VIII. Aparición no deseada.

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Hibari, Tsuna y Giotto estaban sentados en su mesa revisando el menú. Hibari miraba de reojo al pequeño rubio que no entendía que sucedía en ese momento.

Al tiempo, una camarera llegó para tomarles su orden.

—¿Qué desean los señores?

—El especial —contestó Hibari.

—¿El familiar? —preguntó la chica.

—Exactamente.

Tsuna estaba incómodo respecto a eso, ¿cómo hubiera sido si Mochida ...? No, no iba lamentarse en ese momento. Era un momento muy especial, o eso es lo que su hiper-intuición le decía.

—¿Desean algún postre?

—Gio-chan, ¿quieres algo?

A Giotto se le iluminaron los ojos, los postres eran su debilidad, y Hibari obtendría una ventaja sabiendo eso. Giotto observó el menú con ilusión propia mientras le señalaba un dibujo.

—Yo quiero esto, oto-chan. Claro, si se puede... —dijo bajando la mirada.

Tsuna se dio cuenta de esto y puso una mirada triste que no pasó desapercibida por el azabache, que rápidamente contestó:

—No hay problema, Giotto-kun, puedes pedir lo que quieras —dijo con una mirada blanda y tranquilizadora.

Giotto miró a su padre que le dedicaba una sonrisa enternecida. Tsuna se acercó a su hijo y le dio un abrazo fuerte mientras le daba un pequeño beso en la frente.

Algo dentro de Hibari hizo "click" al ver aquello. Aún recordaba todas las veces que su padre le decía que sentara cabeza. Las veces que su madre le contaba lo hermoso que era tener un bebé, un hijo. Y ver esa escena tan familiar, tan amorosa, le hizo sentir que quería formar parte de ellos.

—Bien, su orden ya está. Con su permiso.



Gokudera estaba acostado en el sofá de su casa, con una almohada en sus brazos a la que apretaba con tristeza. El teléfono sonó por tercera vez y decidió que era momento de contestarle.

—¿Diga?

—Hayato, quería hablar contigo. Quiero arreglar las cosas.

—No hay nada que explicar, Yamamoto.

—Ven a mi casa, por favor.

—En este momento, yo no estoy de humor para nada.

Y colgó.



Tsuna se retiró de la mesa con rumbo al baño, dejando solos a Giotto y a Hibari. Giotto miraba el mantel de su mesa, que ahora era la cosa más interesante había visto nunca. Hibari estaba en un dilema mental: ¿cómo debía acercarse al niño? ¿Tenía que ser directo?

—Señor Hibari —dijo con desconocida determinación.

—¿Si, qué ocurre?

—¿Es un pervertido? —dijo mirándolo de forma acusadora.

Hibari escupió el té que en ese momento tomaba.

—¿Qué te hace pensar que soy un pervertido, Giotto-kun?

—Mira mucho a mi oto-chan, cómo lo hacen los pervertidos.

"No te preocupes Giotto-kun, dentro de poco nadie se atreverá a mirarlo"

Si yo te amo, entonces ámame.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora