Un fiasco

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Caminaron en silencio durante un par de minutos. Ella, porque aún trataba de digerir lo que estaba pasando, sorprendida y preocupada porque sentía que no tenía ningún control. Él, aparentemente esperaba que ella dijera algo, a juzgar por su mirada y su sonrisa. 

- Como no dices nada, voy a tener que sacarte las palabras de alguna forma. ¿Siempre eres tan callada?

Ella lo miró sorprendida

- ¿Ya me tutea?

- Bueno, podemos seguir tratándonos de usted toda la noche, pero ¿no es un poco absurdo?

- No.

- Háblame de ti. - prosiguió él, ignorando la negativa - ¿En qué trabajas?

- ... Diseñadora. Trabajo en una revista.

- ¿Y qué hace una diseñadora en un evento de música clásica?

- Me invitaron y vine. Nada más.

- Ya veo. ¿Y quién te invitó?

- Un amigo

Sergei la miró, conteniendo una sonrisa

- Mira, eres una chica simpática, pero tienes que dejar de inventar amigos imaginarios o la gente pensará que estás dañada.

- ¿Y qué te hace pensar que es imaginario?

- Si yo te invitara a una cena como esta, aunque fuese por cortesía, no te dejaría sola. Menos si asistes vestida así. Si te invitó un amigo, o es imaginario o es un idiota. Juzgando por lo obvio, me quedo con la teoría del amigo imaginario.

Sofía decidió no seguir. La discusión se estaba saliendo de cauce y ella no estaba aprovechando la instancia. Así que cambió de tema.

- ¿Y tú? ¿Qué haces en esta provincia tercermundista? ¿No se supone que la gente como tú no sale de Europa?

- ¿La gente como yo?

- Ya sabes, artistas.

- Me gusta conocer nuevos lugares. En cada uno de ellos hay algo interesante.

- Aquí no hay nada interesante. Las casas son feas, la gente es aburrida, los teatros están a mal traer...

- Tú me resultas sumamente interesante.

Otra vez esa mirada. Sofía odió la sensación de vulnerabilidad que le provocaba y descansó la vista en  un pájaro que volaba a lo lejos. Sergei sostuvo sus ojos sobre ella todavía un poco más, estudiando sus gestos y luego bajó la vista.

- ¿Vives sola?

- ¿Qué hay de tu familia? 

- Yo pregunté primero

- No. No vivo sola. 

Vivo con mi gato, pensó. Pero antes que él pudiese seguir preguntando, se adelantó

- Mi turno: qué hay de tu familia

- Nada. Mis padres viven en España. No tengo hermanos.

- ¿Tienes una mala relación con ellos?

- No, para nada. Pero tenemos maneras distintas de ver la vida. A mi papá lo exiliaron durante la dictadura y eso nos permitió conocer otras realidades. 

- ¿Y por qué lo exiliaron? 

Sergei pareció fastidiado con la conversación

- Por tonto. Tenía amigos que militaban en la izquierda y él no quiso quedarse fuera de todas esas bobadas políticas. Tuvo suerte. Podían haberlo matado. Ahora dice que nunca volvería a hacer semejante estupidez.  

- ¿Y tú también crees que es una estupidez?

- Desde luego. La política es sólo un sucio modo de sacar provecho personal. No es la salvación de nadie. Sólo te ayuda a tener buenas chicas. Cuando estaba en Alemania conocí a un par de muchachas, ¿sabes?, muy bonitas. Al principio yo no les interesaba, pero en cuando dije que mi padre había sido exiliado político, todo cambió. Y no por una cuestión de principios, no. Sólo porque era "cool" conocer un exiliado. Se subieron a mi auto, nos paseamos por bares y casinos, gastamos mucho dinero y luego, ya sabes, todo se complicó.

Sergei soltó una risa que a Sofía se le hizo desagradable y miró a otra parte, como por vergüenza ajena. De pronto fue como si se quitara una máscara y apareciera el verdadero sujeto debajo de ella. Limitado, superficial, a ratos grotesco. ¿Cómo era posible que hace algunos minutos le hubiese resultado tan perturbador?

A partir de ese momento lo escuchó hablar de chicas, casinos, apuestas, trajes, relojes, bromas sobre su propio cabello, ácidos comentarios sobre el cabello de otros, su prodigiosa carrera y un sin fin de idioteces, fingiendo interés hasta que el reloj anunció que ya era hora de mandar al carajo todo. Se despidió con toda la simpatía que pudo y cuando se vio libre de aquel engendro, respiró aliviada.

No. Derechamente, ni espía ni terrorista. Apenas un muchacho veinteañero con ganas de conquistar muchas mujeres y viajar por todo el mundo. El dinero no era cosa que le preocupara; viajaba a dar conciertos a provincia sólo el placer de conocer lugares nuevos y se interesaba en los políticos porque eran estos los que financiaban sus viajes. ¿Y su padre? Sí, exiliado, pero no revolucionario. Y él, menos. Creía en la justicia social como buen cristiano; eso era todo.

Por un momento le pareció a Sofía que la paranoia del Departamento de Seguridad Nacional había llegado a su límite. ¿Acaso no era evidente que este tipo jamás se metería en asuntos como esos? Con su corbatín de seda, sus uñas pulcras, su cabello perfumado y sus modales de galán de los setenta parecía más bien un snob, uno que al poco rato de cháchara ya le había quitado de la mente la primera impresión hasta el punto de hacérsele insoportable. ¿Cómo podía alguien hablar tanta barbaridad en tan poco tiempo?  Lo recordó agitando las manos mientras hablaba, tal como ya antes lo había visto en la mesa, y comprendió que dirigía la orquesta sólo porque no dejaba hablar a nadie más. 

Un fiasco. Redactó su informe, lo entregó en la Jefatura y volvió a sus casos habituales.  

A veces, sólo a veces, asaltaba su memoria la imagen de su ojos fijos sobre ella y algo así como una corriente eléctrica atravesaba su espalda. Entonces un largo suspiro, sacudir la cabeza y pensar: sólo una cara bonita.

Eso, hasta que un mal día su superior le estampó un diario en el escritorio. Sofía miró su cara y supo de inmediato por el tono rojo de su nariz que era algo malo.

- ¿Qué es esto? - preguntó ella

- Tu snob. 

- ¿Qué le pasó?

- Lo tomaron preso en Argentina. Adivina por qué.

- ... No sé, dime

- Encontraron evidencia contra él por robo de información confidencial en la embajada chilena. Y adivina de qué oficina fue sustraída de información.

Un silencio. Miles de instantáneas del apuesto violinista hablando estupideces y su propia cara de creérselas todas fue todo una misma cosa. Trató de concentrarse.

- ¿Aquí? ¿Pero quién guardaría información confidencial en una provincia como ésta?

- La gente que no quiere parecer evidente; o sea, tu gobierno. Y tu latoso snob resultó ser más hábil que tú. ¿Qué opinas, Sofía? Al parecer no eres tan lista como te crees. Anota eso en tu libreta, porque tu error te ha costado el puesto. Desde hoy en adelante volverás al departamento de delitos tributarios. ¡Ah! Y estás suspendida por un mes.  Deja tu credencial y vete a casa ahora mismo. 

Sofía salió sin rechistar. Sabía que la amonestación no había sido sólo para ella y que, pese a todo, era la que se había llevado la parte más fácil. Lo que no la dejó en paz durante varios días fue la humillación de haber sido engañada tan fácilmente por el que ella evaluó como un estúpido engreído, sólo para darse cuenta días después que la estúpida engreída había sido ella.



El caso 22Donde viven las historias. Descúbrelo ahora