#24 LABERINTO: EL SANTO PECADOR

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Damien se mordió el labio. Los nervios lo estaban carcomiendo, pero debía mantener una postura rígida, seria, autoritaria, sino todo se rompería en pedazos. Él no podía permitir eso, él tenía que ser fuerte por todos ellos. Kai y Söhan se veían desanimados y Damien no tenía idea de cómo hacer para cambiar eso. Estar en ese lugar se había vuelto monótono y conflictivo, casi como el día a día de lo que solía ser su vida... Aun así, no extrañaba para nada esa vida que había vivido y odiado. Solo pensar en ello le dejaba preguntas incesantes de la realidad en la que se encontraba.

Temía por Carmichael. De todos los que estaban allí, el pelirrojo era el que más le preocupaba, y ahora que había huido solo podía rezar por él. No había nada más que hacer, solo rezar. Implorarle a ese ser que había traído vida al mundo que los protegiese, que protegiese y cobijara a cada uno de ellos. Sinceramente, esperaba que sus plegarias fuesen escuchadas.

Por algún extraño motivo diversas aseveraciones de Enoc recayeron en sus recuerdos, pero el pasaje Génesis 6:1-7 se le hacía sumatoriamente interesante. La referencia sobre la caída de los Vigilantes y como estos habían engendrado a los Nephilim era curiosa. De alguna forma era como un pronóstico muy oscuro de lo que sucedía y sucedería en siglos posteriores. ¿Y si esos siglos posteriores eran su actualidad? Ónix había sumido al mundo en una oscuridad, tapando al sol. Los Ángeles Guardianes se habían desviado de su misión, cayendo inevitablemente a la tierra, convirtiéndose muchos de ellos en demonios. ¿Por qué eso le hacía sentir un cosquilleo de familiaridad?

Se dijo a sí mismo que debía dejar de pensar en ello, se estaba dejando llevar por cosas que no tenían nada que ver con la situación. ¿Pero y si sí lo hacían? ¿Y si estaba acertando en esas ideas locas? Ellos no eran ángeles, ni remotamente, ninguno llevaba una aureola dorada sobre la cabeza, no desprendían un brillo pacificador y mucho menos poseían mullidas alas en la espalda. Aun así, algo se hacía presente entre ellos y los Vigilantes: tenían un gran peso sobre los hombres y cada decisión que se tomase sería definitoria para lo que estaba por venir.

Se encogió de hombros.

¿Para qué se molestaba en pensar tanto? Su propio yo de Leyenda le había dicho que él era solo fuerza bruta. Ónix también le había dicho lo mismo... Pero él no se sentía como fuerza bruta, en realidad no se sentía fuerte en lo absoluto. Intentaba mantenerse neutro, ahogando todo lo que tenía por dentro, pero la cruda realidad era que escondía unas insondables ganas de gritar y maldecir en voz alta que parasen de definirle la vida.

Un ruido provenía de la lejanía, pasos corriendo que cada vez estaban más cerca. Söhan estuvo a punto de decir algo, pero fue interrumpido por la mano de Damien, quien le tapó los labios, impidiendo que hiciese ruido alguno. Podían ser más monstruos y no ganaban nada con escapar, pero tampoco podían atraerlos como las arañas a las moscas, siendo ellos más moscas que arañas. Kai le dedicó una señal de asentimiento, indicando que estaba listo para lo que fuese, estaba armado con un cuchillo que Damien había tenido en el bolsillo, pues se lo había guardado cuando Ónix había ido a buscarles, y como Kai era el que más desprotegido se encontraba por sus poderes, era él el más indicado para portarlo. Damien y Söhan podrían defenderse.

-Preparados...-dijo Damien, sintiendo como la tierra temblaba bajo sus pies.

Esperaron unos segundos, la tensión era tan palpable que molestaba. Los pasos cada vez estaban más cerca y hacían eco. Se posicionaron en una esquina, para atrapar al intruso sin que este les viera. Tres metros... Dos... ¡Uno!

Söhan se abalanzó sobre la figura que hizo aparición.

-¡Ataquen!-gritó.

Se escuchó un quejido y luego un grito.

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