Es bien sabido que cuando se intenta encontrar algo específico todos los caminos que se toman, de forma consciente o no, llevan a ese algo. Ya sea algo personal, pequeño, el sueño de una vida, aires de grandeza, ayudar a alguien más...la autodestrucción. Si, la autodestrucción siempre aparece cuando más se necesita. Sonaba increíble cuantas calles podían llevar al final de una persona. Teo había pensado en ello en más de una ocasión. Después de lo que había hecho con Marcel había tenido pensamientos oscuros, pero en esos momentos nunca había estado solo, no importaba que tan deprimido se encontrase, ella siempre había estado allí, así como sus padres... Pensó en ellos y se alegró que estuviesen lejos, habían estado a punto de divorciarse, pero al parecer ese trabajo en Brasil de médicos les había salvado el matrimonio. Sintió como los dedos de Valentina se aferraban a los suyos. Ya se había esfumado una semana desde su regreso. El tiempo era una cosa increíble, cuando necesitabas que fuese rápido las horas pasaban lentamente, cuando querías aferrarte al momento, quedarte en ese instante para siempre los segundos se esfumaban rápidamente. Pero claro, nada de eso era verdad, todo se encontraba en la mente humana, el tiempo siempre corría igual, solo cambiaba la percepción que las personas tenían de él. Era infinito, y sin embargo algo atemorizante, un temporizador que jamás terminaría y al mismo tiempo se llevaba las cosas con el paso de los años. El hombre no inventó el tiempo, creo husos horarios para guiarse y calendarios, pero no tenía control sobre él. El tiempo, sin embargo, inventó al hombre.
Teo suspiró, intentaba ver la película que Valentina reproducía en su laptop. Serge había contratado el servicio de internet y todos parecían más tranquilos. También habían comprado algunos sacos de dormir y ropa. Muchas cosas habían cambiado. Las cosas entre él y Serge se habían vuelto bastante tensas, solo se dirigían la palabra si era necesario. Pasaba mucho tiempo con Söhan desde el día en que habían regresado. Söhan necesitaba hacerse un cambio y ambos habían visto una peluquería con chicas guapas, intentando mantener la cabeza ocupada en otras cosas, habían entrado. Le habían propuesto pintarle el cabello de rubio, pero Teo no era especialmente fan de ese color, así que prefirió mantener su cabello negro, aunque no le molestó el corte de cabello, había crecido mucho, así que se rebajó a los lados; Söhan por su parte si lo había teñido, las muchachas-y los muchacho...-le habían ofrecido infinidad de opciones como un rubio más oscuro, negro, platinado arriba y negro en la base, blanco totalmente, rubio con reflejos rosa y negro, ¡inclusive multicolor!, la piel de Söhan era tan pálida que cualquier cosa se vería bien en él. Finalmente había optado por un castaño rojizo oscuro, Teo se había quedado de piedra al ver el resultado, así el chico no se parecía tanto a Louis, ¡es más!, se podían ver las diferencias en ellos, al menos el así el de los ojos azules no se sentiría un fantasma de su hermano.
Estaban regresando a casa cuando habían sentido un dolor horrible. Teo había aguantado lo más que había podido, pero Söhan había llorado y gritado, inevitablemente llegando a ponerse histérico entrando en un espantoso estado catatónico de bloqueo...había heridas que el tiempo aún tenía que curar. Teo había logrado llevar a Söhan a casa, no había sido fácil, el chico seguía repitiendo una serie de números y letras, no parecían nada importante, pero uno nunca sabía, por lo que le había grabado, no es como si el otro fuese a darse cuenta, estaba totalmente ido. Finamente el calor de su nuca había parado y podía sentir como gotas de sangre corrían por su cuello, mientras que Söhan pasaba de un amarillo traslucido a tener color nuevamente. No quería ni pensar en que había sucedido, así que mejor mantenía al chico a salvo y ya. Fue sorprendente cuando llegaron y se dieron cuenta de que a todos les había sucedido lo mismo. Sol se había hecho cargo de Söhan y al cabo de un rato había vuelto a la normalidad.
Se tocó la nuca, aun ardía. Había hecho que Valentina le tomase una fotografía, descubriendo el símbolo que había sido grabado allí. Era un reloj de arena, una parte iba completamente en negro, era muy parecido a un tatuaje normal, pero no lo era, casi podía sentir el tacto rugoso de la arenilla y escuchar como cada grano iba cayendo. Era rarísimo.
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[ 12 ]
FanfictionKai Kimberly siempre había sido un chico extraño. A los diez años descubrió que podía saltar a diferentes lugares del mismo planeta y de otras dimensiones. Siete años después, accidentalmente, un día enviará a Molly, una amiga de su hermana al mund...