#06 DAMIEN

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Damien miro una vez más al sobre que tenía en las manos. Se lo habían enviado una semana atrás. Era una extraña carta del tarot, muy elaborada, con matices de oro y plata en los bordes. Tenía un dibujo suyo en donde la tierra estaba partida a la mitad y los matices color tierra sobresalían en el diseño. En la parte superior decía La Fuerza, en la inferior DAMIEN, mientras que la parte posterior decía en letras bien grandes TIERRA.

Esbozo una sonrisa, que estupidez. Él nunca había creído en ninguna de esas cosas. Era una persona de lógica, y las personas de lógica-según él-solo creían en Dios.

Damien era un ferviente devoto, no porque realmente quisiera serlo, sino porque su madre le obligaba a ir a la iglesia desde que tenía memoria. Había hecho su comunión, estaba bautizado e inclusive se había planteado alguna vez ser pastor...pero ya no estaba tan seguro de ello.

Últimamente se sentía tentado por algunas cosas...

Damien era pequeño, un metro setenta, con los ojos castaño oscuro y grandes, con el cabello perfectamente peinado y de color castaño oscuro casi negro. Sus labios eran muy gruesos y formaban un corazón al sonreír. Eso era él, y nada más. Un chico normal...que solo quería una vida normal.
Su día típico era ir al colegio, luego a sus clases de canto, hacer sus deberes y rezar antes de dormir. El único cambio que tenía su horario era ir a misa los domingos.

Odiaba eso.

Las veces que veía a su primo había visto que este se divertía mucho, que siempre tenía chicas tras de sí gritando su nombre, dispuestas a entregarse y a cometer pecado. También veía como los chicos vestían ropas extrañas, parecían fuera de onda, aunque el fuera de onda era él. Utilizaban piercings y aretes en las orejas, así como perforaciones negras y horribles en la piel, conocidas como tatuajes y que su madre llamaba cosa del diablo.

Pero su madre no sabía su secreto.

Damien tenía un tatuaje.

Al salir un día de la escuela se armo de valor y lo hizo. Fue a un lugar donde sus compañeros solían ir. Se había puesto muy nervioso y la verdad es que tenía miedo de estar pecando e irse al infierno después de eso... ¡y había dolido como él maldito infierno!, pero ahí estaba, detrás de su oreja derecha, tan pequeño que apenas era perceptible.

Sai.

El carácter chino de la fuerza.

Damien no sabía porque se había sentido tan atraído por esa palabra: fuerza. Él no era fuerte, era pequeño y débil, indefenso...tal vez por eso quería serlo...añoraba serlo.
Él adoraba su tatuaje, sabía que no tenía sentido, pero para él era su único error, la única cosa que había hecho alguna vez que no había sido planeada o arreglada por su madre. Su padre no era así con él, ellos se adoraban, pero Quincy trabajaba en Brasil, y solo iba a casa de vacaciones. Sus padres aparentaban un matrimonio perfecto...pero Damien sabía que su padre era más feliz en Brasil sin su madre. Él soñaba irse algún día con su padre...pero eso no era correcto.

*****

Caminó libro en mano, dispuesto a entregarlo a la biblioteca. Había estado leyendo el Libro de Enoc a escondidas de su madre. Intentaba buscar respuestas allí. Estaba seguro de que había sido enviado a una misión divina. Desde hacía mucho tiempo sentía mucha empatía hacia la tierra, no sabía cómo explicarlo, él simplemente sentía cuando se acercaba un terremoto, cuando algo iba a nacer o a morir en su jardín, como de violenta se volvía la naturaleza a su alrededor. Nunca le había dado vida a nada, sabía que eso era imposible, pero si había notado que a veces-si pisaba con mucha fuerza al caminar-dejaba grietas en el suelo.

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