Hibari estaba que ardía de enojo, si pudiera morder hasta la muerte a todos los que se cruzaban por su camino... Aunque, si podía, ¿no?
El azabache estaba muy enojado con esos dos herbívoros, es más, de no ser por su pequeño castaño, el los hubiera golpeado más que para dejarlos noqueados.
Bueno, ¿pero qué paso?
Miremos unos minutos atrás, con la discusión del peliplata:
Gokudera buscaba con la mirada una vía de escape, no se sentía con el humor de soportar las mentiras del moreno. Mientras tanto este, trataba de acercarse a él y hablarle, siendo olímpicamente ignorado por el peliplata.
—Hayato, por favor. ¡Tienes que escucharme!
—¡No quiero escucharte!
Tsuna y Chrome analizaban todo con una mirada de circunstancia, cruzando los dedos para que no se armara un jaleo mayor y cierto ex prefecto los mordiera hasta la muerte.
—Si tan sólo me dejaras explicarte... Ella no significa nada. ¡Apenas la conocí ayer!
—Y eso es lo que más me duele, tan poco tiempo y ya caíste a sus pies.
Yamamoto trató de atrapar la barbilla del peliplata y darle un beso, uno que lo tranquilizara. Pero Gokudera tomó sus dinamitas y sin pensarlo las prendió.
—¡Gokudera-kun no puedes hacer eso! —gritó alterado el pequeño castaño.
—L-la que se va armar... —pensó Chrome en voz alta.
Las dinamitas explotaron justo cuando cierto azabache entraba con un aura no muy alegre, con los ojos entrecerrados y las tonfas en sus manos.
—Herbívoros, por causar semejante jaleo, los morderé hasta la muerte.
Con un movimiento rápido los dejó noqueados, e iba a seguir hasta que una pequeña temblorosa mano tomó suavemente su brazo.
—Hibari-san, no los golpee. Y-yo creo que podría tomar el lugar de ellos —agachó la cabeza.
Hibari sonrió con contenida ternura y posó su mano en la melena del castaño, esa cabellera que tanto había extrañado. Que era más suave y olía a miel...
Sin decir más se marchó luego dar una leve caricia a la frente del castaño.
El sueño de Gokudera era velado por una chica muy particular, que en ese momento preparaba una bebida no muy apetitosa. Sus cabellos rosas y sus ojos verdes contrastaban con su color de piel. Su cuerpo delgado y bien formado la hacía ver atractiva.
El peliplata abrió sus ojos poco a poco hasta poder ver todo con claridad. La cabeza le dolía a horrores y se alarmó al reconocer una pared pintada de rojo. Un rojo escarlata que lo hacía sentirse incómodo.
—Hermana.
—Oh, Hayato. Me alegro que estés despierto, pero descansa un poco más.
—¿Cómo es qué estoy aquí? —dijo muy confundido, pues lo único que recordaba era haber sido golpeado por su estúpido jefe.
—Tsuna estaba preocupado por ti y me llamó. Pobre Tsuna, si supiera que esto pasa casi todos los días no se preocuparía tanto.
—¿Dónde está él?
—Tsuna está con Hibari y "él" está en la enfermería de la planta donde trabajas.
Gokudera se volvió a dormir después de un tiempo, no quería pensar en nada y mucho menos en él.
ESTÁS LEYENDO
Si yo te amo, entonces ámame.
FanfictionSawada Tsunayoshi solo tiene ojos para amar y adorar a su pequeño hijo, Giotto. Cree que no puede volver a enamorarse de nadie, pero un día se encontró con un azabache que formaría parte de su vida siendo más que un amigo. Después de disipar las du...