Capitulo 9

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Capítulo 9

Se quedó unos pasos muy atrás de William, él estaba frente a una fuente natural de savia, de una especie de árbol que nunca había visto antes. Ese árbol era pequeño y carecía de hojas, se alimentaba del sol que se filtraba desde las alturas en el techo. El rey Thomas miró alrededor, el lugar era oscuro, sin ninguna pintura, sólo grabadas con letras en un idioma que él no pudo comprender quizás era el mismo con el que William recitaba un hechizo con la ayuda de un pergamino, en voz baja.

Repentinamente las letras de las paredes fueron iluminándose de color azulado hasta el tope del techo, al igual que se creó un camino del mismo estilo hasta dónde William se encontraba con una copa de oro. Él se giró mostrando su aspecto siniestro que le erizaba la piel a cualquiera, su rostro era más pálido, casi grisáceo y sus ojos eran completamente negros, sin brillo alguno.

Thomas dudó en caminar hasta él cuando se lo pidió y una vez junto a él se dio cuenta que William lucía un poco más bajo que de costumbre, miró hacia abajo viendo que sus pies estaban descalzos en la abertura de su túnica.

La copa de oro fue colocaba bajo una rama del árbol oscuro derramando dos gotas de la savia amarillenta, luego William la colocó sobre una mesa de piedra. Ambos colocaron sus manos sobre la copa mientras el Cordero dijo un conjuro.

— Permítame su mano —pidió y Thomas obedeció intrigado por todo, nunca hizo algo como eso antes.

Sin advertir antes hundió su garra en la palma de Thomas, él gimió del dolor, pero se contuvo de no retroceder y decirle que tuviese la delicadeza de decirle que iba a sacar su sangre de esa manera imprevista. Su sangre se derramó en el interior de la copa sobre la savia amarillenta y se mezcló de inmediato. William cerró la herida en Thomas poniendo su pulgar en él, poco a poco la sangre fue disminuyendo hasta que su piel sanó por completo.

— Haga lo mismo con mi mano —extendió su palma. Thomas no quería lastimar tan delicado tacto, esperaba que también sanara como lo había hecho con su mano.

Lo hizo rápido y la sangre del Cordero comenzó a brotar hasta caer en la copa y mezclarse con lo demás. William cerró su puño llevándolo hasta su pecho hasta que sanó y sus ojos volvieron a ser los de antes.

— Ahora debemos beber hasta la última gota —entregó la copa a Thomas después de batirla levemente. El Taurino no se sorprendió, sabia de ante mano desde que William se lo adelantó durante la cena— recuerde la mitad usted y el resto debo beberlo yo.

— No huele tan mal considerando que somos criaturas herbívoras —intentó convencerse a sí mismo que la sangre debía saber bien.

Sin darle más vueltas al asunto, llevó la copa hasta sus labios y sorbió velozmente sin detenerse a pensar o saborear. Alejó la copa de él y fue inevitable no sentir ese sabor metálico que quedó en su boca, aunque no había sido tan malo como creyó.

Rey CorderoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora