XXVIII. El día del padre.

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Era muy temprano en la residencia Sawada, y un castaño iba de un lado a otro preparando las cosas de su hijo. Ese era un día muy importante para ambos: El día del padre.

Giotto iría a la escuela acompañado de Hibari, y Tsuna... pues él no estaría allí y por eso estaba muy preocupado.

—Gio-chan, despierta —llamó el castaño—. Hibari-san llega en veinte minutos.

El pequeño rubio se despertó muy inquieto por todo lo que sucedía a su alrededor. Hace dos días el castaño le dijo que el señor Hibari lo acompañaría en el evento de su escuela, no era tan extraño, pues varios niños no llevaban a sus padres, pero no salía de él decir que el señor Hibari era un extraño.

—Gio-chan, ¿te estás alistando?

—Si oto-chan, ya casi estoy.

Tsuna le echó un vistazo a la mochila de su hijo: cuadernos, un estuche y su almuerzo. Todo iba bien, seguro se estaba preocupando por las puras. Cerró la mochila, pero la abrió otra vez y tomó un papel que le llamaba la atención.

—¿Pasa algo, oto-chan? —preguntó el niño ladeando su cabeza.

—Sí, sí, todo bien cielito —respondió escondiendo el papel en su bolsillo—. ¿Estás seguro que quieres hacerlo, cariño?

El rubio sonrió con amor –que sólo a su Oto-chan y él le salía tan bien- y corrió a abrazarlo.

—Todo va bien, ¿ya nos vamos?

—Sí...

...

Hibari salía de su casa en ese momento, sin apuros y muy feliz, aunque no lo admitiría a nadie que no fuese Tsunayoshi o Giotto. Ocultaba su alegría con una indiferente mirada que decía "muéranse" pero eso ya era normal en él.

Kusakabe lo miraba con diversión y algo de ternura, el azabache era como un hermanito para Tetsuya, un hermanito con tendencias sádicas y extrañas. Él siempre trataba de ver lo mejor para Hibari, desde que lo conoció intentó saber que hacía y cómo pensaba. Y si su mente no lo engañaba, Sawada-san pronto sería parte de la gran y vacía casa de su líder.

—Llegamos, Kyo-san.

Bajó del auto con Hibari y tocó al timbre hasta que el castaño los recibió con una sonrisa.

—Hibari-san, Kusakabe-san, buenos días. Entren por favor.

Kusakabe entró y vio de reojo las miradas que el azabache le mandaba al chico de mirada dulce, que sólo se ruborizaba.

Todos salieron de la casa después de un rato, Tsuna listo para trabajar y ocupar el lugar de Hibari por ese día. Pensándolo bien eso no era una buena idea, ¿Cómo podría mantener tranquilos a los extravagantes empleados del azabache? ¡La que se iba armar!

...

Reborn esperaba la hora para verlo, ese día iría a su trabajo y pasaría todo el tiempo con él, era divertido estar con Dame-Tsuna, pero esto era algo que sólo Tsuna sabía. Ocultaba su mirada bajo la fedora y tocaba sus patillas con diversión.

"Tsuna y Luche siempre me dicen que se ven muy bien en mí"- pensó.

—Hazme caso, ¡Kora!

—Tch, cállate enano. Estoy muy ocupado.

—Acariciando tus patillas, son ridículas —comentó un hombre con bata.

—¿Más ridículas que tú vida? No lo creo, Verde —atacó el azabache.

—¡Con un demonio dejen de molestar! —gritó una mujer de cabellera azul.

—No me pagan para tener que aguantarlos— se quejó otra encapuchada.

Los Arcobalenos, como eran apodados, normalmente destruían todo lo que tocaban, pero ese día Reborn estaba de "buen humor"

—¿Por qué Reborn no puede ser tan lindo y tierno cómo Tsuna?

—¿Qué dijiste lacayo? ¡No te acerques a Tsuna!

Tsuna estornudó en otro lugar, ¿a quién torturaría ahora su padre?

Si yo te amo, entonces ámame.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora