseguida observé cómo sus músculos se tensaron.

—Eh... La verdad no estoy segura, pero últimamente estuve engordando demasiado, y comiendo... —comencé a decir, pero la risa de la mujer me obligó a callarme.

Miré a Niall, quien seguía tenso, y miré a la mujer.

—Señorita, no estoy hablando de eso. —dijo, alzando las cejas.

— ¿Entonces? —pregunté confusa, y Niall me miró con preocupación.

—Cielo, es fácil darse cuenta, que por tus caderas y estos síntomas que usted me está diciendo... —hace una pausa, y lanza una dulce mirada a ambos dos. —No cabe la menor duda, de que allí adentro, hay un hermoso bebé.



Nunca te olvides de mi (NIALL HORAN) |TERMINADA| Donde viven las historias. Descúbrelo ahora