IX. Recuerdos de un Hitman.

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El pequeñoTsuna no sabía quién era la persona que se encontraba delante de él, pero tenía un aspecto de diablo, o su mente de niño de cinco años lo notaba así.

-¿Q-quién es usted?

El hombre de patillas rizadas y fedora negra, alzó la vista, para ver a un niño que se escondía detrás de un sillón, sus manos temblaban a simple vista.

-Yo, me llamo Reborn. Y voy a estar a cargo de ti, de ahora en adelante.

-Usted, ¿no es una mala persona?

Reborn estaba fastidiado, ¿por qué tenía que cuidar de un niño cobarde? Eso lo irritaba, pero no había nada que hacer. Se acercó al niño y lo miró a los ojos, haciendo que este retrocediera por alguna extraña razón.

-No soy una mala persona -respondió con enfado.

Tsuna salió de entre las telas del sillón que ocultaban su tierna carita, que ahora se veía seria y acusadora. Lo señaló con su pequeño dedo pálido y delgado, que ya no temblaba. El hombre de fedora negra lo miraba con atención, con la intriga palpable en su rostro.

-¿No es una mala persona? Eso no es lo que sus ojos dicen -replicó el niño con voz acusadora.

Reborn se sorprendió al escuchar eso, le resultaba tan familiar...

Una chica de cabellos azulados y ojos del mismo color lo miraba de forma acusadora.

-¿No eres malo? Pues tus ojos me dicen lo contrario, Reborn.

-Oh, vamos, Luce.

-Sólo sé sincero conmigo y te creeré.

-De acuerdo -dijo tratando de ser sincero-. No soy una mala persona.

La chica sonrió y entonces le dijo:

-Ahora, te creo.

El niño lo seguía viendo con una mirada asustada mientras trataba de retroceder, sus ojitos reflejaban el miedo e inseguridad. Entonces, el hombre de fedora se acercó e inclinó al frente del castaño.

-Soy una buena persona, ¿me crees?

Entonces el niño sonrió, era una sonrisa genuina y bonita, tan bonita como la de Luce. En un impulso, corrió en dirección a Reborn, que seguía inclinado frente a él, y le dio un abrazo.

-Entonces le creo, señor.



-Oye, Tsuna. ¿Qué estás haciendo?

-Estoy dibujando, señor Reborn.

Reborn se sentó al lado del niño, que lo había conocido hace apenas un mes. Y se acercó más para ver el dibujo, viendo un dibujo infantil de él. Con su camaleón y su fedora.

-Es usted, señor Reborn.

Reborn tomó unos colores y dibujó al castaño, haciendo que este riera. El hombre de fedor cargó al castañito y lo sentó en sus piernas para que alcanzara la mesa mejor, entonces el niño tomó un poco de pintura y trazó una rayita en la mejía de Reborn.

-¡Oye! -dijo enojado.

Pero ver la carita triste del niño le hizo cambiar de opinión. Así que también tomó pintura y pintó al castaño.

Y terminaron muy sucios, pero muy felices.



Si yo te amo, entonces ámame.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora